La Izquierda Reformista: Socialdemocracia y Estado de Bienestar

El origen marxista del socialismo radical y de la socialdemocracia

Para la izquierda, la desigualdad es resultado de la “explotación” de los trabajadores por los empresarios y eso es básicamente lo que sostenía Marx.

La izquierda radical es la heredera de la corriente bolchevique que, basada en el dogma marxista, propugnaba por la revolución violenta para expropiar a la “burguesía” e instaurar el socialismo de manera inmediata, como sucedió en la Rusia de los zares. De esa manera, pensaban, las ganancias del capitalista serían “socializadas”. No sucedió así y el socialismo real resultó en el mayor fiasco de la historia, ocasionando pobreza, represión y muerte. Lea “Los Fracasos del Socialismo Real”

La izquierda democrática o reformista, también llamada socialdemocracia, es la heredera de la corriente menchevique del Partido Comunista ruso anterior a la revolución de 1917, que buscaba impulsar el socialismo de manera pacífica y gradual, participando en el juego democrático. Pero mientras los bolcheviques siempre siguieron los pasos trazados por Marx en el Manifiesto Comunista, los mencheviques solo estaban siguiendo los pasos de la Sociedad Fabiana.[1]

La izquierda democrática se diferencia de la izquierda radical por el grado de profundidad de las reformas que impulsa o la prisa relativa en ejecutarlas. No puede ser de otra manera si se le pone la etiqueta de democrática, ya que está sujeta a un marco legal que no puede cambiar sin convertirse en izquierda radical o izquierda revolucionaria.

La socialdemocracia reconoce la existencia de la propiedad privada y el mercado como un mal menor, pero hace énfasis en la redistribución del ingreso para reducir la desigualdad a través de programas sociales estatales.

Tal redistribución se hace mediante la coacción del Estado sobre los individuos, a través del sistema de impuestos, lo que implica una violación de la propiedad privada y de la libertad individual, ya que la libertad de hacer uso de los ingresos del trabajo y de las ganancias, resultados del esfuerzo propio, se ve así severamente limitada. Pero esta violación solamente podría ser justificada por los socialdemócratas si su “justeza” tiene como base la creencia en la teoría de la explotación marxista.

Jesús Huerta de Soto, afamado economista español, se refiere a las consecuencias de los errores en la teoría marxista de la explotación.

“La teoría de la explotación también llamada teoría de la plusvalía es una de las teorías con consecuencias históricas modernas más graves. Esa teoría  … ha apadrinado todo el socialismo moderno, desde el más radical o marxista hasta las socialdemocracias más próximas a nosotros. … Pero esta teoría ha sido refutada hace casi 150 años y todavía la gente sigue picando y creyéndola válida.

Qué dice la teoría de la explotación? Dice que todos los bienes económicos son fruto exclusivo el trabajo humano pero que sin embargo los trabajadores no perciben el producto íntegro de su trabajo, sino que debido a una serie de instituciones odiosas, en concreto, la propiedad privada, el contrato de trabajo por cuenta ajena, etcétera, … los trabajadores son explotados por los capitalistas que se apropian una parte importante de dicho trabajo en forma de interés, plusvalía, beneficio empresarial, etcétera. … eso es lo que dice la teoría de la explotación y eso es lo que implícita o explícitamente creen millones de personas, para salir a la calle, vociferar, hacer manifestaciones, votar por partidos políticos supuestamente progresistas; mantener una legislación laboral que condena al desempleo y la pobreza a millones, llevar a cabo políticas demagógicas de todo tipo que condenan a la revolución social y la pobreza a países como Grecia. Lo trágico es que … a pesar de haberse demostrado la absoluta falsedad científica de esta teoría, muchas personas todavía hoy la consideran correcta y consideran que legitiman movimientos políticos y sociales que, como ya he dicho, son enormemente perturbadores. Crítica de la Teoría de la Explotación por el Profesor Huerta de Soto.

Véase “Los errores de la Doctrina Marxista”, donde encontrará las diversas refutaciones a la teoría marxista de la explotación, iniciando con la realizada por Eugen von Bawerk; así como el análisis de los errores de la doctrina social marxista.

Fracasada la teoría de valor trabajo como explicación de la supuesta inmoral explotación de los trabajadores por los capitalistas, con el consecuente llamado a destruir a la burguesía; ahora es sustituida por la supuesta inmoral concentración de la riqueza, con el consecuente llamado a su distribución.

Los socialistas modernos argumentan que hay “explotación” en el mercado y hay economías de escala prácticamente ilimitadas en el sector público. Piensan que las ganancias privadas son inmerecidas y aumentan innecesariamente los costos de bienes y servicios. Las soluciones incluyen sistemas estatales de servicios únicos, prohibiciones de negocios con fines de lucro, precios determinados por el Estado para reemplazar la “anarquía del mercado”, altas tasas impositivas (Marx: “de cada uno según su capacidad”) y políticas públicas que reparten muchos de los bienes y servicios gratuitamente (Marx: “a cada uno según sus necesidades”. Mercados versus socialismo.

La socialdemocracia entonces, al igual que los socialistas, sigue teniendo como principios los dogmas marxistas.

Esto es lo que también se entiende por liberalismo en los Estados Unidos, lo opuesto al conservadurismo en el aspecto moral, y una mezcla de la libertad económica del liberalismo clásico, con elementos de la socialdemocracia en cuanto a políticas redistributivas.[2]

Los socialdemócratas padecen del mismo defecto de los socialistas y comunistas, no entienden que pretender regular la economía solo conduce a su mal funcionamiento. En el afán regulatorio del funcionamiento de la economía, son los herederos de la práctica de la planificación central leninista y de la intervención estatal keynesiana. Propugnan por un Estado grande y todopoderoso que reprime las decisiones de los ciudadanos, sustituyéndolas por las de “sabios” burócratas que toman las decisiones en su lugar.

Según F.A. Hayek, debido a que los precios del mercado revelan información económicamente importante sobre los costos y los deseos del consumidor, las regulaciones y los programas de gasto que distribuyen bienes o servicios a precios por debajo del mercado, como los que son “gratuitos”, tienen una serie de consecuencias no deseadas. Se producirán menos bienes y servicios, y lo que se produce puede asignarse incorrectamente a los consumidores con relativamente poca necesidad. Hayek fue muy enfático en eso:

Para que el hombre no haga más mal que bien en sus esfuerzos por mejorar el orden social, deberá aprender que aquí, como en todos los demás campos donde prevalece la complejidad esencial organizada, no puede adquirir todo el conocimiento que permitirá el dominio de los acontecimientos. … En realidad, el reconocimiento de los límites insuperables de su conocimiento debiera enseñar al estudioso de la sociedad una lección de humildad que lo protegiera en contra de la posibilidad de convertirse en cómplice de la tendencia fatal de los hombres a controlar la sociedad, una tendencia que no sólo los convierte en tiranos de sus semejantes sino que puede llevarlos a destruir una civilización no diseñada por ningún cerebro, alimentada de los esfuerzos libres de millones de individuos”. Friedrich Hayek. La Fatal Arrogancia. Los errores del Socialismo. 1988.

En síntesis, el argumento de Hayek, como el de Mises y demás pensadores de la Escuela Austríaca, es que un grupo de burócratas ingenieros sociales en el Estado, por muy bien intencionados que sean, no podrán superar, interviniendo mediante acciones de política económica, la organización espontánea del mercado, basada en las decisiones individuales de los millones de personas que actúan en él persiguiendo sus propios intereses, sin provocar graves distorsiones que afecten a todos.  Pero para los socialdemócratas y socialistas, los daños provocados no importan, en tanto sirvan a sus objetivos ideológicos, básicamente igualitaristas. El camino al infierno está recubierto de buenas intenciones.

Las diferencias entre derecha e izquierda se reconocen en muchos temas, pero fundamentalmente en el tratamiento de la diversidad y las diferencias individuales versus la igualdad. Tal es el punto de partida de las diferencias fundamentales entre ambas cuando se trata de las visiones antagónicas sobre los individuos, la familia, la propiedad, las ocupaciones, los ingresos, la economía, la naturaleza y la sociedad.

De modo que en relación a tales diferencias de visión, es ilustrador lo que Hans-Hermann Hoppe escribió al respecto.

Cada persona, incluidos los gemelos idénticos, es única, diferente y desigual a todas las demás personas. Todos nacen en un momento y / o lugar diferente. Todos tenemos dos padres biológicos diferentes, mayores y desiguales, un padre masculino y una madre femenina. Cada persona, a lo largo de su vida, se enfrenta y debe actuar en un entorno diferente y desigual con oportunidades y desafíos diferentes y desiguales, y la vida de cada persona, sus logros y sus fallas, sus alegrías y satisfacciones tanto como sus decepciones, dolores y sufrimientos, entonces, es diferente y desigual a la de todos los demás. Además, esta desigualdad natural de todos y cada uno de los seres humanos todavía se amplifica enormemente con el establecimiento de … las sociedades basadas en la división del trabajo.

La izquierda y el socialismo en general siempre se han sentido desconcertados, enfurecidos y escandalizados por esta desigualdad natural del hombre y, en cambio, han propagado y promovido un programa de “igualación” o “igualitarismo”, es decir, de reducción “correctiva”, minimización y en última instancia de eliminación de todas las diferencias y desigualdades humanas. Acertadamente, Murray Rothbard ha identificado este programa como “una revuelta contra la naturaleza”. Sin embargo, a pesar de este veredicto, el apoyo a las ideas igualitarias y sus promotores nunca ha escaseado, ya que en todas partes hay y siempre habrá mucha gente clamando que se han quedado cortos en la vida en comparación con otros.

Por lo tanto, para hacer avanzar su utopía (o más bien distopía) igualitaria, toda característica, condición e institución humana que huela a diferencia y desigualdad, entonces, ha sido atacada por la izquierda a su debido tiempo. Abajo la excelencia humana y todos los rangos de los logros humanos, porque ninguna persona debe ser más excelente que otra. Abajo la propiedad privada, ya que implica la distinción entre lo mío y lo tuyo y, por lo tanto, hace que todos sean desiguales. Abajo todas las diferencias de ingresos. Abajo la familia como ciudadela de la desigualdad, con un padre varón y una madre mujer y sus hijos comunes, jóvenes y dependientes. Abajo en particular los hombres y especialmente los hombres blancos como las personas más desiguales de todas. Abajo el matrimonio por su exclusividad, y abajo la heterosexualidad. Abajo la discriminación y las preferencias individuales de y por una persona sobre otra. Abajo la libre asociación y la disociación. Abajo todos los pactos, y abajo todas y cada una de las fronteras, fortificaciones o muros que separan a una persona de otra. Abajo los contratos privados exclusivos, bilaterales o multilaterales. Abajo los empleadores y propietarios como desiguales y diferentes de los empleados e inquilinos, y abajo la división del trabajo en general. Abajo con la noción bíblica de que el hombre debe gobernar y ser el amo de la naturaleza y estar por encima de todos los animales y plantas, y siempre abajo con todos los que disienten del credo igualitario de izquierda. Hans-Hermann Hoppe en Llewellyn H. Rockwell Jr. Against the Left. 2019.

Las visiones antagónicas sobre igualdad versus desigualdad son entonces la manzana de la discordia entre dos ideologías que dividen a la humanidad.

De la lucha contra la pobreza a la lucha por la igualdad de ingresos

La riqueza generada en tan solo 150 años ha sacado de la pobreza extrema a gran parte de la humanidad. Antes de 1,820 todas las personas eran pobres. Solo una pequeña minoría era rica: los monarcas, nobles, aristócratas y autoridades religiosas. Esa minoría tenía acceso a cosas que a la gran mayoría estaban vedadas.

La desigualdad económica en las sociedades pre modernas era extremadamente alta y la persona promedio vivía en condiciones que hoy llamaríamos pobreza extrema. El gráfico muestra que durante el milenio anterior (del año 1,000 al 2,000), la riqueza creada se mantuvo casi estática durante 800 años. Es después del año 1800 que el crecimiento económico empieza a acelerarse. Pero es a partir de 1900 que crece más rápidamente.

Nunca, en toda la historia de la humanidad, al planeta Tierra había tenido una tasa de pobreza extrema tan baja como la que tenemos en el 2015. La tasa de pobreza extrema mundial se ha dividido por 5 desde 1970 y se ha dividido por 2 desde 1990. Es decir, los objetivos del milenio que pedían que la pobreza se dividiera por dos entre 1990 y 2015 se consiguieron. El éxito fue tan rotundo que a septiembre de 2015, las Naciones Unidas propusieron un nuevo objetivo para la humanidad: erradicar la pobreza extrema en 2030. Xavier Sala i Martin. Economía en Colores (2015)

Es un hecho, como lo demuestran las cifras, que es el crecimiento de las economías lo que ha reducido drásticamente la pobreza en el mundo, independientemente de que las desigualdades de ingreso se mantengan o aumenten. Y eso sucede en cada país de manera diferente. Según el «World Inequality Report 2018» con base a datos de 1980 a 2016. «La mitad más pobre de la población mundial ha visto crecer significativamente sus ingresos gracias al alto crecimiento en Asia. El crecimiento de los ingresos ha sido lento o incluso nulo para las personas entre el 50% inferior global y el 1% superior. [Esto es el 49% que constituye la clase media y media alta] … Desde 1980, la desigualdad de ingresos ha aumentado rápidamente en América del Norte y Asia, ha crecido moderadamente en Europa y se ha estabilizado a un nivel extremadamente alto en Oriente Medio, África subsahariana y Brasil.»[3] Sin embargo, las clases medias norteamericanas y europeas aumentaron sus ingresos en menos de la mitad que en China e India, debido a la globalización, principalmente al movimiento de las inversiones de aquellos países a los últimos.

La percepción de la gente común sobre el capitalismo es entonces menos favorable entre norteamericanos y europeos (y también entre latinoamericanos) que entre los asiáticos orientales, quienes se han beneficiado más del crecimiento económico, el movimiento de capitales, la creación de empleos y el comercio internacional.

El grave error de la izquierda al asumir como cierta la falacia marxista de la explotación y su consecuente ataque a la desigualdad de ingresos como causante de la pobreza, es como hemos visto, refutado por la evidencia estadística de la realidad.

Hoy, el debate se concentra en la desigualdad de ingresos y de riqueza. La izquierda propugna por reducir esa desigualdad, ya que le atribuye ser causa de la pobreza, mientras que la derecha la considera un resultado natural de la dinámica del capitalismo y no causante de pobreza.

La visión de la izquierda es la de suma cero: “un crecimiento más rápido es la única forma efectiva de ayudar a los menos afortunados. La guerra de clases y la redistribución, por el contrario, no son efectivas. Dichas políticas se basan en la falacia de que la economía es un pastel fijo, y los defensores de este punto de vista se fijan en la desigualdad porque creen erróneamente que un ingreso adicional para los ricos significa menos ingresos para los pobres.” Dan Mitchell. One Image that Underscores Why Growth Is the Most Effective Way to Help the Poor.  Sept. 2018.

El enfoque en la desigualdad de ingresos es erróneo, ya que la redistribución reduce la pobreza cuando es vista en un enfoque estático o de corto plazo. Es la repartición de un pastel limitado. Sin embargo, pasa por alto la dimensión temporal, el hecho de que el pastel puede crecer y que lo más importante es que los más pobres puedan consumir cada vez más de ese pastel creciente. La evidencia estadística muestra que el nivel de pobreza mundial se ha reducido desde un 90% hace dos siglos a un 10% actualmente (Banco Mundial), no precisamente por aplicar políticas de redistribución del ingreso, sino por el crecimiento de las economías.

De ahí que la bandera de la lucha contra la pobreza haya perdido atractivo para los socialdemócratas y para la izquierda en general, por lo que la nueva bandera a levantar es la de la desigualdad.

Por ejemplo, tenemos la versión 2.0 de El Capital de Marx, El Capital en el siglo XXI de Thomas Piketty. que ha tenido una amplia difusión mundial, con sus predicciones de un futuro de alta concentración de la riqueza y sus recomendaciones de política, que incluyen un impuesto mundial al capital y una alta tasa de impuesto sobre la renta.[4]

A diferencia de Marx, Piketty no aboga por eliminar a los capitalistas, sino por confiscar la mayor parte de sus ganancias. Para la izquierda, provee la justificación teórica actualizada para su lucha contra el capitalismo. Pero no hay tal justificación teórica, pues su propuesta, puramente ideológica, es absurda y carece de todo sentido práctico y aún en el hipotético caso de que fuera realizable, tendría desastrosas consecuencias para todos.[5]

Pero además, obvia otro hecho elemental. La desigualdad es la manifestación de la acumulación de activos por las empresas. Tal acumulación es resultado del proceso de inversión continua a que se ven obligadas las empresas para introducir innovaciones tecnológicas, ampliar su producción y llegar a más consumidores. En ese proceso, las empresas crecen. Las que se estancan, apenas sobreviven o mueren debido a la competencia.

Ninguna economía puede crecer y desarrollarse sino crecen también las empresas, la unidad básica de toda economía. La concentración del capital es consecuencia del aumento de tamaño de las empresas. Las empresas aumentan de tamaño al producir más, reducir costos y precios a través de la expansión de sus economías de escala e innovando y mejorando la calidad para atender las necesidades cambiantes de más consumidores. Por tanto, en este proceso, generan desigualdad de ingresos y de riqueza, al mismo tiempo que contribuyen a reducir la pobreza.

Mientras tanto, las pequeñas y medianas empresas sirven mercados locales con bienes y servicios también necesarios y muchas también son parte de las cadenas internacionales de suministro.  La desigualdad de tamaños de las empresas no es un problema, cada una tiene un papel en el engranaje económico y en conjunto crean la riqueza e impulsan el desarrollo económico.  ¿Por qué entonces habría de ser un problema la desigualdad de ingresos o de riqueza?

La dinámica del capitalismo es la continua creación de riqueza, impulsada por la innovación. La obtención de ganancias es el indicador de que una empresa está realmente satisfaciendo las necesidades de los consumidores. Las que no lo hacen tienen pérdidas y desaparecen. La desigualdad de ingresos es consecuencia natural de la actividad empresarial. La acumulación continua de ganancias conduce a la inversión y la concentración de capital, resultando desigualdad de riqueza acumulada, pero al mismo tiempo, es la fuente de la inversión, de nuevos y más variados bienes y servicios, más baratos y de mejor calidad y también la fuente de mejores salarios.

La acumulación de capital implica desigualdad, pero también es la única manera de elevar el nivel de vida de todos, como lo expresó Mises hace más de 70 años:

“El principio fundamental de aquellos economistas verdaderamente liberales que hoy en día son generalmente abusados como ortodoxos, reaccionarios y realistas económicos, es este: no hay medios para elevar el nivel de vida general que no sea acelerar el aumento del capital en comparación con la población. Todo lo que el buen gobierno puede hacer para mejorar el bienestar material de las masas es establecer y preservar un entorno institucional en el que no haya obstáculos para la acumulación progresiva de nuevo capital y su utilización para la mejora de los métodos técnicos de producción. El único medio para aumentar el bienestar de una nación es aumentar y mejorar la producción de productos.

…No hay medios para elevar la altura de las tasas salariales y el nivel de vida general más que acelerando el aumento de capital en comparación con la población. El único medio para aumentar las tasas salariales de forma permanente para todos aquellos que buscan trabajo y ansiosos por ganar salarios es aumentar la productividad del esfuerzo industrial al aumentar la cuota per cápita de capital invertido.

…La filosofía que subyace al sistema de impuestos progresivos es que los ingresos y la riqueza de las clases acomodadas se pueden aprovechar libremente. Lo que los defensores de estas tasas impositivas no se dan cuenta es que la mayor parte de los ingresos gravados no se habrían consumido, sino ahorrado e invertido. De hecho, esta política fiscal no solo evita la acumulación adicional de nuevo capital. Provoca la desacumulación de capital.»  Ludwig von Mises. Planning for Freedom. 1952, 1974, 2017.

La riqueza no está almacenada en una bóveda de Rico McPato, está en forma de activos de empresas. No se puede redistribuir sin destruir el tejido económico.

Intentar reducir la desigualdad de riqueza solo sirve para apaciguar el sentimiento de envidia de los que propugnan por reducirla. No sirve para sacar a las personas de la pobreza.

En toda economía, algunas personas se enriquecen más rápido que otras, pero eso no tiene nada de malo, si las personas se ganan el dinero con honestidad. Bueno, a menos que usted sea marxista y crea que toda ganancia, por honesta que sea su procedencia, proviene de la explotación de otros.

Es preciso diferenciar la acumulación de riqueza en función de su origen legítimo o ilegítimo. Es saludable para la economía y la sociedad acabar con la apropiación ilegítima de ganancias obtenidas mediante la corrupción..

Es lo que se ha dado en llamar el “capitalismo de compadres o compinches” en el que las élites en el poder están coludidas con la oligarquía local para extraer las rentas derivadas de las prácticas corruptas, las que no pueden obtener participando en el libre juego de la competencia en el mercado, perjudicando así a otros competidores y a los consumidores en general. Esta forma de capitalismo corrupto es fuente de ingresos y riquezas de origen ilegítimo, cuya concentración conduce a una desigualdad moralmente repudiable, pero también reduce la competencia justa, disuade la inversión y estanca el crecimiento económico, necesario para reducir la pobreza.[6]

En su estudio de mercados y corrupción, Jason Brennan y Peter Jaworski de la Universidad de Georgetown concluyeron (Riddle, 2019):  «La política corrompe los mercados. Cuanto más politizada se vuelve una economía, más actores privados intentan manipular las regulaciones y la ley para engañar a los consumidores y competidores. En lugar de tratar de mantener el mercado desagradable lejos de la política prístina, deberíamos tratar de mantener la política sucia lejos del mercado.» También se refiere al tema de la corrupción en la distorsión de los mercados y su relación con el aumento de la desigualdad:[7]

Lea La desigualdad generada por acumulación legítima conduce al progreso para todos para revisar los argumentos que sustentan lo antes mencionado.

La socialdemocracia impulsa políticas públicas que implican una mayor intervención del Estado en la economía y la sociedad, la regulación del mercado, la redistribución del ingreso mediante subsidios y provisión de servicios estatales, financiados con altos impuestos a las empresas y personas de mayores ingresos.

Los socialdemócratas pretenden “transformar” el capitalismo de libre mercado otorgando más poder al Estado para redistribuir la riqueza que producen los empresarios y conseguir una mayor igualdad de ingresos en la sociedad, manteniendo la mayor parte de la propiedad privada de los medios de producción, pero confiscando una mayor proporción de los ingresos generados, que son, por definición, propiedad de quienes los generan. Redistribuyen, por tanto, la propiedad.

Al mismo tiempo, el carácter coactivo de la tributación, aceptada también por el liberalismo clásico, pero con límites, es llevado a un mayor grado. El dilema que enfrentan los socialdemócratas y socialistas democráticos es que se ven impedidos de lograr su objetivo de igualdad de ingresos mientras sigan respetando el sistema de propiedad privada, debido a que la tributación tiene un límite objetivo, más allá del cual causa un efecto negativo en la recaudación de impuestos, ya que disuade la inversión e incentiva la evasión. Pasado ese límite, se está matando a la gallina de los huevos de oro. La curva de Laffer ilustra esa realidad.

Sin embargo, la mayoría de la gente no está al tanto de estos hechos, no están al tanto de que hay un límite a la tasa impositiva pasado el cual la recaudación disminuye, fomentando la evasión fiscal, la reducción de la inversión, de la producción y de la oferta de bienes y servicios; no están al tanto de que una parte de las recaudaciones es capturada por la corrupción o gastada ineficientemente; no están al tanto de que existen prioridades para atender las necesidades de grupos, que son precisamente aquellos que no tienen voz ni capacidad de lobby, y tampoco están al tanto de que también hay un límite a los gastos gubernamentales, pasados los cuales resulta la inflación y la anulación real de los beneficios.

De esta ignorancia se aprovechan los políticos populistas para atraer a las masas de votantes prometiendo darles lo que demandan, conduciendo así a los países al camino del despeñadero económico y social. Esa ha sido una de las debilidades de la democracia, en la que las mayorías, por cierto no bien informadas, votan y deciden.

Lea más sobre este tema en “Desigualdad y Desarrollo Económico: Por qué la desigualdad es necesaria para reducir la pobreza”

El Estado de Bienestar

La explicación más convincente del marcado cambio en la suerte de los pobres es que continuaron respondiendo, como siempre lo habían hecho, al mundo tal como lo encontraron, pero que nosotros, es decir, los no pobres y los desfavorecidos, habíamos cambiado las reglas de su mundo. No de nuestro mundo, solo el de ellos. El primer efecto de las nuevas reglas fue hacer rentable para los pobres comportarse a corto plazo de maneras destructivas a largo plazo. Su segundo efecto fue enmascarar estas pérdidas a largo plazo: subsidiar errores irreparables. Intentamos proporcionar más a los pobres y, en cambio, producimos más pobres. Intentamos eliminar las barreras para escapar de la pobreza y sin darnos cuenta construimos una trampa. (Charles Murray, Losing Ground, pág.9) citado en: The Perverse Effects of Welfare State. Scott Beaulier and Bryan Caplan. 2007.

En las democracias, la presión que la mayoría, los que están en los niveles bajos de ingresos, ejercen sobre los gobiernos, termina por hacer muy necesario el análisis de cuál es el balance óptimo entre crecimiento económico y desigualdad.

En el título de su célebre libro de 1975, Arthur Okun nos dijo que el «gran balance» que enfrenta la sociedad es entre igualdad y eficiencia. Podemos usar el sistema del gobierno, los impuestos y las transferencias para trasladar los ingresos de los ricos a los pobres, pero ese sistema es un «cubo con fugas». Parte del dinero se pierde a medida que se mueve. Esta filtración no debería impedirnos tratar de redistribuir, argumentó Okun, porque valoramos la igualdad. Pero debido a que también nos preocupa la eficiencia, la filtración nos detendrá antes de igualar completamente los recursos económicos. N. Gregory Mankiw. Defending the One Percent. 2013.

La ineficiencia del Estado es histórica. Hay Estados más eficientes que otros en el manejo de los recursos. Eso depende en buena parte de la cultura. de cada país. Las evidencias de que el Estado en América Latina es un gran despilfarrador de recursos salieron a luz con la publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de su informe insignia  “Mejor Gasto para Mejores Vidas. Cómo América Latina y el Caribe puede hacer más con menos” (2018) que muestra que cada año, la ineficiencia en el gasto de los Gobiernos de América Latina y el Caribe genera un despilfarro total de 220.000 millones de dólares, el equivalente a un 4,4% del PIB. «Esa cifra, bien invertida, sería suficiente para acabar con la pobreza extrema en la región» asegura Alejandro Izquierdo, economista jefe del BID.

Para ampliación sobre este tema ver: El Estado, un problema o solución?

Lamentablemente, se confirma el refrán popular que reza “lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta”, lo que también puede ilustrarse en la siguiente imagen.

Como demostró el economista ganador del Premio Nobel Milton Friedman con su ilustración de “cuatro formas de gastar el dinero” los consumidores en el sistema de mercado gastan su propio dinero y, por lo tanto, tienen más cuidado en cuánto gastar y en qué se gasta el dinero. En la medida en que también usan lo que compraron (la esquina superior izquierda en la imagen) también son más exigentes, para que los artículos comprados sean de buen valor. Recopilarán y considerarán información que ayude a comparar los valores de diferentes opciones.

La esquina superior derecha de la imagen muestra el caso de gastar el dinero propio en otra persona (para la familia, dependientes o regalos a amigos), lo que introduce ineficiencias porque el receptor puede asignar un valor menor al gasto. La ineficacia de la esquina inferior izquierda se ejemplifica en el mayor gasto que se produce cuando se gasta en uno mismo utilizando el dinero de otras personas, como ocurre con los viajes a cuenta del empleador o el entretenimiento totalmente reembolsados. La categoría inferior derecha es la que se aplica a los empleados del gobierno que gastan los ingresos fiscales en los beneficiarios de programas estatales; no solo existe una tendencia a gastar en exceso el dinero de otras personas, sino que el gasto puede tener poco valor desde la perspectiva de los beneficiarios del programa.[8]  Mercados versus socialismo.

Además de la filtración y la ineficiencia del gasto estatal, los subsidios permanentes pueden tener un efecto perverso en los beneficiarios de los mismos, actuando como un desincentivo del esfuerzo individual para procurarse ingresos, reforzando y prolongando la dependencia de vivir de lo que el Estado ofrece, fomentando la mentalidad del “free rider” y la creencia en “derechos” que no pueden satisfacerse sino es mediante la exacción de recursos a otros.

Una crítica recurrente del estado del bienestar es que daña perversamente a las mismas personas a las que pretende ayudar[9]. Dar dinero a los pobres reduce sus incentivos para ingresar a la fuerza laboral, adquirir experiencia y eventualmente unirse a la clase media. Brindar asistencia social a los niños nacidos fuera del matrimonio fomenta el embarazo en la adolescencia y desalienta el matrimonio, dos serios impedimentos para escapar de la pobreza (Herrnstein y Murray 1994, Murray 1984). Como dice sucintamente Murray Rothbard, “La fácil disponibilidad del cheque de bienestar obviamente promueve la mentalidad presente, la falta de voluntad para trabajar y la irresponsabilidad entre los destinatarios, perpetuando así el círculo vicioso de pobreza-bienestar” (1978, p. 154). ).

Existe una queja paralela sobre la acción afirmativa en la educación superior.[10]

Los efectos perversos que con frecuencia se atribuyen al estado de bienestar son fáciles de interpretar desde una perspectiva conductual. Si las personas sobreestiman la magnitud de los beneficios inmediatos en relación con los más distantes, en realidad, en la red, puede dañarlos ofreciéndoles beneficios inmediatos adicionales. Ya tienden a invertir menos. Hacer su presente más habitable con regalos en efectivo solo amplifica esta tendencia. De manera similar, si las personas sobrestiman sistemáticamente sus propias habilidades, fácilmente podría dañar a un estudiante admitiéndolo en un programa para el cual no está calificado. Cegado por el exceso de confianza, es probable que seleccione la mejor escuela que lo acepte, sin considerar apenas el posibilidad de que esté fuera de su liga.

Como explica Tyler Cowen, la “crítica conservadora tradicional del estado de bienestar … implica una tensión analítica”. En la mayoría de los asuntos, los conservadores y libertarios argumentan desde las teorías económicas neoclásicas y de la escuela de Chicago. En estos enfoques, un regalo en efectivo siempre mejora la situación de las personas, como lo demuestra la demostración en el aula de cómo tales regalos desplazan a las personas hacia ‘curvas de indiferencia más altas’. Esta es una lección básica de cualquier curso intermedio de microeconomía, independientemente de la persuasión política del instructor. (2002, pág.39), … Lo mismo ocurre con cualquier programa gubernamental que amplíe el conjunto de oportunidades de los pobres.)

Obtener ingresos adicionales requiere sacrificios (pérdida de tiempo libre, reubicación en un área con trabajo mejor pagado, capacitación, horarios inconvenientes, etc.), y la gente evalúa si los ingresos netos obtenidos son suficientes para justificar los sacrificios. Las elevadas tasas impositivas inclinan fundamentalmente esta compensación a favor de preferir contar con menos ingresos. Mercados versus socialismo.

En este artículo, Dan Mitchel explica cómo el estado de bienestar castiga tanto a los pobres como a los ricos en los Estados Unidos.

Los ricos se ven perjudicados por razones obvias. Son golpeados con tasas oficiales más altas, y también los más afectados por la doble imposición (las capas adicionales de impuestos sobre el ahorro y la inversión resultante de los impuestos a las ganancias de capital impuestos dobles en dividendosimpuestos sobre la muerte, etc.).

Pero también señalé que se penaliza a los pobres porque quedan atrapados en la dependencia.

En gran parte, esto se debe a que enfrentan malos incentivos cuando trabajan e intentan ser autosuficientes. No solo se ven afectados por los impuestos federales y estatales, sino que también pueden perder el acceso a varios programas de redistribución. Y la combinación de esos dos factores puede producir tasas impositivas marginales implícitas muy altas.

Me citó un ejemplo sorprendente de este fenómeno en 2012, que demuestra que para una madre soltera en Pennsylvania estaría mejor ganar $ 29.000 en lugar de $ 57,000. En otras palabras, su tasa impositiva marginal implícita sobre $ 28,000 adicionales sería del 100 por ciento (cumpliendo así el odioso sueño de FDR, aunque contra un grupo diferente de víctimas).

¿Qué tan generalizado es este problema? Un nuevo estudio publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica nos da la respuesta. … estima tasas impositivas marginales implícitas para varios segmentos de la población.

En pocas palabras, cuando las personas son castigadas por participar en un comportamiento económico productivo, responden reduciendo su trabajo, sus ahorros, sus inversiones y su espíritu empresarial.

La conclusión es que el estado de bienestar es una mala noticia tanto para los contribuyentes como para los beneficiarios. Todo lo cual puede ayudar a explicar por qué la tasa de pobreza dejó de caer una vez que el gobierno declaró una “guerra contra la pobreza”. Dan Mitchell. The Welfare State Penalizes the Poor with High Marginal Tax Rates [11]

Se aduce que el Welfare State (Estado de Bienestar) con sus generosas políticas sociales ha producido desarrollo económico y disminuido considerablemente las desigualdades de ingresos. Lo último es discutiblemente cierto, pero lo primero es falso.

En los países donde se ha impulsado, -y hay que hacer notar que no solamente en los países nórdicos, sino que también en otros países europeos, además de Canadá, Japón, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda- no hubo ningún Estado de Bienestar durante el tiempo que tardaron para desarrollarse y no es sino después, cuando las empresas privadas y la economía de mercado hubieron alcanzado mayor productividad y creado suficiente riqueza, cuando sus gobiernos tuvieron los suficientes ingresos para empezar casi todos sus programas sociales.

Muchos confunden la intervención gubernamental en algunos aspectos económicos y sociales con un sistema económico socialista. De modo que no es difícil encontrar publicaciones refiriéndose al “socialismo” de los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia) y su éxito en el desarrollo económico. Absolutamente falso, todos ellos tienen un sistema capitalista, hay unas pocas empresas estatales y todas las demás son privadas. El Primer Ministro danés, Lars Løkke Rasmussen tuvo que salir al paso de menciones de un candidato presidencial en un debate público en Estados Unidos sobre el supuesto socialismo de los países nórdicos.

A menudo se destaca a los países nórdicos por tener políticas supuestamente socialistas y resultados económicos admirables. Pero la realidad, según los hechos, es diferente.

“Al combinar los gobiernos estatales, locales y centrales, el gasto público es aproximadamente la mitad del PIB en los países nórdicos, en comparación con el 38% del PIB en los Estados Unidos (OCDE 2018b). Sin embargo, los países nórdicos hoy en día son poco socialistas, porque tienen impuestos corporativos bajos a nivel internacional, tienen una baja regulación de las empresas, permiten que el sector privado participe en la provisión de educación primaria y secundaria, vinculan los beneficios sociales completos con tener un historial laboral, y requieren costos compartidos para la atención médica en el momento del servicio. Aunque estos países tienen seguro médico de cobertura universal, no imponen un solo pagador a toda la nación, a pesar de ser países más homogéneos que los Estados Unidos (Anell, Glenngård y Merkur 2012; Vuorenkoski, Mladovsky y Mossialos 2008; Olejaz et al.2012; Ringard et al.2013; Sigurgeirsdóttir, Waagfjörð y Maresso 2014).

Encontramos que hoy en día, las tasas impositivas marginales de los países nórdicos sobre la renta del trabajo no están de hecho muy por encima de las de EE. UU., una vez que se consideran los impuestos implícitos sobre el empleo y la renta. Los niveles de vida de los países nórdicos siguen siendo al menos un 15 por ciento más bajos que los de EE. UU., en gran parte porque la gente trabaja menos. Los beneficios privados y sociales de una educación universitaria son más altos en los Estados Unidos, aunque la educación universitaria es al menos igual de común aquí. Estos resultados son consistentes con la idea económica básica de que la redistribución y los sistemas de pagador único tienen costos significativos en términos de reducción de los ingresos nacionales.

Los propios países nórdicos reconocieron el daño económico de las altas tasas impositivas en relación con la creación y retención de empresas y la motivación del esfuerzo laboral, por lo que sus tasas impositivas marginales sobre la renta personal y corporativa han caído 20 o 30 puntos, o más, de sus picos en las décadas de 1970 y 1980 (Stenkula, Johansson y Du Rietz 2014). Mercados versus socialismo.

La conveniente idea que nunca muere

Como hemos visto anteriormente, la izquierda, la socialdemocracia y los socialistas ya no pueden argumentar que el capitalismo, la economía de mercado y la libertad económica son incapaces de reducir la pobreza. La base teórica marxista que predecía que la “explotación” de los trabajadores el capitalismo aumentaría, no reduciría la pobreza, se desinfló ante la realidad.

Como la evidencia demostró que la pobreza se redujo a causa del crecimiento económico, la nueva bandera pasó a ser la lucha contra la desigualdad de ingresos. Sin embargo, la base teórica marxista es la misma, la “explotación” de los trabajadores causa la desigualdad.

Sin embargo, como vimos también anteriormente, esa falacia teórica no se sostiene ante la evidencia. La desigualdad de ingresos es producto del crecimiento y la acumulación de capital en el tiempo, no de que unos están quitando a otros parte del pastel que les corresponde en una economía estática. La desigualdad de ingresos va acompañada de aumento de ingresos para todos.

Aun así, no faltan intelectuales que, por motivos ideológicos, persistan en ofrecer sustentos teóricos para los políticos y activistas de la izquierda, la socialdemocracia y los socialistas, que son tomados por estos como dogma sin más análisis. También vimos anteriormente que son una estafa.

Solamente se me ocurre pensar en algunas razones que podrían tener para persistir en esas ideas, a pesar de que la realidad ha demostrado que son contraproducentes.

Una es la que manifiesta Kristian Niemietz en su libro “Socialismo: la idea fallida que nunca muere“: “Tan pronto como se confronta a los socialistas con ejemplos de experimentos fallidos, siempre ofrecen la siguiente respuesta: “¡Estos ejemplos no prueban nada en absoluto! De hecho, ninguno de estos son verdaderos modelos socialistas””.  Siempre están pensando que, con su novedoso modelo, esta vez será diferente. Utopías futurísticas.

La otra es que la teoría marxista de la explotación, por su simplicidad explicativa, aunque falsa, de las diferencias de ingresos entre las personas, resulta muy fácil de creer para las amplias masas, nunca expuestas a las argumentaciones que se han hecho en su contra, y aún para los intelectuales que han sido adoctrinados por tantos años en la misma. También, en ambos casos y para muchos, la teoría se ha convertido en dogma de fe, similar al de una religión.

Por otra parte, la corta memoria histórica, no transmitida eficientemente de una a otra generación, ha actuado en favor de los renovados intentos de la izquierda por captar el apoyo de las masas. En sus conferencias sobre la filosofía de la historia, el filósofo alemán Hegel observó: “Pero lo que la experiencia y la historia enseñan es esto: que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia, ni han actuado según principios deducidos de ella.”

La otra es que existen innegables diferencias naturales entre las personas, independientemente del país y del sistema político, económico y social donde vivan. En cualquier parte, habrán personas que explotando sus cualidades tendrán más éxito en la vida que otras. Como dice Hoppe: “en todas partes hay y siempre habrá mucha gente clamando que se han quedado cortos en la vida en comparación con otros.”  De ahí que hay personas, que son las menos, las que logran alcanzar una posición de holgura económica o hasta de poseer mucha riqueza. Otras, la gran mayoría, no lo logra por diversas circunstancias. Su reacción para con las primeras puede ser diversa, desde la admiración, hasta la envidia y el odio.

Las primeras se convierten en las proveedoras y protectoras de las otras, que se convierten en dependientes de las primeras. Las primeras pueden vivir más independientes, no necesitan tanto de las segundas pues hay muchas. Las segundas no pueden vivir sin las primeras, pues dependen de ellas. Esa situación marca la manera en que las personas se comportan en los diferentes momentos de su vida, situación que también puede cambiar a lo largo del tiempo. Por tanto, a las personas que se sienten que dependen de otras, les conviene la colectividad, no la individualidad. Las primeras abogarán por preservar la desigualdad, las segundas por promover la igualdad. Todo es un asunto relacionado a lo que conviene al interés propio, natural al ser humano.

Pero cualquiera que sea la explicación, y de hecho cada una puede ser parte de la explicación, el hecho es que los socialdemócratas, los socialistas y la izquierda en general, abogan por la igualdad de ingresos y son fervientes partidarias de un Estado grande que efectúe su redistribución, aplicando altas tasas de impuestos a los empresarios, los trabajadores y los consumidores, cercenando de manera coactiva el derecho a gozar de los frutos del esfuerzo propio, que es propiedad privada, limitando también de esa manera la libertad individual.

La evidencia demuestra que las altas cargas impositivas desalientan la inversión pues acaban matando “la gallina de los huevos de oro” al disuadir el ahorro, la inversión y la motivación por generar ingresos, tanto entre empresarios, como entre trabajadores. El resultado es siempre menos producción, menos empleo y más pobreza.

Cuando los impuestos son insuficientes, el Estado echará mano del recurso a endeudar a la presente y futuras generaciones para cubrir los crecientes gastos estatales.

La evidencia también demuestra que esa exacción impositiva o la deuda adquirida, es administrada ineficientemente por la burocracia estatal, en base al principio de que gastar el dinero de otros para beneficiar a otros es la peor de las cuatro formas posibles de usar el dinero.

Otra evidencia demostrada es que, además de la ineficiencia administrativa, una parte importante de los impuestos son malversados o robados, principalmente en países con alto nivel de corrupción e impunidad.

Otra evidencia del derroche e inequidad de un Estado grande que dispone de cuantiosos ingresos fiscales es que parte son usados en programas y subsidios indiscriminados que no se enfocan en ayudar a aquellos que realmente necesitan, como los niños, discapacitados y ancianos y que benefician a adultos sanos con capacidad de trabajar, que acaban promoviendo la dependencia de las personas de la ayuda estatal y perjudicando la actividad productiva.

A pesar de todas esas evidencias, la izquierda, la socialdemocracia y los socialistas, apartan la vista para negarlas sin aportar evidencias en contra, ya que esa realidad no coincide con sus creencias ideológicas de los males de la sociedad son causados por la “explotación”.

La alternativa e Ideas para el futuro

La alternativa a las políticas socialistas, socialdemócratas y en general, de la izquierda, es un Estado reducido al mínimo de las funciones estrictamente necesarias. De esa manera, se reduce el incentivo perverso para vivir de lo que el Estado puede ofrecer, incentivando la motivación por obtener ingresos en la economía privada. Se reduce la cantidad de fondos manejados por la burocracia, el despilfarro, la filtración y la corrupción. Y también muy importante, se reduce la posibilidad de que políticos populistas tomen el poder.

Una carga impositiva moderada para financiar un Estado limitado, deja en los bolsillos de empresarios y consumidores más dinero para usarlo en las necesidades que estos juzguen más convenientes a sus intereses personales. Deja más dinero disponible para ahorrar e invertir, impulsando mayor producción de riqueza y por supuesto, más dinero para consumir, aumentando la demanda y como efecto, la oferta de bienes y servicios. Esto produce un círculo virtuoso de crecimiento económico sostenido que reduce la pobreza y eleva el nivel de vida de la población.

Un Estado limitado debe concentrarse en financiar programas sociales enfocados a los más desfavorecidos, como educación pertinente, especialmente para niños y jóvenes en la educación básica, media y superior. También proveer alimentación en la etapa temprana a niños de escasos recursos. Es la mejor inversión que la sociedad puede hacer para que estos se puedan incorporar posteriormente a la generación de riqueza para todos.

Dada la singular importancia de la educación para el futuro de la sociedad, el Estado debe enfocarse en promover la educación en valores morales y éticos orientados al progreso, desterrando de ella las teorías que promueven el victimismo, el odio, la violencia y la confrontación en la sociedad. El marxismo, por tanto, debe ser desterrado de la educación y por el contrario, se debe preservar la memoria histórica de los fracasos y crímenes que se cometieron en su nombre.

Una educación que promueve el progreso debe cultivar el razonamiento lógico, la experimentación y la práctica, fomentar la creatividad y la innovación, fomentar el emprendimiento en la creación de negocios y desterrar el énfasis actual en la preparación de empleados que luego salen a buscar un puesto de trabajo ofrecido por otro.

De la misma manera, enfocarse en servicios de salud enfocados estrictamente en las personas pobres, discapacitadas y ancianas sin ingresos.

Un Estado limitado debe eliminar todo tipo de subsidios generalizados que son aprovechados tanto por pobres como ricos. Igualmente, debe eliminar todo subsidio que promueva un efecto perverso en las decisiones de trabajo.

Un Estado limitado debe abolir las fuerzas armadas, un enorme lastre improductivo para la sociedad, y limitarse a ofrecer seguridad pública y justicia independiente.

Un Estado limitado debe eliminar y reducir el número y costo de las regulaciones que encarecen la producción de bienes y servicios. Eliminar, reducir y facilitar trámites gubernamentales que se exigen a las personas. La tecnología digital es un aliado para eso.

Estas son algunas ideas básicas, muy lejos de ser exhaustivas, para lo que harían falta muchos párrafos más.  Hay otros temas, ni siquiera mencionados, como infraestructura y servicios relacionados, comercio exterior e interior, política agropecuaria e industrial, política salarial, seguridad social, etc.  Todo eso requiere un tratamiento que escapa a las limitaciones del tema de este breve ensayo.

Arturo J. Solórzano Arce
Septiembre de 2020

Información relacionada:
1. ¿Por qué la SOCIALDEMOCRACIA está en CRISIS en EUROPA?

 


Notas

[1] Llewellyn H. Rockwell Jr., The Left, the Right, and the State. 2008. Fundada el año de la muerte de Marx [1883] para promover sus ideas a través del gradualismo, la Sociedad Fabiana buscaba “hacer un panal” de la sociedad, como dijo Fabian Margaret Cole, con medidas socialistas encubiertas. Al pasar por alto [ocultar] sus objetivos, la Sociedad Fabiana esperaba evitar galvanizar a los enemigos del socialismo.

…originaron, promovieron y dirigieron en el parlamento la mayor parte de la política social británica …[durante] 80 años. El resultado fue una economía y una sociedad destrozadas, hasta que Margaret Thatcher comenzó a desfabianizar Inglaterra [1980].

Los fabianos lograron su objetivo de establecer el “estado proveedor”, un estado de bienestar que se preocuparía no solo por los pobres, sino también por la clase media, desde la cuna hasta la tumba.

Ya sea la compensación de los trabajadores, las pensiones de vejez, las prestaciones por desempleo o la medicina socializada, los fabianos siempre enfatizaron la “reforma social”, señaló John T. Flynn. Ellos vieron temprano el inmenso valor de la reforma social para acostumbrar a los ciudadanos a mirar al Estado para aliviar todos sus males. Vieron que la agitación por el bienestar podría convertirse en el vehículo para importar ideas socialistas en la mente del hombre común.

[2] Scott Sumner. The Great Danes: Cultural Values and Neoliberal Reforms, 2008. “Cuando se trata de cuestiones económicas de pobreza y desigualdad, los conservadores se centran en la obligación ética de los ricos de ayudar a los “pobres que lo merecen”. Los liberales se centran en la obligación de la sociedad en su conjunto de mejorar la vida de todos los pobres, una postura fácil de justificar sobre bases utilitarias, al menos en principio. Durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX, la opinión liberal favoreció cada vez más varios tipos de programas de bienestar social, que se consideraba que reducían la desigualdad económica.”

[3] El informe abunda en datos y gráficos que miden el progreso del ingreso según estratos de ingresos por regiones y países. En resumen, se deduce que (1) el ingreso real ha aumentado a nivel mundial; (2) el 50% de menores ingresos ha tenido un aumento real a una tasa mayor que el 10% de más altos ingresos y sustancialmente mayor al 40% de ingresos medios; (3) la brecha de ingresos entre el 50% inferior y el 10% inferior se ha reducido; (4) los mayores aumentos de ingreso se concentran en Asia Oriental y algunos otros países no desarrollados.

Usando las variaciones de ingreso del World Inequality Report 2018 y aplicándolas a un ingreso promedio mundial de $10,000 en 1980 para ejemplificar qué ha pasado con la brecha entre altos y bajos ingresos, resulta que la brecha de ingresos se ha reducido de 6.1 a 5.4 veces.

[4] La propuesta propone un impuesto del 90% sobre el patrimonio de los más ricos para conformar un fondo de capital universal que daría a cada persona 120,000 euros al cumplir los 25 años.

[5] Una vez repartida la riqueza de los multimillonarios, esta se gastaría principalmente en consumo. Por un tiempo el aumento del consumo podría aumentar la producción, pero una vez agotado, las nuevas inversiones caerían estrepitosamente en el mundo y las economías se derrumbarían, incrementando el desempleo y la pobreza.

Aun suponiendo que no pasaría nada, hay otro pequeño detalle, una verdad del tamaño de un elefante. Toda economía tiene una relación determinada entre el stock de bienes de capital y el de bienes de consumo que esos bienes de capital pueden producir. Si por efecto de la desafortunada propuesta mencionada estamos reduciendo el stock de bienes de capital al confiscar la riqueza invertida, el resultado será menos bienes de consumo disponibles, no más. Menos capital invertido significa menos producción. Y ya sabemos qué resulta de una demanda incrementada versus menor disponibilidad de bienes en el mercado: inflación, que al final convertirá los 120.000 euros en cero euros en muy poco tiempo. El balance final será cero aumento en el consumo de las personas y destrucción de la capacidad productiva, que en el mediano plazo significa aumentar el nivel general de pobreza.

[6] El capitalismo no ha surgido y no ha funcionado de manera similar en todas partes que ha echado raíces. William J. Baumol, Robert E. Litan, And Carl J. Schramm en su libro Good Capitalism, Bad Capitalism, and the Economics of Growth and Prosperity (2007) categorizan cuatro tipos de sistemas capitalistas: capitalismo emprendedor, capitalismo de grandes empresas, capitalismo guiado por el Estado y capitalismo oligárquico (o capitalismo de compinches). Los mecanismos que dirigen las energías productivas y las inversiones en cada sistema son los que diferencian una forma de otra y explican en buena parte el ritmo de desarrollo económico de los países.

[7] Los emprendedores pueden generar una enorme riqueza al mejorar la situación de las personas en la sociedad. No hay nada de malo en eso. Desafortunadamente, como en los viejos tiempos, también vemos a los políticamente conectados trabajando con agencias gubernamentales para manipular las ganancias .

Al pensar en la desigualdad económica en nuestro mundo moderno, debemos tener cuidado de diferenciar entre los medios económicos y los medios políticos para obtener riqueza.

Hay una verdad en la antigua historia de saqueo de la clase dominante, y todos están de acuerdo en que el poder corrompe.

Los altos niveles de control del gobierno sobre la economía tienden a generar corrupción y desigualdad estructural. Los mercados abiertos de cooperación dinámica tienden a disminuir la desigualdad y aumentar la riqueza para los más desfavorecidos.  Jason Riddle. 5 Spooky Facts about Power and Inequality You Probably Didn’t Know 

[8] La brecha entre el gasto del programa y el valor para los beneficiarios ha sido medida por Gallen (2015), Finkelstein y McKnight (2008) y Olsen (2008), entre otros.

[9] Murray (1984) es posiblemente el crítico más prominente de la ‘Guerra contra la Pobreza’. Friedman (1982 [1962]) ofreció argumentos similares contra la vivienda pública y el bienestar dos décadas antes: el objetivo de estos programas era ayudar a los pobres, pero el El efecto involuntario fue “todo lo contrario” (179). Sowell (1996 [1980], 1990) y Chávez (2002, 1992) plantean objeciones similares a la acción afirmativa y las políticas relacionadas.

[10] Supuestamente lleva a estudiantes de minorías a inscribirse en programas demasiado competitivos. En consecuencia, los estudiantes que pueden obtener un título universitario de una escuela menos competitiva a menudo terminan abandonando y no logran completar ningún título. Como observa críticamente Thomas Sowell:

Este estudiante [minoritario] no recibe una mejor educación porque está en una escuela más prestigiosa. Por el contrario, es muy posible que obtenga una educación mucho peor en instituciones tan aceleradas, en el sentido de no aprender cosas que es perfectamente capaz de aprender, en un entorno de aprendizaje que avanza a un ritmo normal. Un estudiante de esa minoría puede terminar “confundido, tambaleante e incapaz de seguir el ritmo” (1993, p. 137).

[11] Una plétora de políticas fiscales y de beneficios federales y estatales determinan conjuntamente los incentivos de los estadounidenses para trabajar. … Disposiciones complejas y, a menudo, misteriosas que condicionan los pagos de impuestos y los ingresos por beneficios a los ingresos laborales, los ingresos por activos, los ingresos totales y el nivel de activos. … Las innumerables características de nuestro sistema fiscal plantean las preguntas centrales de este documento: ¿Cuáles son los niveles típicos de tasas impositivas netas marginales que enfrentan los estadounidenses de diferentes edades y niveles de recursos, teniendo en cuenta todo el sistema fiscal federal y estatal? … ¿Cuánto afecta la elección del estado en el que vivir en el incentivo para trabajar? … Abordamos estas preguntas ejecutando datos de la Encuesta de Finanzas del Consumidor (SCF) de 2016 a través de The Fiscal Analyzer (TFA).

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