Propiedad y Progreso

 “La vida, la libertad y la propiedad no existen porque los hombres hayan hecho leyes. Por el contrario, fue el hecho de que la vida, la libertad y la propiedad existieran de antemano lo que hizo que los hombres hicieran leyes en primer lugar.” Frederic Bastiat

En última instancia, los derechos de propiedad y los derechos personales son lo mismo.” Calvin Coolidge

Tanto los derechos de libertad de expresión como los derechos de propiedad pertenecen legalmente a los individuos, pero su función real es social, para beneficiar a un gran número de personas que no ejercen estos derechos.” Thomas Sowell

“La teoría del comunismo se puede resumir en una frase: Abolir toda propiedad privada.” Karl Marx

“El hecho de que el deseo de propiedad es uno de los elementos de la naturaleza humana sugiere un argumento fatal para la teoría comunista.” Herbert Spencer

“Así como el hombre no puede existir sin su cuerpo, tampoco puede existir ningún derecho sin el derecho a … pensar, a trabajar y conservar los resultados, lo que significa: el derecho de propiedad.” Ayn Rand

“Tiramos al viento el viejo dogma de que los gobiernos pueden otorgar derechos. Antes de que se organizaran los gobiernos, nadie niega que cada individuo poseía el derecho a proteger su propia vida, libertad y propiedad.” Susan B. Anthony

“Si la historia pudiera enseñarnos algo, sería que la propiedad privada está indisolublemente ligada a la civilización.” Ludwig von Mises

La libertad  individual y la propiedad privada son la fuente fundamental del progreso.

El tema de la propiedad es tal vez en el que existen las posiciones más contrapuestas. De hecho, según sea el tratamiento del derecho a la propiedad, así habrán resultados diferentes en los temas de igualdad y libertad.

…La lucha por la abolición de la propiedad individual, por la colectivización, aunque no de manera integral, de los medios de producción, siempre ha sido, para la izquierda, una lucha por la igualdad, por la remoción del obstáculo principal para la realización de una sociedad de iguales. Richard Pipes. Propiedad y Libertad, La Piedra Angular de la Sociedad Civil. 2002.

La propiedad privada legítima es un derecho humano fundamental. Las personas tienen derecho a disfrutar del fruto de su trabajo y libertad para hacer uso de su propiedad. En el ejercicio de ese derecho, pueden aumentar su propiedad y están en libertad también de compartirla según su voluntad. Solamente la propiedad privada de los medios de producción puede asegurar la creación eficiente y sostenida de más riqueza. De hecho, los países de mayor desarrollo económico son los que han garantizado el derecho a la propiedad privada. Lea La evidencia del progreso en el mundo.

Para la izquierda, las personas tienen derecho a disfrutar de la propiedad de bienes de uso, pero tienen diferencias en cuanto a los derechos sobre los medios de producción. Para la extrema izquierda, en la que se ubican los socialistas y comunistas, todos –o casi todos- los medios de producción no deben ser de propiedad privada, sino de propiedad “social”, otra palabra para no decir “estatal”, ya que en la práctica es el Estado el propietario que los administra, supuestamente en nombre de la sociedad, pero que también en la práctica, usufructúa en beneficio de la clase que detenta el poder político.

En su libro «La Nueva Clase», Milovan Djilas dice al respecto:

La revolución comunista, … destruye al capitalista, al terrateniente, la propiedad privada, es decir la propiedad que utiliza fuerza de trabajo ajena. Esto crea inmediatamente la creencia de que se cumple la promesa revolucionaria de un nuevo reinado de la igualdad y la justicia.  … Como cuestión de forma, el Estado se convierte también en propietario de esa propiedad. … Es la burocracia la que usa, administra y controla oficialmente tanto la propiedad nacionalizada y socializada como la vida entera de la sociedad. El papel de la burocracia en la sociedad, es decir la administración monopolista y el control de la renta y los bienes nacionales, le da una posición especial privilegiada.  En realidad esa clase privilegiada realiza esa función utilizando la maquinaria del Estado como una cubierta y un instrumento. … esta “nueva clase” obtiene su poder, sus privilegios, su ideología y sus costumbres de una forma de propiedad peculiar: la propiedad colectiva, que la clase administra y distribuye en nombre de la nación y de la sociedad.

Ya casi no quedan sistemas económicos socialistas o comunistas en el mundo donde todas las empresas son de propiedad estatal. Solamente quedan Cuba y Corea del Norte y su fracaso económico es evidente. China y Vietnam, donde gobiernan partidos comunistas, tuvieron que privatizar empresas estatales y permitir la inversión privada para poder progresar. El sistema económico socialista, de empresa estatal y economía planificada, llegó a abarcar un tercio de la población mundial cuando existió la Unión Soviética y los países socialistas ocupados de Europa Oriental, hasta su desaparición a fines de la década del 80 y su transformación en economías de mercado basadas en la propiedad privada. Otros intentos, con diferentes énfasis de estatización, también han resultado en lamentables fracasos económicos, como en Venezuela y varios países africanos. Lea Los fracasos del “Socialismo Real”.

El colectivismo es otra forma que rechaza la propiedad privada individual. En este caso, la propiedad es administrada por un grupo de personas, independiente de la autoridad estatal. Se trata de propiedad privada, no estatal ni perteneciente a toda la sociedad. El cooperativismo es una forma de colectivismo. No es un concepto exclusivo de la derecha ni de la izquierda.

Una manera de esquilmar la propiedad individual, no ya de eliminarla por completo, son los impuestos. Estos existen desde la antigüedad, desde que existe el Estado y son aceptados por la sociedad, vistos como una contribución para el funcionamiento de la administración pública. Sin embargo, no son una contribución voluntaria, sino coactiva. Aun así, se consideran como necesarios para evitar el comportamiento del “free rider”, del que optaría por no contribuir pero sí recibir los servicios públicos.

Los Estados modernos han venido aumentando de tamaño y requiriendo cada vez más recursos para cubrir el costo de las burocracias y de los servicios que prestan. El “Estado de Bienestar” de los países desarrollados y el “Estado Populista” de los subdesarrollados extraen recursos del sector privado, principalmente de las empresas y de los que trabajan en el sector formal de la economía, para redistribuirlos a otros destinatarios que están fuera del sector productivo.

El Estado mínimo por el que advoca la derecha no existe. El Estado hoy es, en todas partes, del tipo que advoca la izquierda. Con diferentes grados de intervención y eficiencia, los Estados son redistribuidores de la riqueza, con el propósito de conseguir mayor igualdad, principalmente mayor igualdad de ingresos y consumo.

De modo que hoy nadie discute la necesidad de redistribuir ingresos desde los que más los generan hacia los que menos generan. La discusión debe más bien centrarse en tres  aspectos: uno es el destino y la prioridad de la distribución, el otro es el nivel de ingresos  que se puede extraer para redistribuir sin que provoque una reducción de ese nivel y otro no menos importante es la eficiencia en ambas acciones: tributación y distribución del gasto.

Empecemos por el último. la eficiencia en la tributación y distribución del gasto.

En el título de su célebre libro de 1975, Arthur Okun nos dijo que el «gran balance» que enfrenta la sociedad es entre igualdad y eficiencia. Podemos usar el sistema del gobierno, los impuestos y las transferencias para trasladar los ingresos de los ricos a los pobres, pero ese sistema es un «cubo con fugas». Parte del dinero se pierde a medida que se mueve. Esta filtración no debería impedirnos tratar de redistribuir, argumentó Okun, porque valoramos la igualdad. Pero debido a que también nos preocupa la eficiencia, la filtración nos detendrá antes de igualar completamente los recursos económicos.

…El planificador social quiere mover los recursos económicos de aquellos con alta productividad y baja utilidad marginal hacia aquellos con menor productividad y mayor utilidad marginal. …Si redistribuye los ingresos demasiado, los individuos de alta productividad comenzarán a actuar como si fueran individuos de baja productividad.

…En particular, la redistribución óptima depende del grado en que el esfuerzo laboral responda a los incentivos. Si la oferta de esfuerzo es completamente inelástica, entonces el balde no tiene fugas y el planificador social puede alcanzar el resultado igualitario. … Pero si el esfuerzo laboral responde sustancialmente a los incentivos, entonces el cubo es más como un tamiz, y el planificador social debería intentar una redistribución escasa o nula. Por lo tanto, mucho debate entre los economistas sobre la redistribución óptima se centra en la elasticidad de la oferta laboral. N. Gregory Mankiw. Defending the One Percent. 2013.

La ineficiencia del Estado es histórica. Hay Estados más eficientes que otros en el manejo de los recursos. Eso depende en buena parte de la cultura de cada país, básicamente del nivel de corrupción. Las evidencias de que el Estado en América Latina es un gran despilfarrador de recursos salieron a luz con la publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de su informe insignia  “Mejor Gasto para Mejores Vidas. Cómo América Latina y el Caribe puede hacer más con menos” (2018) que muestra que cada año, la ineficiencia en el gasto de los Gobiernos de América Latina y el Caribe genera un despilfarro total de 220.000 millones de dólares, el equivalente a un 4,4% del PIB. «Esa cifra, bien invertida, sería suficiente para acabar con la pobreza extrema en la región» asegura Alejandro Izquierdo, economista jefe del BID.  Para ampliación sobre este tema ver: El Estado, un problema o solución?

Veamos ahora cuál es el nivel de ingresos máximo que se puede extraer para redistribuir sin obtener el efecto contrario.

Para ilustrar sobre el tema de los impuestos a los ingresos y sus consecuencias, transcribo estos párrafos de Dan Mitchel sobre el tema. Sus afirmaciones están soportadas con datos.

«Cuando los políticos intentan castigar a los ricos, somos los demás los que pagamos el precio. Como Winston Churchill dijo  «para una nación, ponerse impuestos para prosperar, es como un hombre parado en un balde y tratando de levantarse de la agarradera».

En segundo lugar, las altas tasas impositivas sobre los ricos no generarán muchos ingresos. Como explicamos en nuestra serie de videos sobre la curva de Laffer, las altas tasas impositivas desalientan a las personas a trabajar ahorrando e invirtiendo. Esto significa que producen menos ingresos imponibles. Las altas tasas impositivas también alientan a las personas a esconderse en refugios fiscales y declarar sus ingresos de manera insuficiente. Y esta evasión fiscal también reduce los ingresos imponibles. Y si los ingresos imponibles caen lo suficiente, pueden compensar por completo el impacto de la tasa impositiva más alta, lo que significa menos ingresos. Dan Mitchell.  Five Key Reasons to Reject Class-Warfare Tax Policy.

Los impuestos progresivos al ingreso y al capital de las empresas frenan su crecimiento al reducir los incentivos para invertir en la investigación y desarrollo de productos y servicios, orientada a satisfacer las crecientes necesidades de los consumidores, sino también a reducir incentivos para mejorar la calidad, reducir los precios de venta o aumentar los niveles de producción y llegar a más consumidores.

…”La filosofía que subyace al sistema de impuestos progresivos es que los ingresos y la riqueza de las clases acomodadas se pueden aprovechar libremente. Lo que los defensores de estas tasas impositivas no se dan cuenta es que la mayor parte de los ingresos gravados no se habrían consumido, sino ahorrado e invertido. De hecho, esta política fiscal no solo evita la acumulación adicional de nuevo capital. Provoca la desacumulación de capital.”  Ludwig von Mises. Planning for Freedom. 1952, 1974, 2017.

La elasticidad del esfuerzo laboral depende mucho de la cultura. Hay sociedades donde se valora más el ocio,  el goce del tiempo libre en el presente y el consumo inmediato, y hay otras donde se valora más el trabajo y el ahorro para el futuro.  Incrementos en la tributación a los ingresos de negocios y capital tendrán menor efecto en las primeras y causarán mayor desincentivo en las segundas.  También, el efecto será distinto en sociedades más homogéneas o más heterogéneas. En las primeras, el impuesto se percibe más como una contribución con la que se está de acuerdo, mientras que en la segunda, se percibe más como una obligación impuesta con la que poco se está de acuerdo.

También depende del grado de confianza que los agentes económicos tienen en la eficiencia del manejo de los recursos por parte del Estado. Si la percepción es que existe mucha filtración por corrupción y uso inefectivo de los recursos en la redistribución hacia los sectores de menores ingresos, hay mayor resistencia a los impuestos y mayor nivel de evasión fiscal. Dependerá entonces de cuántos y qué tan grandes sean los huecos del balde en el ejemplo de Okun que ocasionan la fuga de recursos.

También los ingresos estatales pueden obtenerse vía impuestos indirectos, impuestos generalizados y uniformes aplicados al consumo de bienes y servicios –como los impuestos sobre ventas o selectivos sobre productos de amplio consumo-. Estos son pagados sin distinguir el ingreso de los que los consumen, por pobres y ricos. Generalmente, estos constituyen una gran parte de los impuestos recaudados por los gobiernos. El efecto de este tipo de impuestos en la redistribución del ingreso es mínimo o nulo, por lo que son llamados regresivos.

De ahí que no hay recetas que funcionen igual para todos los países, cuando se trata de determinar el nivel impositivo óptimo que no perjudique el crecimiento de la economía.

Por último, abordemos el tema del destino y la prioridad de la distribución.

El Estado de bienestar ha provocado un mayor nivel de igualdad de acceso a la atención de la salud, la educación, la infraestructura, las pensiones, etc. Pero la desigualdad no solamente se ha reducido como efecto de la redistribución efectuada por los gobiernos, sino también como efecto de los avances tecnológicos, que han puesto a la disposición de las mayorías innumerables bienes de consumo. Aún con todo, persisten bolsones de pobreza en muchos países.

Las prioridades del gasto público redistributivo deben dirigirse hacia los estratos poblacionales que están imposibilitados de costearse sus gastos con ingresos propios y eso es muy fácil de identificar: los menores que aún no alcanzan la edad para trabajar, los discapacitados y enfermos y los adultos mayores. Incluso dentro de estos tres grupos, el de los menores es el que debe tener mayor prioridad, dado que el gasto en ellos –educación, alimentación y salud principalmente- se convierte en inversión que rendirá frutos con creces en el futuro, lo que es vital para el desarrollo económico y social.

Este es uno los puntos del Consenso de Washington, un conjunto de recomendaciones de política económica que la izquierda califica como “neoliberales”. El número dos dice así:

“Redirección del gasto público en subsidios («especialmente de subsidios indiscriminados») hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura. ”

Solamente una vez cubiertas las necesidades de los grupos de prioridad antes mencionados con los ingresos disponibles, puede pensarse en atender necesidades de personas con capacidad de trabajar y generar ingresos pero que por diversos motivos no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas. Este es el caso de los desempleados, subempleados y otros bajo el nivel mínimo de ingresos necesarios para vivir.

Los subsidios indiscriminados son un uso ineficiente de los recursos públicos y reducen el nivel de recursos que podría utilizarse para necesidades en los grupos de mayor prioridad.

Además de eso, los subsidios permanentes pueden tener un efecto perverso en los beneficiarios de los mismos, actuando como un desincentivo del esfuerzo individual para procurarse ingresos, reforzando y prolongando la dependencia de vivir de lo que el Estado ofrece, fomentando la mentalidad del “free rider” y la creencia en “derechos” que no pueden satisfacerse sino es mediante la exacción de recursos a otros.

Sin embargo, la mayoría de la población no está al tanto de estos hechos, no están al tanto de que hay un límite a la tasa impositiva pasado el cual la recaudación disminuye, fomentando la evasión fiscal, la reducción de la inversión, de la producción y de la oferta de bienes y servicios; no están al tanto de que una parte de las recaudaciones es capturada por la corrupción o gastada ineficientemente; no están al tanto de que existen prioridades para atender las necesidades de grupos, que son precisamente aquellos que no tienen voz ni capacidad de lobby, y tampoco están al tanto de que también hay un límite a los gastos gubernamentales, pasados los cuales resulta la inflación y la anulación real de los beneficios.

De esta ignorancia se aprovechan los políticos populistas para atraer a las masas de votantes prometiendo darles lo que demandan, conduciendo así a los países al camino del despeñadero económico y social. Esa ha sido una de las debilidades de la democracia, en la que las mayorías, por cierto no bien informadas, votan y deciden.

Políticos y regímenes populistas ha habido de derecha y de izquierda, pero superando en número los últimos a los primeros. Como hemos visto anteriormente, la izquierda aboga por la igualdad de ingresos y es ferviente partidaria de un Estado grande que garantice la redistribución del ingreso, aboga por la eliminación o la restricción de la propiedad privada y por tanto es partidaria de las altas tasas de impuestos a los empresarios.

La propiedad en el análisis de Richard Pipes:

…Los análisis sobre la propiedad desde los tiempos de Platón y Aristóteles hasta el presente han tenido que ver con cuatro cuestiones principales: su relación con la política, con la ética, con la economía y con la psicología.

    1. El argumento político a favor de la propiedad sostiene que ésta (a menos que se distribuya de una forma extremadamente injusta) promueve estabilidad y limita el poder del gobierno. En contra de la propiedad se argumenta que la desigualdad, que necesariamente la acompaña, genera intranquilidad social.
    2. Desde el punto de vista moral se afirma que la propiedad es legítima porque todo el mundo tiene derecho a los frutos de su trabajo. A lo que los críticos responden que muchos dueños no realizan ningún esfuerzo para adquirir lo que poseen, y que la misma lógica demanda que todos deben tener las mismas oportunidades a la hora de adquirir propiedad.
    3. El razonamiento económico que defiende la propiedad sostiene que es el modo más eficiente de producir riqueza, mientras que sus opositores afirman que la actividad económica impulsada por el afán de obtener beneficios conduce a una competencia destructiva.
    4. La defensa psicológica de la propiedad sostiene que eleva el sentido de identidad y auto estima del individuo. Otros afirman que corrompe la personalidad al infectarla con la avaricia.

Estos cuatro enfoques abarcan, prácticamente, el espectro de argumentos a favor y en contra de la propiedad articulados en los últimos trescientos años. En sus raíces, la controversia enfrenta el enfoque moral al pragmático. Kenneth R. Minogue en Nomos, no 22 (1980), p. 3. Richard Pipes. Propiedad y Libertad, La Piedra Angular de la Sociedad Civil. 2002.

La propiedad puede ser estudiada desde dos puntos de vista bien distintos: como concepto y como institución. Los dos enfoques generan resultados muy diferentes. A través de la historia del pensamiento, la propiedad ha disfrutado de una reputación ambivalente, y ha sido identificada en ocasiones con la prosperidad y la libertad, y otras veces con la corrupción moral, la injusticia social y la guerra.

Las fantasías utópicas, como regla general, sitúan en el centro de su análisis la abolición de la distinción entre “mío” y “tuyo”. Incluso muchos pensadores que defienden la existencia de la propiedad la ven, en el mejor de los casos, como un mal inevitable.

Por otro lado, la historia de todas las sociedades, desde la más primitiva a la más avanzada, revela la universalidad de los derechos de propiedad y el fracaso de todos los intentos de establecer una comunidad sin propiedad, ya sea voluntariamente o por la fuerza.

Una de las constantes de la naturaleza humana, insensible ante la manipulación legislativa y pedagógica, es el afán por adquirir. Confío haber logrado persuadir al lector de que el deseo de poseer no indica codicia, del mismo modo que el apetito no indica gula, ni el amor lujuria. El deseo de adquirir es común a todos los seres vivientes, y es universal entre los animales, los niños y los adultos en todas las etapas de la civilización, razón por la cual no es susceptible de ser reformado. En su forma más elemental es una expresión del instinto de supervivencia.

Pero más allá de esto, constituye un rasgo esencial de la personalidad humana, para la cual los logros y las adquisiciones son, medios de autorrealización. Y en la medida en que la autorrealización es la esencia de la libertad, la libertad no puede florecer cuando la propiedad privada y la desigualdad que ella engendra se eliminan por la fuerza. Como dijo un teórico de la política en la Inglaterra del siglo XIX, “la propiedad privada es la esencia misma de la desigualdad” y, al mismo tiempo, la adquisición de la propiedad es la más importante de las libertades.

La antropología no conoce ninguna sociedad en la que no hayan existido los derechos de propiedad: en palabras de E.A. Hoebel, citadas anteriormente, “la propiedad es tan omnipresente como el hombre, una parte del tejido básico de toda sociedad”. Lo que quiere decir, por emplear un término aristotélico, que no es solamente una institución “legal” o “convencional” sino una institución “natural”. Como tal, no es ya un asunto de moral (a no ser que sea por sus excesos), como no lo es la mortalidad o cualquier otro aspecto de la existencia sobre el que los seres humanos tienen, al menos, un mínimo de control.

…El derecho de propiedad no garantiza en sí y de por sí los derechos y libertades civiles. Pero, históricamente, ha sido el mecanismo más efectivo para asegurar ambas cosas, porque crea una esfera autónoma en la que, de mutuo acuerdo, ni el Estado ni la sociedad pueden incurrir en usurpación: al trazar una línea entre lo público y lo privado, hace al propietario co-soberano. De ahí que pueda afirmarse que es aún más importante que el derecho al voto.

El debilitamiento de los derechos de propiedad por mecanismos tales como la distribución de la riqueza para fines de bienestar social y las intromisiones en los derechos de contratación en nombre de los “derechos civiles” socava la libertad en las democracias más avanzadas, aun cuando la acumulación de riquezas y la observancia de los procedimientos democráticos en tiempos de paz puedan dar la impresión de que todo marcha bien.

… La propiedad es un ingrediente indispensable de la prosperidad y la libertad. La estrecha relación entre propiedad y prosperidad se pone de manifiesto a través de la historia, donde se demuestra que una de las razones principales de la preeminencia económica de Occidente es la institución de la propiedad, que se originó allí y allí mismo alcanzó su mayor desarrollo. Este hecho se ha presentado de modo convincente en muchos trabajos de investigación de autores como North y Thomas, Landes, y Bethell.

También lo demuestran las estadísticas del mundo contemporáneo. Incluso si admitimos que este tipo de estadísticas cae fuera de los parámetros de las ciencias exactas porque las categorías empleadas son en cierto grado subjetivas, los resultados, no obstante, son de una consistencia impresionante. Estudios auspiciados conjuntamente por la Heritage Foundation y el Wall Street ]ournal señalan que, prácticamente sin excepción, los países más ricos son los que más firmemente garantizan la independencia económica, incluyendo los derechos de propiedad. También disfrutan de los mejores servicios civiles e instituciones judiciales. Esto no sólo describe a los países europeos sino también a Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Chile y Taiwán. A la inversa, los países con un menor índice de derechos de propiedad y libertad de mercado (Cuba, Somalia y Carea del Norte, por ejemplo) están en el fondo de la escala.

,,, La relación simbiótica entre propiedad y libertad no presupone que el Estado no imponga restricciones razonables sobre la utilización de los objetos poseídos, o garantice un nivel de vida elemental a los estratos más necesitados de la población. No puede permitirse que los derechos de propiedad sirvan como pretexto para destruir el medio ambiente o ignorar las necesidades básicas de los desempleados, los enfermos y los ancianos. Prácticamente nadie defiende esta posición hoy en día: incluso Frederick Hayek, un enemigo implacable de la intromisión del Estado en la economía, admitió que éste tiene el deber de garantizar a todos los ciudadanos “un mínimo de alimentación, techo y abrigo, suficiente para conservar la salud y la capacidad de trabajar”. Pero esto no quiere decir que el Estado use sus poderes para interferir en la libertad contractual, para re distribuir la riqueza u obligar a una parte de la población a costear los auto titulados “derechos” de determinados electores.

… el paternalismo bien intencionado también exaspera a las personas al privarlas del espíritu empresarial implícito en la libertad. El daño que puede producir la larga dependencia del Estado de bienestar social se hizo patente después del desplome de la Unión Soviética, cuando una parte considerable de la población, súbitamente privada del amparo estatal y no acostumbrada a defenderse por sí misma, llegó a desear la restauración del yugo despótico. Richard Pipes. Propiedad y Libertad, La Piedra Angular de la Sociedad Civil. 2002.

La propiedad en el análisis de Hans-Hermann Hoppe:

La verdad es tan simple como fundamental: la propiedad privada y los derechos de propiedad privada son válidos de forma indisputable en tanto que principios absolutos de la ética y como base de un desarrollo económico “óptimo” y continuado;

…La propiedad privada como resultado de actos de apropiación original y/o producción, implica el derecho exclusivo del propietario con respecto a la jurisdicción exclusiva que éste tiene sobre su propiedad, incluyendo el derecho a emplear esta propiedad en defensa contra posibles invasiones e invasores. De hecho, no puede haber propiedad si se anula el derecho de los propietarios a defenderse, y la función de la propiedad privada es la de establecer dominios separados de jurisdicción exclusiva. Ningún propietario puede ceder su derecho absoluto de jurisdicción sobre su propiedad a nadie más que a él mismo—salvo que éste venda o transfiera su propiedad a otro— (en cuyo caso alguien más tendrá jurisdicción exclusiva sobre ella). Esto es, mientras algo (un bien) no haya sido abandonado, debemos presumir que su propietario retiene esos derechos; y en lo que a sus relaciones con otros respecta, cada propietario puede sólo entonces participar en las ventajas de la división del trabajo y buscar mejor protección para sus derechos de propiedad a través de la cooperación con otros propietarios.

…Según una larga tradición de filosofía política compartida por Mises y Rothbard, la libertad está definida como libertad para poseer y controlar propiedad real, y la coerción es la iniciación de violencia física sobre la propiedad privada de otros.

…Puede decirse aquí que sólo debido a la existencia de la escasez se da un problema al formular leyes de tipo moral; si los bienes son superabundantes (bienes libres), no habrá conflicto sobre el uso de los mismos y no hará falta de acción-coordinación alguna. Por lo tanto, de aquí se deduce que cualquier ética, correctamente concebida, deba de ser formulada como una teoría de la propiedad, es decir, una teoría de la asignación de derechos de control exclusivo sobre recursos escasos, ya que sólo así se hace posible escapar de conflictos que de otra manera serían irresolubles.

…La economía política comienza con el reconocimiento de la escasez. El que no vivamos en el Jardín del Edén es la razón por la que nos preocupa el problema de la eficiencia económica. Según la economía política, el medio más eficiente para aliviar, o incluso superar la escasez es la institución de la propiedad privada. Las reglas que subyacen a esta institución han sido correctamente identificadas mayormente por John Locke. Éstas son como siguen:

Cada persona posee su propio cuerpo así como todos los bienes escasos a los que da uso con ayuda del mismo antes de que nadie más lo haga. Esta propiedad implica el derecho a emplear estos bienes escasos cuando éste lo vea apropiado siempre que al hacerlo no agreda la propiedad de otras personas, es decir, mientras no cambie sin pedir permiso la integridad física de la propiedad ajena o delimite el control ajeno sobre ella sin su consentimiento. En particular, una vez un bien ha sido apropiado originariamente al mezclar la labor propia con el mismo (frase de Locke) la propiedad sobre misma sólo podrá ser adquirida por medio de una transferencia contractual del título de propiedad de un propietario anterior a otro posterior.

La razón por la que esta institución conduce a la producción de riqueza más grande posible es evidente. Cualquier desviación de este conjunto de reglas implica, por definición, una redistribución de títulos de propiedad (y por lo tanto de los ingresos) desde los usuarios-productores y contratantes de bienes hacia los no-usuarios-productores y no contratantes. Como consecuencia, cualquier desviación tal implica que habrá relativamente menos apropiación originaria de recursos cuya escasez sea conocida, y habrá menos producción de nuevos bienes, menos mantenimiento de los bienes existentes, y menos contratos y comercio que sea mutuamente beneficioso. Esto naturalmente implica un menor estándar de vida en relación con los bienes y servicios que pasan de mano. Además, la provisión de que sólo el primer usuario (no el último) de un bien adquiere el derecho de propiedad sobre el mismo nos asegura que los esfuerzos productivos serán tan altos como sea posible en todo momento.

Además, la provisión de que sólo la integridad física de la propiedad (no el valor de la propiedad) debe ser protegido garantiza que todo propietario llevará a cabo los mayores esfuerzos productivos de valor, es decir, esfuerzos para promover cambios favorables el el valor de la propiedad y para prevenir o contrarrestar cualquier cambio no favorable en el valor de la misma (tal y como podría suceder a partir de las acciones de otra persona sobre su propiedad). Por lo tanto, cualquier desviación de estas dos reglas también implica una reducción de los esfuerzos productivos en todo momento.

…Obviamente, si hubiese una superabundancia de bienes, no habría problemas económicos en absoluto. Con una superabundancia de bienes tal que mi uso presente de los mismos ni reduzca mi propio suministro futuro ni el suministro presente o futuro de otra persona, los problemas éticos sobre el bien o el mal, lo justo o lo injusto no surgirían al no darse un conflicto sobre el uso de tales bienes escasos. Sólo mientras los bienes sean escasos es que se hacen necesarias la economía y la ética. De la misma manera, de igual forma en que la respuesta al problema de la economía política debe ser formulada en términos de reglas que limiten los posibles usos de recursos en tanto que recursos escasos, la filosofía política debe responder a partir de los derechos de propiedad.

Para evitar conflictos ineludibles, ésta debe formular un conjunto de reglas que asignen derechos de control exclusivo sobre bienes escasos (nótese que en el Jardín del Edén, tanto el cuerpo de una persona, como el espacio ocupado por el mismo o el tiempo también serían escasos, y en esta medida, la economía política y la filosofía aún tendrían una tarea, aunque limitada, que cumplir). Hans-Hermann Hoppe. Economía y Ética de la Propiedad Privada. 2005.

La propiedad en el análisis de Murray Rothbard:

…en el libre mercado toda propiedad se basa, en último extremo, a) en la propiedad que tiene cada persona sobre su propio cuerpo y sobre su trabajo; b) en la propiedad que tiene todo hombre sobre la tierra que ha descubierto y transformado mediante su propio trabajo; c) en el intercambio en el mercado de los productos de la mezcla de a) y b) con los productos de otras personas, que los han conseguido por estas mismas vías.

… Así, pues, en la sociedad libre descrita en las líneas anteriores la propiedad se reduce, en definitiva, a esto: todo ser humano es naturalmente propietario de sí mismo y de los recursos de la tierra que es capaz de transformar y convertir en productos. El libre mercado es una sociedad de intercambio voluntario y mutuamente beneficioso de los títulos de propiedad entre productores especializados. Se ha objetado a menudo que esta economía de mercado se apoya en la perversa doctrina de que el trabajo es una mercancía más. Pero la auténtica realidad es que los servicios laborales son, en efecto, una mercancía y que, al igual que en el caso de las propiedades tangibles, el servicio laboral del que una persona es dueño puede ser enajenado e intercambiado por otros bienes y servicios. Puede enajenarse el trabajo de una persona, pero no su voluntad.

… Hemos definido como sociedad libre aquella en la que los títulos de propiedad se fundamentan en las realidades humanas básicas: en la propiedad de cada individuo, en virtud de su ego, sobre su propia persona y su propio trabajo, y en su propiedad sobre los recursos naturales que descubre y transforma. Al ser las propiedades tangibles y los servicios laborales enajenables por su propia naturaleza, puede surgir un entramado de libre intercambio de los títulos de propiedad. Murray N. Rothbard. La ética de la libertad.  2009.

La propiedad en el análisis de Arturo Damm:

Para entender mejor por qué la propiedad privada es la condición de posibilidad del ejercicio de la libertad individual, vale la pena recurrir a la distinción que hizo Isaiah Berlin4 entre libertad positiva y libertad negativa, distinción que rescato dándole mi propia interpretación, siendo la primera -la negativa- la libertad de y la segunda -la positiva- la libertad para. La libertad de es la libertad para poder5 escoger fines, mientras que la libertad para es la libertad para poder usar los medios necesarios para el logro de esos fines, lo cual supone que una cosa es querer y otra lograr, siendo que entre lo primero y lo segundo se encuentra el poder, que en el caso de la acción humana depende de los medios con los que se cuente para intentar el logro del fin elegido. Dado que el ser humano no es omnipotente logra, no lo que quiere, sino lo que puede, poder que depende de los medios a su disposición, desde conocimientos y habili­dades, hasta recursos naturales y herramientas de todo tipo.

La libertad negativa, que es libertad de, supone estar libre de prohi­biciones, lo cual no quiere decir estar libre de toda prohibición, ya que algunas (no matarás, no esclavizarás, no robarás) son necesarias para hacer valer los derechos naturales de la persona (a la vida, a la libertad individual y a la propiedad privada).

La libertad positiva, que es libertad para, supone tener la libertad para usar los medios necesarios para la consecución del fin, libertad que supone, ¡obviamente!, la propiedad de dichos medios, de tal manera que la libertad para es la condición de posibilidad de la libertad de o, dicho de otra forma, la propiedad de los medios necesarios para la consecución de los fines es la condición de posibilidad de la libertad para intentar el logro de tales metas. Con otras palabras: la propiedad privada es la condición de posibilidad del ejercicio de la libertad individual (Esta es la razón por la cual la pobreza -falta de propiedad- limita la libertad para: impide el ejercicio de la libertad positiva). Libertad individual es libertad negativa; libertad positiva es propiedad privada.

Vuelvo a los dos ejemplos ya citados. La propiedad privada sobre los ingresos (libertad positiva: tengo los medios para intentarlo) es la condición de posibilidad de la libertad individual para consumir (libertad negativa: no hay algo o alguien que me lo prohíba), de la misma manera que la propiedad privada sobre los medios de producción (libertad positiva: cuento con los medios necesarios para intentarlo) es la condición de posibilidad de la libertad individual para emprender (libertad negativa: nada ni nadie me lo impide), y en la misma medida en la que se limita la segunda se limita la primera. La libertad negativa, que es libertad de, tiene que ver con la elección de los fines, la positiva, que es libertad para, con el uso de los medios para intentar el logro de esos fines, uso de los medios que supone su propiedad.

La propiedad privada es la condición de posibilidad del ejercicio de la libertad individual, y en el mismo grado que se limita o elimina la primera se limita o elimina la segunda. La lucha a favor de la libertad individual pasa, necesariamente, por la lucha a favor de la propiedad privada, y hoy las principales amenazas en contra de la libertad no se dan de manera directa, sino de forma indirecta, a través de los atentados contra la propiedad, atentados que cometen, ante todo, los gobiernos redistribuidores, que lo son prácticamente todos: en mayor o menor medida todos los gobiernos -de derecha, centro e izquierda- redistri­buyen, es decir, todos les quitan a unos para darles a otros, lo cual es un robo, que puede estar avalado por la ley, aval que no le quita lo injusto, es decir, el hecho de que viola la propiedad privada y, dado que ésta es la condición de posibilidad del ejercicio de aquella, también viola la libertad individual.

El liberalismo no es nada más laissez faire -dejar hacer: libertad- sino también laissez avoir -dejar poseer: propiedad-, laissez avoir que es la condición de posibilidad del laissez faire. Arturo Damm Arnal. Propiedad Privada [Condición de Posibilidad del Ejercicio de la Libertad Individual – Laissez Faire, Laissez Avoir]. 2012.

William EH Lecky (1838–1903) escribió en 1896:

El deseo de cada hombre de mejorar sus circunstancias, de cosechar la recompensa total de un talento superior, energía o ahorro es la fuente principal de la producción del mundo. Elimina estos motivos. . . corta todas las esperanzas que estimulan, entre los hombres comunes, la ambición, la empresa, la invención y el sacrificio personal, y todo el nivel de producción se hundirá rápida e inevitablemente. (Democracia y libertad). Lawrence W. Reed. The XYZ’s of Socialism. 2018.

Arturo J. Solórzano
Agosto de 2020

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