El Analfabetismo Económico

Arturo J. Solórzano. Agosto 2006.

Después del analfabetismo simple y llano, es decir, no saber leer y escribir, no hay nada que signifique un lastre más grande para el desarrollo de una nación que el analfabetismo económico. No comprender cómo se crea y se distribuye la riqueza, cuáles son los mecanismos de funcionamiento de un sistema económico y las leyes básicas que rigen esos procesos, especialmente por los que tienen posiciones de poder y toman decisiones que afectan a toda una nación, es una de las causas principales del subdesarrollo.

Varios distinguidos intelectuales han identificado muy claramente este problema y se han referido al tema. En la columna izquierda de esta página hay enlaces a lo que dicen algunos de ellos. Michael Porter1 señala que la ignorancia sobre el funcionamiento de la economía lleva a implantar en la población creencias erróneas que obstaculizan el desarrollo económico. Al respecto señala que “… la cultura económica en una nación está fuertemente influenciada por las ideas prevalecientes o los paradigmas sobre la economía. Han habido numerosas teorías alternativas sobre la prosperidad en este siglo, desde la planificación centralizada a la sustitución de importaciones a la acumulación de factores. Estas ideas se enraízan profundamente en las sociedades a través del sistema educacional, la influencia de los intelectuales y líderes de gobierno, y otra infinita cantidad de medios. Al mismo tiempo, a menudo hay ignorancia sobre la economía internacional y su funcionamiento, aún entre los líderes políticos. La ignorancia crea un vacío que posibilita que estas creencias persistan. … Las naciones que han sido capaces de evitar tales ideas erróneas, por cualquier razón que sea, se han beneficiado en términos de prosperidad económica.”

De hecho, la historia económica de América Latina está plagada de ejemplos de cómo la burocracia estatal llegó a construir un andamiaje de trámites y regulaciones que sofocaban la iniciativa privada y el desarrollo de las empresas, sistema que aún ahora todavía no se termina de desmantelar. Sobre este tema y su impacto en la informalidad hace énfasis el análisis de Hernando De Soto2, particularmente sobre las restricciones que enfrentan grandes segmentos de la población en los países subdesarrollados para incorporarse a la corriente de la economía formal. Especialmente importante es la identificación del sistema legal vigente y la gran cantidad de trámites y regulaciones como la causa principal que obstaculiza la creación de empresas, el crecimiento de la actividad empresarial y el desarrollo de las economías.

Pero el analfabetismo económico no solamente se ha manifestado en la burocracia estatal, legisladores y abogados inventando cada día más trámites, impuestos, aranceles, normas y requisitos para hacerles la vida más difícil y complicada a los empresarios que crean la riqueza de donde salen los impuestos para mantener sus puestos, sino que también en los políticos, los gobernantes, los educadores, los estudiantes, los sindicatos y los trabajadores, los artistas y los intelectuales, los medios de comunicación, muchas ONGs, asociaciones civiles y otros grupos de la sociedad que se manifiestan actuando en contra de lo que la lógica económica prescribe.

El daño que causan es proporcional al poder y la influencia que tienen estos grupos en la economía cuando padecen de analfabetismo económico. De ahí que los mayores daños en la historia de las naciones han sido causados por gobernantes y políticos ignorantes de estos principios. Solamente basta echar un vistazo a la historia reciente de muchos países en el mundo para reconocer las consecuencias de la ejecución de políticas económicas miopes, equivocadas o la ausencia de ellas. El desarrollo hacia adentro, la sustitución de importaciones, el proteccionismo, la nacionalización de empresas y la estatización, la planificación centralizada, la fijación de precios, tipos de cambio y tasas de interés por el Estado, los subsidios a determinados grupos, las “reformas” agrarias y las políticas de “autosuficiencia alimentaria”, la cooperativización y colectivización forzadas, la gratuidad de servicios sociales sin recaudación de impuestos de contrapartida, y otro sin fin de políticas socialistas, populistas, aislacionistas y chauvinistas, no lograron más que disminuir la creación de riquezas y el nivel de vida en las sociedades donde se implementaron. Por qué? Por que todas ellas ignoraron e iban en contra de los mecanismos que propician el progreso económico.

Desde la extinta URSS y los países ex socialistas de Europa Oriental, la China de Mao, Vietnam, Corea del Norte, Mozambique y Cuba en un extremo, pasando por Egipto, Etiopía, Libia, Somalia, hasta la Argentina de Perón, el Perú de Alan García en los 70, los Sandinistas en Nicaragua y gran parte de los gobiernos que en América Latina a medias tintas siguieron algunas de estas recetas, nos muestran ejemplos de los desastrosos resultados que las políticas de sus gobiernos causaron. En muchos de estos casos, los líderes políticos y gobernantes fueron los causantes de haber llevado a sus respectivas naciones al borde del abismo. Y adivinen qué? Todos eran analfabetas económicos, lo cual no es sorprendente, pero al parecer, sus asesores también lo eran. No es difícil pronosticar entonces los resultados que tendrán la Argentina de Kirchner, la Bolivia de Evo Morales y la Venezuela de Chávez.

Lamentablemente, en nuestros países muchas decisiones sobre política económica permanecen en las manos de personas sin ninguna preparación en estos temas. Los partidos políticos que tienen las mayores cuotas de poder tampoco demuestran un conocimiento aceptable, ya no digamos dominio, sobre los temas económicos. Esto es triste y a la vez grave para el futuro del país. Hay decenas de ejemplos en los cuales los políticos toman las decisiones equivocadas que nos tienen anclados en el subdesarrollo.

Pero no solamente los políticos y los que están en los niveles de decisión del Estado pueden causar graves daños a la economía de una nación debido a su analfabetismo económico, sino también otros grupos sociales, y pocos son tan influyentes como los educadores y los comunicadores. Los maestros y profesores de educación básica, media y universitaria por una parte, y los periodistas y dueños de medios de comunicación por la otra, ejercen una influencia determinante en los estudiantes y la población en general. Por desgracia para nuestros pueblos, la mayoría de ellos desconoce el funcionamiento del sistema económico y confiere al Estado poderes ilusorios y hasta mágicos para solucionar los problemas que aquejan a la población: desempleo, pobreza, falta de servicios básicos, etc. De ahí que muchos se dedican a inculcar en su audiencia la necesidad de que el Estado resuelva todo por la vía de crear más empleos públicos, más subsidios para servicios sociales y controles de precios. No hacen falta quienes combinan esto con atacar a quienes consideran causantes de la pobreza, a los empresarios, apoyando la estatización y la nacionalización de empresas, ya que consideran que los pobres son pobres a causa de los ricos, visión sustentada en la vieja teoría marxista y en la obsoleta teoría de la dependencia.

Sin embargo, la realidad es todo lo contrario: las empresas son las únicas creadoras de riqueza en la economía y no pueden haber empresas sin empresarios que las creen y las manejen. Los burócratas han demostrado no ser una alternativa para esto. Sin empresas no hay empleos ni ingresos para los trabajadores, ni impuestos para que el Gobierno los destine a gastos sociales del resto de la población. Quienes aseguran lo contrario casi siempre han vivido de un salario y no tienen ni idea de lo que significa ser un empresario.

El resultado de todo esto es la creación de un sesgo anti empresarial en la sociedad que lleva a reforzar un círculo vicioso de cada vez menos empresas competitivas, cada vez menos empleo, cada vez menos salarios e ingresos, cada vez menos impuestos y cada vez menos gasto social, es decir, un proceso de involución económica causado por cada vez más personas poniendo obstáculos al desarrollo de las empresas; cada vez más personas pidiendo empleo sin tener idea de cómo crearlo y presionando los salarios hacia abajo; cada vez más personas presionando por subsidios y servicios sociales, impulsando a gobiernos irresponsables a endeudar a las próximas generaciones o a disparar la inflación; cada vez más personas pobres, con menos acceso a alimentación, salud, educación, vivienda, etc. que lleva a muchos a la delincuencia, la prostitución, las protestas violentas con destrucción de la propiedad pública y privada, y hasta la guerra civil. Las sociedades que caen en este proceso de involución económica y social también destruyen las instituciones democráticas y se ven incapacitadas de recuperar el control y la gobernabilidad. Esto es lo que se conoce como “Estados fallidos o fracasados” –failed states por su traducción del concepto original en inglés-. En África hay muchos de ellos. En América tenemos a Haití. Es claro que también puede haber otros elementos que influyen en que se llegue a este extremo, como los de orden político, religioso o racial, pero el sustrato económico es el mismo.

Afortunadamente no hemos llegado a estos extremos, debido que una pequeña parte de la población tiene un espíritu empresarial que la motiva y la impulsa a crear empresas, y con ello riquezas, empleo, ingresos, e impuestos. La fuerza de este pequeño contingente de empresarios y personas que comprenden el papel que las empresas desempeñan en la economía, es suficiente no sólo para impedir llegar al punto de involución sino también para mantener un pequeño crecimiento económico. Sin embargo, el tamaño de este contingente pro empresarial no es aún suficiente para lograr un despegue vigoroso de la economía que permita alcanzar en menos tiempo el status de país desarrollado. Hacen falta más personas que quieran ser empresarios en lugar de empleados. Hacen falta más personas que comprendan el funcionamiento del sistema económico y desde sus diferentes puestos en la sociedad contribuyan a la creación y fortalecimiento de las empresas, no al contrario como ahora sucede.

No creamos que esto es un problema solamente de países subdesarrollados. Algunos de los desarrollados también lo padecen. Por ejemplo, los disturbios en Francia en mayo de 2006 fueron una reacción a los intentos -luego fallidos- del gobierno para flexibilizar el mercado laboral y mejorar la competitividad de las empresas. En Alemania, los sindicatos -más flexibles e inteligentes que sus pares franceses- aceptaron un aumento de la jornada laboral y reducción de privilegios. En ambos países, el nivel de productividad de las empresas es capaz de sostener un alto nivel de vida para la población. Sin embargo, llega un momento en que la carga social es tan grande que hace perder competitividad a las empresas frente a las de otros países y es necesario reducir beneficios. Quienes comprenden cómo funciona el sistema económico se ajustan, quienes lo ignoran recurren a la guerra contra los empresarios. Podrá Francia evitar llegar al estancamiento? No lo sabemos. Lo único seguro es que la Unión Europea no le permitirá llegar al punto de involución.

En Nicaragua, a diferencia de Francia, no somos parte de un poder supra nacional que nos obligue a encarrilarnos por el rumbo correcto. Debemos hacerlo por convencimiento propio. Por eso necesitamos acabar con el analfabetismo económico. Qué debemos hacer para lograrlo?

Casi todo mundo está de acuerdo en que un pueblo educado es una condición básica para el desarrollo económico. Organizaciones internacionales, expertos en educación y economía, políticos e intelectuales prominentes coinciden en lo mismo. Pero pocos se dan cuenta de que no basta tener el mayor número de años de estudio, y que lo determinante es qué es lo que se aprende. El tema ausente en los currículos educativos que precisamente se requiere para acabar con el analfabetismo económico y sus consecuencias es la enseñanza de conceptos económicos elementales.

Estos temas hay que introducirlos en las escuelas primarias y secundarias. Es necesario educar a los niños y jóvenes para que conozcan los conceptos básicos de dónde sale el dinero que hace posible que sus padres les provean alimentación, vestuario, vivienda y cubran otras necesidades, cómo se paga a los maestros de las escuelas públicas, quiénes producen la riqueza y por qué es importante el papel del empresario, entre otras cosas. Para los jóvenes en las universidades, no importa la carrera que escojan, una materia obligatoria debe ser la enseñanza de los principios básicos de la economía para que puedan entender cómo funciona el sistema económico.

Si en las universidades y escuelas técnicas o aún en los últimos años de la secundaria -tomando en cuenta que la mayoría de nuestros jóvenes no continúa estudios superiores y se integra a la vida laboral- se les enseñaran los elementos básicos de cómo funciona la economía, aprenderían a valorar el papel que las empresas desempeñan en el progreso de la sociedad. Si esa enseñanza se complementara con el aprendizaje de los pasos y técnicas necesarias para crear y administrar negocios, tendríamos una juventud con espíritu empresarial, preparada para generar empleos, ingresos y riqueza para la sociedad, en lugar de jóvenes que terminan sus estudios y se frustran por no encontrar un puesto de trabajo.

Estos conocimientos ayudarían a los jóvenes a ejercer, una vez que ya están integrados a la vida laboral y desde cualquier posición que desempeñen, una influencia positiva en el fomento a la actividad empresarial y al desarrollo económico. Aún en la vida cotidiana, cuando tengan una conversación, lean el periódico, oigan la radio o vean en la TV a políticos, funcionarios, periodistas, sindicalistas, economistas o profesionales de otras disciplinas refiriéndose a asuntos de índole económica, sabrán distinguir entre los que saben de qué están hablando y los necios que hablan sin saber. Pero lo que es más importante, sabrán votar y escoger gobernantes que propongan y tengan la capacidad de ejecutar programas de gobierno que, aplicando las políticas económicas y sociales correctas, lleven al país por la senda del progreso económico y social.

P.D. Este artículo ha sido escrito corriendo el riesgo de enojar a aquellos que por una u otra razón no conocen de economía. Mis disculpas en caso así sea.

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