La personalidad de Marx

El pensamiento de las personas es producto de lo que aprenden y experimentan a lo largo de su vida, de lo que les transmiten otras personas a través de la educación formal, de lo que leen, escuchan y ven. Como personas, estamos expuestos a la influencia de los acontecimientos que se suceden en el entorno inmediato y más allá. Las condiciones de vida también determinan de manera importante la manera de cómo percibimos el mundo. Son entonces múltiples los factores que influyen en la manera como pensamos y en nuestra visión del mundo. De modo que lo que hablamos, escribimos o hacemos refleja esa visión.

Para entender la doctrina marxista es necesario remitirnos a considerar las condiciones de los lugares (Alemania, Francia, Bélgica e Inglaterra) y la época (1818-1883) en que vivió Marx, época de la primera revolución industrial y de un extraordinario florecimiento de nuevas ideas que cambiaron las sociedades, cuyas influencias perduran hasta hoy.

Karl Popper, describe los méritos de la personalidad de Marx en “La sociedad abierta y sus enemigos”. (1945): “No se puede hacer justicia a Marx sin reconocer su sinceridad. Su amplitud de criterio, su sentido de los hechos, su desconfianza de las meras palabras y, en particular, de la verbosidad moralizante, le convirtieron en uno de los luchadores universales de mayor influencia contra la hipocresía y el fariseísmo. Marx se sintió movido por el ardiente deseo de ayudar a los oprimidos y tuvo plena conciencia de la necesidad de ponerse a prueba no sólo en las palabras sino también en los hechos. Dotado principalmente de talento teórico, dedicó ingentes esfuerzos a forjar lo que él suponía las armas científicas con que podría lucharse para mejorar la suerte de la gran mayoría de los hombres. A mi juicio, la sinceridad en la búsqueda de la verdad y su honestidad intelectual lo distinguen netamente de muchos de sus discípulos (si bien no escapó por completo, desgraciadamente, a la influencia corruptora de una educación impregnada por la atmósfera de la dialéctica hegeliana «destructora de toda inteligencia» según Schopenhauer).”

Marx nació en una familia acomodada y pudo estudiar Derecho en la universidad, pero se inclinó por el estudio de la filosofía. Desde joven, era intolerante con todo aquel que no compartía sus ideas y tenía una personalidad dictatorial y arrogante. Desde su primer trabajo como periodista se distinguió por sus críticas frontales al gobierno y al sistema, que lo llevaron al exilio, igual que sucedió en otras ocasiones posteriores, por lo que vivió exiliado en París, Bruselas y Londres, en esta última ciudad la mayor parte del tiempo, donde pasó privaciones viviendo con su familia en la extrema pobreza, sobreviviendo del apoyo financiero de Friedrich Engels, quien compartía sus ideas. Por ello no es difícil comprender que odiara la pobreza y a los supuestos causantes de la misma. Aborrecía las ideas liberales y humanistas prevalecientes en esa época y consideraba como sus enemigos a todos aquellos intelectuales que las expresaban y a aquellos con los que compartía algunas ideas pero difería en otras.

Mikhail Bakunin lo describió como “ambicioso y vanidoso, pendenciero, intolerante y absoluto … vengativo hasta el punto de la locura“. “Nos vimos a menudo. Lo respetaba mucho por su aprendizaje y por su apasionada devoción, aunque siempre mezclada con la vanidad, a la causa del proletariado. Ansiosamente busqué su conversación, que siempre fue instructiva e ingeniosa cuando no estaba inspirada en el odio mezquino, ¡qué desgracia! Era muy a menudo el caso. Nunca hubo una intimidad franca entre nosotros, nuestros temperamentos no lo permitieron. Me llamó un idealista sentimental, y tenía razón; Lo llamé vanidoso, pérfido y astuto, y también tenía razón.”

Marx como pensador está en el camino correcto. Él ha establecido el principio de que la evolución jurídica en la historia no es la causa sino el efecto del desarrollo económico, y este es un concepto excelente y fructífero. Pensaba que no lo había originado —fue formulado en mayor o menor medida por muchos otros— a Marx le corresponde el crédito por haberlo establecido sólidamente como la base de un sistema económico. Por otro lado, Proudhon entendió y sintió la libertad mucho mejor que él. Proudhon, cuando no estaba obsesionado con la doctrina metafísica, era un revolucionario por instinto; él adoraba a Satanás y proclamó la anarquía. Muy posiblemente, Marx podría construir un sistema de libertad aún más racional, pero carece del instinto de libertad, sigue siendo un autoritario de pies a cabeza”.  “Bornstadt, Marx, Engels, especialmente Marx, envenenan la atmósfera. Vanidad, malevolencia, chismes, pretenciosidad y jactancia en teoría y cobardía en la práctica. Disertaciones sobre la vida, la acción y el sentimiento, y ausencia total de vida, de acción y de sentimiento… La repugnante adulación de los trabajadores más avanzados y la conversación vacía. Según ellos, Feuerbach es un “burgués”, y el epíteto es gritado hasta la saciedad por personas que son de la cabeza a los pies más burguesas que nadie en una ciudad de provincias, en resumen, necedades y mentiras, mentiras y necedades. En una atmósfera así, nadie puede respirar libremente. Me mantengo alejado de ellos y he declarado abiertamente que no iré a su …Sociedad Comunista de Sindicatos y que no tendré nada que ver con esta organización.” Mikhail Bakunin. Bakunin on Anarchy, p. 25-6 (by James Guillaume).

Entregó su vida a desarrollar sus ideas, pasando casi todo el tiempo dedicado a la investigación y la escritura de sus obras, aunque también desarrollando movimientos políticos ajustados a su doctrina. En sus últimos años, sin embargo logró tener mayores comodidades materiales pero su bibliomanía era insaciable, difiriendo la terminación de los dos últimos tomos de su obra principal, El Capital, que Engels tuvo que editar y publicar tras su muerte.

Algunos acusan a Marx de practicar el satanismo, por varios poemas que escribió en su juventud. Murray Rothbard citó los siniestros poemas de Marx en su libro Economía clásica. Rothbard no estaba convencido por aquellos que dicen que estos poemas fueron producto de un joven Marx, y que no tienen importancia para comprender al hombre. Aquí un enlace a los controvertidos poemas de Marx.

En su libro “Marx: Prophet of Darkness”, (1986), Richard Wurmbrand, transcribe dichos poemas y ofrece su razonamiento sobre la vinculación de Marx con el satanismo, como su amistad con otros que profesaban similares creencias como Proudhon, Bakunin y Heinrich Heine; el casamiento de dos hijas con practicantes del satanismo; su odio a los judíos (que luego Hitler compartiría y llevó al Holocausto) y sus ataques a la religión (que sus seguidores habrían de llevar a crueles extremos, especialmente contra los católicos); las misteriosas muertes en la infancia de cuatro de siete hijos e hijas y tres nietos, el suicidio de su yerno e hija, que atribuye a prácticas satánicas; su excesivo narcisismo, autoritarismo y desprecio por los demás, asumido posteriormente por los líderes comunistas que implantaron su deificación y el culto a su personalidad; su declarada opción por la violencia y la destrucción de todos los que consideraba como enemigos.

“He visto los escritos de Karl Marx y las fechas de lanzamiento que coinciden con la muerte de sus hijos y no puedo encontrar ninguna evidencia de que él haya sido conmovido por ninguna de sus muertes. Parte de su material se publica muy poco (días) después de la muerte de sus hijos y sigue siendo tan despiadado, odioso y sin emociones como la mayoría de su trabajo.Es bien sabido que la verdadera secta satánica tiene sacrificios de bebés como rituales. Sospecho mucho de las muertes que rodearon a muchos de sus hijos y los de su hija a una edad tan temprana”. Karl Marx and his Hateful Dream of Atheism

El satanismo en el mundo es tan real como el cristianismo, se practica y sucede. En el siguiente artículo se puede encontrar un breve resumen de estas prácticas.

Según Wurmbrand “Es esencial … declarar enfáticamente que Marx y sus camaradas, aunque anti-Dios, no eran ateos, como dicen los marxistas actuales. Es decir, mientras denunciaban e  injuriaban abiertamente a Dios, odiaban a un Dios en quien creían. Su existencia no es cuestionada; Su supremacía sí”.

Lo que los marxistas dicen sobre Karl Marx es un mito. No le preocupa la pobreza de sus semejantes, para lo cual la revolución fue la única solución. No amaba al proletariado,  los llamó “locos”, “estúpidos”, “asnos”, “bribones”, incluso obscenidades. Ni siquiera amaba a sus camaradas en la lucha por el comunismo. Llamó a Freiligrath “el cerdo”,  “judío negro” a Lassalle , a Bakunin “un cero teórico”.

Un teniente Tchekhov, un luchador en la revolución de 1848 que pasó noches bebiendo con Marx, comentó que el narcisismo de Marx había devorado todo lo bueno que había en él.

Marx ciertamente no amaba a la humanidad. Giuseppe Mazzini, que lo conocía bien, escribió que tenía “un espíritu destructivo. Su corazón estalla de odio en lugar de amor hacia los hombres”.

… Aunque Mazzini fue crítico con Marx, mantuvo su amistad con él. La Enciclopedia Judía dice que a Mazzini y Marx se les encomendó la tarea de preparar el discurso y la constitución de la Primera Internacional. Esto significa que eran pájaros de la misma pluma, aunque a veces se picoteaban el uno al otro.

No conozco testimonios de los contemporáneos de Marx que contradigan la evaluación de Mazzini. Marx, el hombre amoroso, es un mito construido solo
después de su muerte.

De hecho, su fragmento de verso favorito fue esta cita de G. Werth: “No hay nada más hermoso en el mundo que morder a los enemigos”. En sus propias palabras, dijo directamente: “Somos despiadados. No pedimos lástima: cuando llegue nuestro turno, no rechazaremos el terrorismo”. Estos no son los sentimientos de un hombre amoroso.  Marx and Satan. Richard Wurmbrand. 1986.

En una entrevista, el escritor alemán Peter Schneider dice:

Marx tenía algo que siempre me ocupó y al mismo tiempo me causaba rechazos. En toda la construcción marxista no hay una sola frase tan simple como es no matarás. No hay ningún principio que prohíba matar una cantidad cualquiera de personas en nombre de la revolución y por supuesto que esa falta de ética es un defecto fértil que vive en la estructura y siempre hace que se desplome.” Peter Schneider en Marx y sus herederos.  DW Documental.

Intentaré presentar un resumen de quién era Karl Marx, la persona, a partir de extractos de la biografía de Marx escrita por Isaiah Berlin (1909-1997), que puede dar luz para entender la personalidad del polémico pensador, creador de la doctrina marxista: 

Karl Heinrich Marx, el mayor de los tres varones de Heinrich y Henrietta Marx, nació el 5 de mayo de 1818, en Tréveris, en la Renania alemana, donde su padre ejercía la profesión de abogado. Otrora sede de un príncipe arzobispo, había sido ocupada unos quince años antes por los franceses y Napoleón la había incorporado a la Confederación del Rin. Tras su derrota, diez años después, el Congreso de Viena la adjudicó al reino prusiano, que iba expandiéndose rápidamente.

Comenzó su carrera académica como estudiante de la Facultad de Derecho. Abandonó los estudios de derecho para dedicarse por entero al estudio de la filosofía. En 1841 sus circunstancias personales sufrieron un súbito y catastrófico cambio: su padre, de quien dependía financieramente, murió dejando medios de subsistencia apenas suficientes a su viuda e hijos menores. Tenía ahora veinticuatro años, era un filósofo aficionado, sin ocupación fija, y lo respetaban en los círculos más progresistas por su erudición y por su talento como polemista irónico y mordaz. Era un idealista disidente, pero aún era idealista: un año antes había obtenido el grado de doctor en la Universidad de Jena con una tesis típicamente hegeliana.

… por aquella época Marx halló en él [Moses Hess] un aliado útil, puesto que Hess, que era un incansable agitador, había logrado persuadir a un grupo de industriales liberales de Renania para financiar la publicación de un diario radical que contendría artículos sobre temas políticos y económicos, dirigidos contra la política económicamente reaccionaria del gobierno de Berlín, y simpatizaría con las necesidades de la clase burguesa en ascenso. Se editó en Colonia y se tituló Rheinische Zeitung. Marx fue invitado a contribuir regularmente con artículos para este diario, a lo que consintió de buena gana; diez meses después fue su director. Era ésta su primera experiencia en la política práctica: dirigió el diario con inmenso vigor e intolerancia; su naturaleza dictatorial se afirmó enseguida en aquellas circunstancias y sus subordinados no pedían nada mejor que él hiciera lo que se le antojara y escribiera cuantas hojas del diario deseara. De diario moderadamente liberal, al punto pasó a ser un diario vehementemente radical, violento, más hostil al gobierno que cualquier otra publicación alemana.

En abril de 1843 se casó con Jenny von Westphalen, contra los deseos de la mayoría de la familia de ésta. Marx abandonó el territorio prusiano en noviembre de 1843 y dos días después llegó a París. El fermento social, político y artístico de París a mediados del siglo XIX es un fenómeno sin paralelos en la historia europea.

A fines de 1844 ya estaba familiarizado con las doctrinas políticas y económicas de los principales pensadores franceses e ingleses, las que examinó a la luz de su aún semi ortodoxo hegelianismo para fijar finalmente su propia posición, definiendo de modo categórico su actitud frente a aquellas dos tendencias inconciliables. Leyó principalmente a los economistas, comenzando con Quesnay y Adam Smith y finalizando con Sismondi, Ricardo, Say, Proudhon y sus seguidores. … Si Marx derivó de Hegel su concepción de la estructura histórica, esto es, de las relaciones formales entre los elementos que constituyen la historia, conoció estos elementos por Saint-Simón y sus discípulos, así como los nuevos historiadores liberales, Guizot, Thierry y Mignet.

… Si lo que Marx necesitaba era un plan completo de acción, basado en el estudio de la historia y la observación de la escena contemporánea, poca o ninguna simpatía le hubieron de inspirar los reformadores y profetas que se reunían en los salones y cafés de París por la época de su llegada. … Mucho más poderosamente se sintió atraído por el partido que, para distinguirse de los moderados, a quienes se llamaba socialistas, adoptó el nombre de partido de los comunistas.

Sólo uno de los comunistas a quienes conoció en París le pareció poseer una auténtica comprensión de la situación. Se trataba de un tal Friedrich Engels, joven radical alemán de familia acomodada, hijo de un fabricante de tejidos de Barmen. Engels comenzó por ser poeta y periodista radical y acabó siendo, después de la muerte de Marx, el líder reconocido del socialismo internacional que, en vida suya, se había desarrollado para convertirse en movimiento mundial. Era un hombre de mente sólida y robusta, pero escasamente creadora; un hombre de excepcional integridad y fuerza de carácter, variadamente dotado, pero que poseía, en particular, sorprendente capacidad para la rápida asimilación de conocimientos. Mostraba un intelecto penetrante y lúcido y un sentido de la realidad como muy pocos, o quizá ninguno de sus contemporáneos radicales, podían ostentar; personalmente poco dotado para el descubrimiento original, tenía excepcional talento para investigar, determinar y percibir la aplicabilidad práctica de los descubrimientos de otros. Su destreza para escribir rápida y claramente, su paciencia y lealtad ilimitadas, lo convirtieron en ideal aliado y colaborador del inhibido y difícil Marx, cuya redacción era a menudo desmañada, sobrecargada y oscura.

Si Marx trató a Bakunin como a un igual, no ocultó su desprecio por el otro famoso agitador, Wilhelm Weitling, a quien conoció por la misma época. Sus relaciones con Proudhon fueron mucho más complicadas. En 1847 y como réplica a La filosofía de la miseria apareció La miseria de la filosofía, que contenía el ataque más acerbo lanzado por un pensador contra otro desde las celebradas polémicas del Renacimiento.

…Por ello, el rastrear las fuentes directas de cada una de las doctrinas expuestas por Marx es una tarea relativamente simple, a la que sus numerosos críticos se dedicaron con ansiedad, desde luego excesiva. … La teoría laboral del valor deriva de Locke, Adam Smith, Ricardo y los otros economistas clásicos; la teoría de la explotación y la plusvalía se halla en Fourier, y el modo de ponerle remedio, merced a un deliberado control estatal, en los escritos de los primeros socialistas ingleses, tales como Bray, Thompson y Hodgskin; Max Stirner enunció la teoría de la alienación de los proletarios por lo menos un año antes que Marx. La influencia de Hegel y de la filosofía alemana es la más profunda y más ubicua de todas.

… El gobierno de Guizot expulsó a Marx de París a principios de 1845. … Bakunin y Marx fueron expulsados a pesar de las vigorosas protestas de la prensa radical. Bakunin se dirigió a Suiza, y Marx, con su mujer y su hija de un año, Jenny, a Bruselas, donde poco después se le reunió Engels, que había retornado de Inglaterra con ese propósito.

… Karl Marx pertenecía espiritualmente a una generación anterior o posterior, pero, desde luego, no a su propia época. Carecía de penetración psicológica, y la pobreza y el duro trabajo no habían aumentado su receptividad emotiva; esta extrema ceguera a la experiencia y carácter de las personas que no estaban dentro de su esfera de experiencia inmediata hacía que su relación con el mundo externo se mostrase singularmente ruda; había vivido un breve período sentimental cuando estudiaba en Berlín, pero eso ya había acabado para siempre. Consideraba el sufrimiento moral o emocional, así como las crisis espirituales, como complacencias burguesas imperdonables en tiempo de guerra; como después Lenin, parecía que sólo le inspiraban menosprecio aquellos que, en el calor de la batalla y mientras el enemigo ganaba una posición tras otra, se preocupaban por el estado de su alma.

Se puso a trabajar para crear una organización revolucionaria internacional. … Bajo la guía de éste, la Liga de los Comunistas creció rápidamente y comenzó a abarcar grupos de trabajadores radicales, diseminados en su mayor parte en las zonas industriales de Alemania. … En 1847 el centro londinense de la Liga de los Comunistas mostró su confianza en Marx y Engels al encomendarles la redacción de un documento que enunciara las creencias y aspiraciones del grupo. Marx abrazó ansiosamente esta oportunidad de compendiar explícitamente la nueva doctrina, que al fin había tomado forma definitiva en su cerebro. Entregó el escrito en 1848. Se publicó, pocas semanas antes del estallido de la revolución de París, bajo el título de Manifiesto del Partido Comunista. … Como instrumento de propaganda destructiva, no tiene igual en parte alguna; el efecto que produjo en las generaciones subsiguientes no tiene paralelo. … El gobierno belga, que se comportaba con considerable tolerancia con los exilados políticos, no pudo pasar por alto esta formidable publicación y bruscamente expulsó a Marx y a su familia de su territorio. Al día siguiente estalló en París la revolución desde hacía tiempo esperada. Flocon, miembro radical del nuevo gobierno francés, invitó a Marx en una carta lisonjera a volver a la ciudad revolucionaria.

Para junio de 1848 la fase heroica de la revolución de París había llegado a su fin y los grupos conservadores comenzaron a rehacer sus tuerzas. … La sublevación de junio puede considerarse el primer alzamiento puramente socialista que se produjo en Europa, pues estaba conscientemente dirigido contra los liberales no menos que contra los legitimistas.

Por su parte, el gobierno prusiano, convencido ahora de que poco tenía que temer del sentimiento popular, ordenó la disolución de la asamblea democrática. Ésta replicó declarando ilegales todos los impuestos decretados por el gobierno. Marx apoyó vehementemente tal decisión y exhortó al pueblo a resistir todo intento de recaudar los impuestos.

Marx fue arrestado por incitación a la sedición y juzgado ante un tribunal en Colonia. Aprovechó la oportunidad para pronunciar un discurso de gran extensión y erudición en el que analizó detalladamente la situación política y social imperante en Alemania y en el exterior. El resultado fue inesperado: al anunciar la absolución, el presidente del jurado expresó que deseaba agradecer a Marx, en nombre propio y en el del jurado, la interesante e inusitadamente instructiva conferencia de la que todos habían sacado gran provecho. El gobierno prusiano, que cuatro años antes había anulado su ciudadanía prusiana, no pudiendo modificar el veredicto judicial, lo expulsó de Renania en julio de 1849. Se dirigió a París, donde la agitación bonapartista a favor del primer sobrino de Napoleón se había tornado aún más confusa.

… Llegó a Londres el 24 de agosto de 1849; su familia lo siguió un mes más tarde, y Engels … llegó a principios de noviembre. Encontró a Marx convencido de que la revolución podía estallar una vez más en cualquier momento y ocupado en la redacción de un folleto contra la conservadora república de Francia.

En el caso de Marx, la extrema pobreza y desolación eran factores que se añadían para desecar aún más su carácter anti romántico e indoblegable. Al paso que estos años de exilio lo beneficiaron como pensador y revolucionario, lo cierto es que también lo forzaron a retirarse casi enteramente al estrecho círculo compuesto por su familia, Engels y unos pocos amigos íntimos como Liebknecht, Wolff y Freiligrath. Como figura pública, su aspereza, su agresividad y sus celos, su deseo de aplastar a todos los rivales, aumentaron con los años; el desagrado que le inspiraba la sociedad en que vivía se fue haciendo cada vez más agudo, y su contacto personal con miembros individuales de ella, cada vez más difícil; se mostraba más considerado con los extranjeros «burgueses» que con los socialistas que estaban fuera de su órbita; disputaba fácilmente y no le agradaban las reconciliaciones. Mientras pudo apoyarse en Engels, no necesitó de otra ayuda, y hacia el fin de su vida, cuando el respeto y la admiración que se le prodigaban habían llegado al punto más alto, nadie se atrevía a acercarse mucho a él por temor de un rechazo particularmente humillante. Como a muchos grandes hombres, le agradaba la lisonja y, más aún, la sumisión total; en sus últimos años obtuvo ambas sin reticencias y murió rodeado de mayores honores y comodidades materiales que los que había disfrutado en cualquier otro período de su vida.

… Permaneció casi indiferente al contorno y vivía encerrado en su propio mundo, sobre todo alemán, constituido por su familia y un reducido grupo de amigos íntimos y camaradas políticos. Conoció a pocos ingleses y ni los comprendió ni se interesó por el modo de vida de éstos. Era un hombre insólitamente impermeable a la influencia del ambiente; sólo le interesaba lo que estaba impreso en los diarios o en los libros, y hasta su muerte apenas tuvo conciencia de la calidad de vida que lo rodeaba o de su telón de fondo social y natural.

… Los desastres de 1848 no conmovieron para nada las creencias teóricas de Marx, pero lo obligaron a revisar seriamente su programa político. En los años 1847-48 influyó tanto en él la propaganda de Weitling y Blanqui que comenzó a creer, contra su natural inclinación hegeliana, que podría realizarse una revolución coronada por el éxito mediante un golpe de estado llevado a cabo por un grupo reducido, pero resuelto, de revolucionarios adiestrados que, después de tomar el poder, podrían mantenerse en él, constituyendo ellos mismos el comité ejecutivo de las masas en cuyo nombre obraban. … Denominó a este necesario interludio estado de revolución permanente; la conduciría la dictadura del proletariado, clase revolucionaria que prevalecería sobre el resto «como un necesario paso intermedio para llegar a la abolición de todas las distinciones de clases, a la abolición de todas las relaciones productivas existentes en que descansan tales distinciones, a la abolición de todas las relaciones sociales que corresponden a estas relaciones productivas y a la completa inversión de todas las ideas que derivan de semejantes relaciones sociales». … Esta doctrina (cuya más clara formulación se halla en el mensaje de Marx de 1850 a la Liga de los Comunistas) es bien conocida porque (revivida por el agitador ruso Parvus) en 1905 Trotski urgió su aplicación, la adoptó Lenin y, en 1917, ambos la pusieron en práctica en Rusia con la fidelidad más literal. Empero, el propio Marx la abandonó a la luz de los sucesos de 1848.

En cuanto a la situación financiera de Marx, fue desesperada por muchos años: no contaba con una fuente regular de ingresos, su familia crecía y su reputación excluía la posibilidad de que hallara trabajo en cualquier firma respetable. La desolada pobreza en que él y su familia vivieron durante los veinte años siguientes, así como la indecible humillación que esto significó para él, han sido con frecuencia descritas: primero la familia erró de un tugurio a otro, de Chelsea a Leicester Square, y de allí a los arrabales sórdidos de Soho, azotados por las enfermedades; a menudo no había dinero en casa para pagar a los proveedores y la familia debía morirse de hambre literalmente hasta obtener un préstamo o hasta que Engels enviara un giro de una libra; a veces toda la ropa de la familia estaba pignorada y se veían forzados a permanecer largas horas sin luz ni comida, interrumpidas sólo por las visitas de importunos acreedores a quienes recibía en la puerta alguno de sus hijos con la invariable y automática respuesta: «El señor Marx no está»

… Un hombre de genio obligado a vivir en una buhardilla, a ocultarse cuando sus acreedores se tornan importunos, o yacer en cama porque sus ropas están pignoradas, es una figura convencional de comedia alegre y sentimental. Marx no era un bohemio y sus infortunios lo afectaban trágicamente. Era orgulloso, excesivamente susceptible, y mucho le exigía al mundo: las pequeñas humillaciones e insultos a que su situación lo exponían, la frustración de sus deseos de ocupar una posición dominante a la que se sentía merecedor, la represión de su colosal vitalidad natural, todo ello se volvía contra sí mismo y lo llevaba a paroxismos de odio y cólera. Sus amargos sentimientos a menudo hallaban cauce en sus escritos y en largas y salvajes venganzas personales. Veía complots, persecuciones y conspiraciones por doquier, y cuanto más sus víctimas protestaban de su inocencia, tanto más se convencía de su duplicidad y su culpa. Su modo de vida consistía en visitas diarias a la sala de lectura del Museo Británico, donde permanecía normalmente desde las nueve de la mañana hasta que cerraba a las siete; a esto seguían largas horas de trabajo nocturno durante las que fumaba incesantemente, hasta el punto de que el fumar, de placer se había convertido en indispensable anodino; esto afectó permanentemente su salud y se vio expuesto a frecuentes ataques de una enfermedad hepática, a veces acompañados de forúnculos y una inflamación de los ojos que lo obligaban a interrumpir el trabajo, lo agotaban e irritaban. 

Por ello no es difícil comprender que odiara la pobreza, y la esclavitud y degradación que ella acarrea, por lo menos tan apasionadamente como la servidumbre. Ofrece las descripciones, diseminadas en sus obras, de la vida en los suburbios industriales, en las ciudades mineras o las plantaciones, así como de la actitud de la opinión civilizada respecto de ella, con una combinación de violenta indignación y fría, contenida amargura que, particularmente cuando entra en detalles y el tono se vuelve inesperadamente calmo y monótono, posee una calidad aterradora e infunde insoportable cólera y vergüenza en lectores a quienes no habían conmovido la ruda retórica de Carlyle, el digno y humano alegato de J. S. Mili, o la avasalladora elocuencia de William Morris y los socialistas cristianos. Durante aquellos años murieron tres de sus hijos —los varones Guido y Edgar y la niña Franziska—, en gran medida como resultado de las condiciones en que vivían. … No era comunicativo por naturaleza, y jamás se abandonaba a la compasión de sí mismo; en sus cartas a Engels a menudo satirizó los propios infortunios con una sombría ironía que puede ocultar a un lector casual la desesperada situación en que frecuentemente se encontraba. Pero cuando en 1856 murió a los seis años su hijo Edgar, a quien profesaba tierno afecto, el dolor traspasó aquella reserva de hierro.

Un leve alivio llevó a esta situación la súbita propuesta de escribir regularmente artículos sobre asuntos europeos para el New York Daily Tribune. El New York Daily Tribune era un diario radical, fundado por un grupo de discípulos norteamericanos de Fourier, que por entonces tenía una circulación de más de doscientos mil ejemplares y era probablemente el más importante diario del mundo; su posición era ampliamente progresista. … Durante casi diez años escribió notas semanales que trataban de gran diversidad de temas y que aún hoy revisten cierto interés.

Durante toda su vida se esforzó por destruir o atenuar la influencia de los dirigentes populares y demagogos que creían en el poder del individuo para modificar el destino de las naciones. Sus salvajes ataques a Proudhon y Lassalle, así como su duelo posterior con Bakunin, no eran meras maniobras en la lucha por la supremacía personal por parte de un hombre ambicioso y despótico dispuesto a destruir a todos sus posibles rivales.

En 1860 la fama e influencia de Marx se limitaban a un estrecho círculo; desde los juicios de Colonia (1851) se había perdido el interés por el comunismo; con el extraordinario desarrollo de la industria y el comercio, la fe en el liberalismo, en la ciencia, en el progreso pacífico, volvió a ganar a las gentes. El propio Marx casi estaba comenzando a adquirir el interés de una figura histórica, a ser considerado como el formidable teórico y agitador de una generación anterior, ahora desterrado y desamparado y que subvenía a sus necesidades en un oscuro rincón de Londres escribiendo ocasionales artículos periodísticos. 

Pero quince años después todo esto había cambiado. Aun relativamente desconocido en Inglaterra, su figura se había agigantado en el extranjero y algunos lo consideraban el instigador de cualquier movimiento revolucionario que estallara en Europa, el fanático director de un movimiento mundial empeñado en subvertir el orden moral, la paz, la felicidad y prosperidad de la humanidad. Éstos lo representaban como el genio malo de la clase trabajadora, que conspiraba para minar y destruir la paz y la moral de la sociedad civilizada, que explotaba sistemáticamente las peores pasiones del populacho, que creaba injusticias y motivos de queja allí donde no existían, que vertía vinagre en las heridas de los descontentos, exacerbando sus relaciones con los patronos a fin de crear un caos universal en el que todos y cada uno habían de perder, y así, finalmente, todos se hallarían al mismo nivel, los ricos y los pobres, los malos y los buenos, los industriosos y los ociosos, los justos y los injustos. Otros veían en él al más infatigable y devoto estratega de las clases trabajadoras de todos los países del mundo, la autoridad infalible en todas las cuestiones teóricas, el fundador de un movimiento irresistible destinado a acabar con la injusticia y la desigualdad por medio de la persuasión o de la violencia. Se les aparecía como un iracundo e indomable Moisés moderno, el conductor y salvador de todos los humillados y oprimidos, con la figura más suave y más convencional de Engels a su lado, un Aarón dispuesto a exponer sus ideas a las extraviadas y poco esclarecidas masas del proletariado.

… El siglo XIX ofrece muchos críticos sociales y revolucionarios notables no menos originales, no menos violentos, no menos dogmáticos que Marx, pero ninguno se nos presenta tan exclusivamente concentrado en un solo propósito, tan absorbido en hacer de cada palabra y cada acto de su vida un medio enderezado a un fin único, inmediato, práctico, ante el cual no había nada tan sagrado que no debiera sacrificarse.

…Las relaciones con su familia fueron siempre —inclusive con la difícil Eleanor— cálidamente afectuosas. El sociólogo ruso Kovalevsky, que solía visitarlo en los últimos años, quedó agradablemente sorprendido por su urbanidad. Habitualmente se describe a Marx —escribió muchos años después— como a un hombre sombrío y arrogante que rechazaba de plano toda la ciencia y la cultura burguesa. En realidad, era un caballero anglo germánico bien educado y muy cultivado, un hombre cuya última relación con Heine había desarrollado en él una vena de sátira jovial, un hombre que rebosaba de la alegría de vivir gracias al hecho de que su posición personal era extremadamente cómoda. Este retrato que nos pinta a Marx como dueño de casa alegre e ingenioso expresa por lo menos, aunque no sea del todo convincente, el contraste con los primeros años que vivió en el arrabal de Soho. …  A pesar de todo su amor por la lectura, su gusto literario era, en términos generales, vulgar. Nada hay que indique que le agradaran la pintura o la música; su pasión por los libros era excluyente.

Y como su bibliomanía creciera, los temores de Engels se vieron confirmados; fue escribiendo cada vez menos y abandonó todo intento de poner orden en la caótica montaña de notas manuscritas en la que se basaron el segundo y el tercer volúmenes de Das Kapital, editados por Engels, y los estudios suplementarios que formaron el cuarto volumen, editado por Kautsky. Son muy enjundiosos y en modo alguno inferiores al primer volumen, que se convirtió en un clásico. Físicamente, declinaba con rapidez. En 1881, Jenny Marx murió de cáncer, después de una larga y penosa dolencia. «Con ella, también ha muerto el Moro», dijo Engels a su hija predilecta, Eleanor. Marx vivió dos años más, manteniendo siempre una voluminosa correspondencia con italianos, españoles, rusos, pero sus fuerzas se habían extinguido virtualmente. En 1882 y después de un invierno particularmente crudo, su médico lo envió a Argel a fin de que se repusiera. Llegó allí con una aguda pleuresía, que había contraído en el viaje. Pasó un mes en África del Norte, donde reinaba un clima insólitamente frío y húmedo, y regresó a Europa enfermo y agotado. Después de algunas semanas de vano errar por las ciudades de la Riviera francesa en busca del sol, fuese a París, donde permaneció algún tiempo con su hija mayor Jenny Longuet. Poco después de regresar a Londres recibió la noticia de la súbita muerte de ésta. Nunca se recobró del todo de tal golpe; cayó enfermo el año siguiente, se le desarrolló un absceso en el pulmón y el 14 de marzo de 1883 murió mientras dormía en su gabinete, sentado en un sillón. Fue sepultado junto a su mujer en el cementerio de Highgate.

…Marx luchó contra la mezquina y cínica sociedad de su tiempo, que, según le parecía, vulgarizaba y degradaba cualquier relación humana, con odio no menos profundo. Pero su espíritu estaba hecho de un tejido más fuerte y crudo; era insensible, estaba dotado de una poderosa voluntad y sólo tenía confianza en sí mismo. No estaba en su mano suprimir las causas de su propia infelicidad, que eran la pobreza, la enfermedad y el triunfo del enemigo. Su vida interior parece tranquila, falta de complicaciones y confiada. Veía el mundo en simples términos de blanco y negro; los que no estaban con él, estaban contra él. Sabía de qué lado estaba, empleó la vida en luchar por una causa y sabía que ésta había de vencer finalmente.  

Hasta aquí el resumen de la biografía escrita por Isahia Berlin. 

Una acotación final sobre la conexión entre su vida laboral y su obra. Su única ocupación fue ser un periodista asalariado, pero esporádicamente. La mayor parte del tiempo vivió de dilapidar la fortuna heredada de su padre y la de su esposa. Luego, cuando acabó con ella, tuvo que ser mantenido por Engels. El periódico del “imperio” capitalista The New York Times, le dio trabajo en su peor época de penuria. Jamás supo lo que era ganarse la vida iniciando su propio negocio. Su inteligencia no le daba para eso o pensaba que era demasiado inteligente como para ejercer una ocupación que menospreciaba. Tenía el ego de un aristócrata.

Si hubiera experimentado lo que es iniciar y manejar un negocio, por pequeño que fuera, no hubiera omitido la real función de los empresarios en la economía y la sociedad y no hubiera caído en la falacia de atribuir solamente a los trabajadores la función de creación de valor, núcleo sobre el cual basa todo su andamiaje teórico.

Arturo J. Solórzano
Mayo de 2019

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