Los fracasos del “Socialismo Real”

El colapso de los sistemas del socialismo real en la URSS y los países de Europa Oriental y luego la adopción de la economía de mercado en China, India y Vietnam, marcaron el fin del experimento socialista en el mundo. Solo quedaban Corea del Norte y Cuba persistiendo en mantener un sistema que no logró llevar a sus países desarrollo económico y justicia social. 

El objetivo común de todos los movimientos socialistas consistía en nacionalizar los “medios de producción, distribución y cambio”, de tal suerte, que la actividad económica, como un todo y con sujeción a un plan general, se proyectara al logro de un cierto ideal de justicia social. Las diferentes escuelas socialistas se distinguían principalmente por los métodos políticos aplicables a la reestructuración de la sociedad. La diferencia entre marxistas y fabianos radicaba en ser aquéllos revolucionarios y éstos evolucionistas; pero el concepto que merecía a unos y otros la nueva sociedad a instaurar, en sus líneas básicas, venía a ser el mismo. …

… el socialismo, como método peculiar para el logro de la justicia social, ha fracasado. No es sólo que se haya desvanecido su atractivo intelectual, sino el ostensible abandono de las masas, que ha obligado a los partidos socialistas de todas las latitudes a buscar con ansiedad nuevos programas que les aseguren el concurso activo de sus afiliados. No ha abandonado su definitiva meta, su ideal de justicia social. Ahora bien, ha prescindido de los métodos que venía aplicando para lograrlo y bajo cuyo amparo se acuñó el nombre de “socialismo”. Es probable que este nombre sea utilizado en cualquier nuevo programa que los partidos socialistas existentes elaboren. Sin embargo, en nuestro mundo occidental, el socialismo, en su antiguo y auténtico sentido, ha muerto.

Si, quince años atrás, el dogma socialista constituía el principal peligro contra la libertad, esgrimir ahora nuevos razonamientos en su contra equivaldría a embestir molinos de viento lanza en ristre. Friedrich von Hayek. Los Fundamentos de la Libertad. 1960

El socialismo real fracasó porque su problema principal era, como bien dice Ralph Raico, que “la audacia de su sueño solo coincidía con la profundidad de su ignorancia económica”. A esto añadiría, por su profundo desprecio a la libertad individual.

El fuerte contraste que Alexis de Tocqueville dibujó en 1835 entre los Estados Unidos y la Rusia zarista (“el principio de la primera es la libertad; de la segunda, la servidumbre” 1  volvió mucho más agudo después de 1917, cuando el Imperio ruso se transformó en la Unión Soviética.

Al igual que Estados Unidos, la Unión Soviética fue una nación fundada en una ideología distinta. En el caso de América, la ideología era fundamentalmente el liberalismo lockeano; Sus mejores expresiones son la Declaración de Independencia y la Declaración de Derechos de la Constitución de los Estados Unidos. La Novena Enmienda, en particular, respira el espíritu de la cosmovisión de los Estados Unidos de finales del siglo XVIII. 2  Los Fundadores creían que existen derechos naturales e individuales que, en conjunto, constituyen un marco moral para la vida política. Traducido a la ley, este marco define el espacio social dentro del cual los hombres interactúan voluntariamente; permite la coordinación espontánea y el ajuste mutuo continuo de los diversos planes que los miembros de la sociedad forman para guiar y llenar sus vidas.

La Unión Soviética se fundó sobre una ideología muy diferente, el marxismo, tal como lo entendió e interpretó V.I. Lenin. El marxismo, con sus raíces en la filosofía hegeliana, fue una revuelta bastante consciente contra la doctrina de los derechos individuales del siglo anterior. Los líderes del partido bolchevique (que cambió su nombre a comunista en 1918) eran prácticamente todos intelectuales revolucionarios, de acuerdo con la estrategia establecida por Lenin en su trabajo de 1902 ¿Qué hacer? 3 Eran ávidos estudiantes de las obras de Marx y Engels publicadas en sus vidas o poco después y conocidas por los teóricos de la Segunda Internacional. Los líderes bolcheviques se veían a sí mismos como los ejecutores del programa marxista, como aquellos a quienes la Historia había llamado para darse cuenta de la transición apocalíptica a la sociedad comunista anunciada por los fundadores de su fe.

El objetivo que heredaron de Marx y Engels fue nada menos que la realización final de la libertad humana y el fin de la “prehistoria” de la raza humana. El suyo era el sueño prometeico de la rehabilitación del hombre y la conquista de su lugar legítimo como dueño del mundo y señor de la creación.

Sobre la base del trabajo de Michael Polanyi y Ludwig von Mises, Paul Craig Roberts ha demostrado, en libros que merecen ser mucho más conocidos de lo que son, ya que proporcionan una clave importante para la historia del siglo XX 4– El significado de la libertad en el marxismo. Se encuentra en la abolición de la alienación, es decir, de la producción de mercancías, la producción para el mercado. Para Marx y Engels, el mercado representa no solo la arena de la explotación capitalista sino, más fundamentalmente, un insulto sistemático a la dignidad del hombre. A través de él, las consecuencias de la acción del hombre escapan de su control y se vuelven contra él de manera maligna. Por lo tanto, la idea de que los procesos de mercado generan resultados que no eran parte de la intención de nadie se convierte, para el marxismo, en la razón misma para condenarlos. Como Marx escribió sobre la etapa de la sociedad comunista antes de la desaparición total de la escasez,

La libertad en este campo puede consistir solo en el hombre socializado, los productores asociados, que regulan racionalmente su intercambio con la Naturaleza, poniéndolo bajo su control común, en lugar de ser gobernado por él como por las fuerzas ciegas de la Naturaleza.  5

El punto es más claro con Engels:
Con la toma de los medios de producción por parte de la sociedad, la producción de mercancías se elimina y, con ello, el dominio del producto sobre los productores. La anarquía de la producción social es reemplazada por una organización consciente según el plan. Toda la esfera de las condiciones de vida que rodean a los hombres, que hasta ahora gobernaban a los hombres, queda bajo el dominio y el control consciente de los hombres, que se convierten por primera vez en verdaderos y conscientes señores de la naturaleza, porque y en eso se vuelven dueños de su propia organización social. Las leyes de su propia actividad social, que las confrontaba hasta este punto como leyes extrañas de la naturaleza, que las controlan, luego son aplicadas por hombres con plena comprensión, y así las dominan. Solo a partir de entonces los hombres harán su historia ellos mismos con plena conciencia; solo a partir de entonces tendrán las causas sociales que pusieron en marcha en la proporción principal y en constante aumento, también los resultados que pretenden. Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad. 6

Así, la libertad del hombre se expresaría en el control total ejercido por los productores asociados en la planificación de la economía y, con ello, toda la vida social. Las consecuencias no intencionadas de las acciones del hombre ya no traerían desastre y desesperación, no habría tales consecuencias. El hombre determinaría su propio destino. No se explicó cómo millones y millones de personas separadas podrían actuar con una sola mente y una voluntad, de repente podría convertirse en “Hombre”, especialmente porque se alegaba que el estado, el motor indispensable de la coerción, se marchitaría.

Ya en los días de Marx y Engels, décadas antes del establecimiento del estado soviético, había algunos con una idea astuta de quién era el que asumiría el papel principal cuando llegara el momento de realizar el heroico melodrama El hombre crea su propio destino. El más famoso de los primeros críticos de Marx fue el anarquista ruso Michael Bakunin, para quien Marx era “el Bismarck del socialismo” y advirtió que el marxismo era una doctrina ideal para funcionar como la ideología, —en el sentido marxista: la racionalización sistemática y la ofuscación —de los impulsos de poder de los intelectuales revolucionarios. Bakunin advirtió que conduciría a la creación de “una nueva clase”, que establecería “el más aristocrático, despótico, arrogante y despectivo de todos los regímenes” 7. y afianzar su control sobre las clases productoras de la sociedad. El análisis de Bakunin fue extendido y elaborado por el polaco Waclaw Machajski. 8

A pesar de este análisis, o tal vez como una confirmación, la visión marxista inspiró a generaciones de intelectuales en Europa e incluso en Estados Unidos. En el curso de la vasta carnicería sin sentido que fue la Primera Guerra Mundial, el Imperio zarista se derrumbó y el inmenso Ejército Imperial Ruso se fragmentó en átomos. Un pequeño grupo de intelectuales marxistas tomó el poder. ¿Qué podría ser más natural que eso, una vez en el poder, deberían tratar de hacer realidad la visión que era todo su propósito y objetivo? El problema era que la audacia de su sueño solo coincidía con la profundidad de su ignorancia económica.

En agosto de 1917, tres meses antes de tomar el poder, así es como Lenin, en Estado y Revolución, caracterizó las habilidades necesarias para dirigir una economía nacional en la “primera fase” del comunismo, la que él y sus asociados estaban a punto de emprender. :

La contabilidad y el control necesarios para esto han sido simplificados al máximo por el capitalismo, hasta que se han convertido en operaciones extraordinariamente simples de observación, registro y emisión de recibos, al alcance de cualquiera que sepa leer y escribir y conozca las primeras cuatro reglas de la aritmética. 9

Nikolai Bujarin, uno de los principales “viejos bolcheviques”, escribió en 1919, junto con Evgeny Preobrazhensky, uno de los textos bolcheviques más leídos. Era el ABC del Comunismo, una obra que pasó por dieciocho ediciones soviéticas y fue traducida a veinte idiomas. Bujarin y Preobrazhenski “fueron considerados como los dos economistas más capaces del partido”. 10  Según ellos, la sociedad comunista es, en primer lugar, “una sociedad organizada”, basada en un plan detallado y calculado con precisión, que incluye la “asignación” de mano de obra a las diversas ramas de producción. En cuanto a la distribución, según estos eminentes economistas bolcheviques, todos los productos se entregarán en almacenes comunales, y los miembros de la sociedad los extraerán de acuerdo con sus necesidades autodefinidas. 11 Ralph Raico. Marxist Dreams and Soviet Realities.

El talón de Aquiles del sistema socialista es una economía que no funciona para crear progreso. Al no existir mercados libres donde productores y consumidores son guiados por los precios para decidir qué producir y qué consumir, el sistema carece de la guía de los precios y el Estado planificador asigna recursos para producir en base a criterios arbitrarios de la burocracia estatal. El resultado es escasez en unos bienes y desperdicio o derroche en otros, baja calidad y mínima innovación. Ante la falta de precios de mercado, tienen que recurrir a tomar como referencia los precios vigentes en las economías de mercado. Desde 1920 Mises había señalado la imposibilidad de calcular costos y precios reales en las economías socialistas.

La objeción fundamental que se ha presentado contra la viabilidad del socialismo se refiere a que en él resulta imposible el cálculo económico. Se ha demostrado en forma irrefutable que una comunidad socialista no estaría en condiciones de aplicar el cálculo económico. Donde no existen precios de mercado para los factores de la producción, porque ni se compran ni se venden, no se puede recurrir al cálculo a fin de planear la acción futura ni determinar el resultado de acciones pasadas. Una gestión socialista de la producción simplemente no sabría si lo que proyecta y ejecuta constituye el medio más apropiado de alcanzar los fines que se persiguen. Funcionará como si se encontrara en la oscuridad. Despilfarrará los factores escasos de la producción, tanto materiales como humanos, y el resultado inevitable para todos será el caos y la pobreza.

Cuando el autor de este libro demostró en 1920 que es imposible el cálculo económico bajo el socialismo, los apologistas de esta doctrina se embarcaron en la tarea de buscar un método de cálculo aplicable al sistema socialista. Fracasaron totalmente en este empeño y fácilmente podría ponerse de relieve lo fútil de todos los artificios que idearon. Aquellos comunistas a quienes no intimidan por completo los verdugos soviéticos, como fue el caso de Trotsky, admitieron sin ambages que no puede pensarse en una contabilidad económica sin relaciones de mercado. La bancarrota intelectual de la doctrina socialista no puede disfrazarse por más tiempo. No obstante su popularidad sin precedente, el socialismo está liquidado, supuesto que ningún economista puede ya poner en duda su inviabilidad. El hecho de profesar ideas socialistas prueba hoy en día una ignorancia completa de los problemas fundamentales de la economía. Las pretensiones de los socialistas son tan insustanciales como las de los astrólogos y los magos.

La segunda objeción principal que se presenta contra el socialismo es que representa un modo de producción menos eficiente que el capitalismo y que reducirá la productividad de los trabajadores. En consecuencia, en una comunidad socialista el nivel de vida de las masas será más bajo en comparación con las condiciones reinantes en el mundo capitalista. No hay duda de que esa objeción no ha sido desmentida por la experiencia soviética. El único hecho seguro sobre la situación rusa dentro del régimen soviético, respecto al que todo mundo está de acuerdo, es que el nivel de vida de las masas rusas es muy inferior al de las masas en el país que universalmente se considera como dechado del capitalismo, los Estados Unidos de América. Si quisiéramos considerar al régimen soviético como un experimento, tendríamos que decir que el experimento ha demostrado claramente la superioridad del capitalismo y la inferioridad del socialismo. Ludwig von Mises. Socialismo: Análisis Económico y Sociológico. Unión Editorial, 2007.

El liderazgo soviético prometió que la “planificación científica” reemplazaría el “caos del mercado”, mientras que en la práctica la planificación central resultó ser primitiva, poco confiable e incapaz de adaptarse al cambio (Lazarev y Gregory 2003). Las entregas centralizadas eran notoriamente poco fiables; los gerentes confiaban en los mercados informales para intercambiar materiales fuera del plan oficial. A la confusión e incertidumbre de la gestión se sumó el hecho de que los planes cambiaban constantemente en función de las intervenciones de los funcionarios del ministerio y del partido (Gregory 2004). Los bienes de consumo se asignaron con base en el racionamiento de cupones o en fila; los mercados ilegales también demostraron ser más confiables para obtener bienes de consumo.

Ludwig Von Mises (1990) y F.A. Hayek (1945) advirtieron que la planificación de una economía sin precios, fines de lucro e incentivos es imposible. Los gerentes en las economías planificadas eran empleados del gobierno que carecen de incentivos e incluso orientación para administrar sus fábricas. En un nivel más práctico, la complejidad de la planificación significaba que solo se podían planificar unos pocos productos desde el centro, y luego solo en forma de agregados crudos como metros cuadrados de tela o toneladas de acero (Zaleski 1980).

Los dos primeros planes quinquenales no se cumplieron en gran medida (Zaleski 1980). El cumplimiento del plan soviético mejoró con el tiempo, pero esto no fue una señal de una “mejor” planificación. Más bien, los planificadores soviéticos institucionalizaron la “planificación desde el nivel alcanzado”, lo que significa que el plan operativo actual era casi en su totalidad el plan del año pasado más ajustes marginales (Birman 1978). La planificación a partir del nivel alcanzado congeló la asignación de recursos soviéticos y, curiosamente, creó oposición al cambio tecnológico como una amenaza disruptiva para el plan.

En última instancia, la planificación central resultó ser una mezcla bastante compleja, y no planificada, de intervención política, tutela mezquina y mercados ilegales (Zaleski 1980, 486; Lazarev y Gregory 2003; Gregory 2004, 189).

Muchas de las economías socialistas eran agrícolas, con sistemas agrícolas estatales y colectivos implementados por gobiernos socialistas para lograr supuestas economías de escala y, de acuerdo con la ideología socialista, para castigar a los terratenientes privados. La producción agrícola cayó drásticamente cuando se implementó el socialismo, lo que provocó escasez de alimentos. Entre China y la URSS, decenas de millones de personas murieron de hambre. Tomó bastante tiempo para que los estudiosos comprensivos de fuera de los países socialistas reconocieran que las grandes granjas estatales eran menos productivas que las pequeñas privadas.

Los fracasos económicos de las políticas socialistas han sido descritos extensamente tanto por sobrevivientes como por académicos que han revisado la evidencia en los archivos estatales. Los países socialistas no solo desalentaron la oferta de esfuerzo y capital con escasos incentivos, sino que también asignaron estos recursos de manera perversa, porque la planificación central hizo que las decisiones de producción reaccionaran a los precios de la producción y de los insumos en la dirección opuesta a las de una economía de mercado.

Al evaluar la falta de alineación entre las promesas de los regímenes socialistas de eliminar la miseria y la explotación de los pobres y los efectos reales de sus políticas, es instructivo observar una guía importante que utilizan los economistas para determinar el valor de las políticas: la preferencia revelada de la población. —En otras palabras, gente votando con los pies. La implementación de políticas socialistas, como en Venezuela, se ha asociado con altas tasas de emigración. Quizás lo más revelador es que los regímenes como la URSS, China, Corea del Norte y Cuba, impedían a la fuerza que la gente se fuera.

La agricultura estatal y colectiva (en adelante, “agricultura estatal”) es una práctica históricamente común en los países socialistas.25 El estado adquiere tierras agrícolas privadas y, a menudo, mucho ganado, por la fuerza. La tierra está organizada en grandes parcelas, típicamente alrededor de una por aldea, en comparación con la multitud de parcelas en una aldea típica antes de la colectivización. Los aldeanos están obligados a trabajar en la tierra, y la producción pertenece al estado. Las decisiones las toman los empleados del gobierno y los miembros del partido, que pueden haber tenido poca o ninguna experiencia o conocimientos especializados en comparación con los propietarios originales (Pryor 1992). Estas decisiones incluyen diseñar e implementar sistemas complejos de objetivos de producción y requisitos de calidad (Nolan 1988).

La narrativa socialista enfatiza la explotación y la lucha de clases, que en una economía agrícola se refiere a la dinámica de poder que determina la división del ingreso agrícola entre terratenientes y trabajadores agrícolas. Las granjas estatales pretendieron acabar con la explotación eliminando a los terratenientes, conocidos como kulaks en la URSS.26 Otra ventaja de las granjas estatales, desde la perspectiva socialista, eran las economías de escala (Pryor 1992). En principio, el conocimiento y las técnicas del mejor agricultor podrían aplicarse a toda la tierra en lugar de a la parcela comparativamente pequeña que poseía el mejor agricultor.27 El capital puede ser más fácil de obtener para una organización más grande. Al escribir sobre la URSS en 1929, Joseph Stalin enfatizó la transformación de la agricultura, “de pequeña y atrasada agricultura individual a una agricultura colectiva avanzada a gran escala y al cultivo conjunto de la tierra”. Escribiendo sobre China en 1958, la economista británica Joan Robinson afirmó que “la diminuta fragmentación de la tierra” que prevaleció antes de la agricultura colectiva fue una fuente importante de ineficiencia. La familia misma fue criticada a veces por operar en una escala demasiado pequeña; en China, se confiscaron utensilios domésticos y se asignó a los habitantes de las aldeas a cocinas comunales para comer y preparar alimentos (Jisheng 2012). 28

Los testigos cuentan una historia diferente sobre el funcionamiento de las granjas estatales y la planificación central en general. En Cuba y la URSS, por ejemplo, los administradores de las granjas estatales fueron elegidos entre las filas del Partido Comunista, más que por sus habilidades administrativas o conocimientos agrícolas (Dolot 2011).29 “El monopolio estatal sofocó los incentivos para aumentar la producción”, describe un testigo ocular chino (Jisheng 2012, 174–77). Las unidades de producción a veces tenían un incentivo para producir menos y acumular insumos, con el fin de obtener asignaciones más favorables el próximo año (Gregory 1990).

Las granjas estatales redujeron la productividad agrícola en lugar de aumentarla. La fe injustificada en las granjas estatales tuvo un efecto doblemente negativo en la producción agrícola. No solo se produjo menos por trabajador, sino que los trabajadores fueron retirados de la agricultura, en el entendimiento erróneo de que la agricultura se estaba volviendo más productiva (Conquest 1986) y produciría excedentes que financiarían el crecimiento de la industria (Gregory 2004). Para China y la URSS, tanto la falta de alimentos como la dependencia de la planificación central, en lugar de los mecanismos del mercado, resultaron en millones de muertes por inanición.

Las estadísticas de regímenes socialistas son informativas, pero necesariamente imprecisas. Gregory (1990), Kornai (1992) y otros explican cómo los funcionarios de estos regímenes engañan a sus superiores y al público. 

En Cuba, los desincentivos inherentes al sistema socialista redujeron drásticamente la producción agrícola. Como explica O’Connor (1968, 206-7), “debido a que las tasas salariales tenían poca o ninguna relación con la productividad laboral y los ingresos [de las granjas estatales], había pocos incentivos para que los trabajadores se comprometieran de todo corazón en un esfuerzo colectivo”. El cuadro 8-1 muestra el cambio en la producción agrícola en Cuba durante el período de reforma agraria de 1959–63, cuando se nacionalizó alrededor del 70 por ciento de las tierras agrícolas (Zimbalist y Eckstein 1987). La producción de carne se redujo entre el 14 por ciento (pescado) y el 84 por ciento (cerdo). Entre los principales cultivos, la producción cayó entre un 5 por ciento (arroz) y un 75 por ciento (malanga). La mayor cosecha, el azúcar, cayó un 35 por ciento. Sin embargo, no hubo una gran hambruna en Cuba debido a la ayuda soviética y la emigración.30

El Comité de Asesores Económicos (CEA) también señala que, aunque Cuba tenía un ingreso nacional bruto similar al de Puerto Rico antes de la Revolución Cubana a fines de la década de 1950, para el año 2000 el ingreso nacional bruto cubano había caído casi dos tercios en relación con Puerto Rico.31

En la URSS, la colectivización de la agricultura se produjo con el Primer Plan Quinquenal, de 1928 a 1932. Los caballos eran importantes para el trabajo agrícola, pero su número se redujo en un 47 por ciento, en parte porque nadie tenía muchos incentivos para cuidarlos cuando se convirtieron en propiedad colectiva (Conquest 1986). En las partes de Asia central de la URSS, el número de bovinos se redujo en más del 75 por ciento y el de ovejas en más del 90 por ciento (Conquest 1986). Al observar los datos oficiales soviéticos de alrededor de 1970, Johnson y Brooks (1983) concluyeron que todo el programa de políticas socialistas: “centralización excesiva de la planificación, control y gestión de la agricultura, políticas de precios inapropiadas, sistemas de incentivos defectuosos para los administradores y trabajadores agrícolas y para las empresas que suministran insumos a la agricultura”, estaba reduciendo la productividad agrícola soviética en un 50 por ciento.32

Sobrevino una hambruna en 1932 y 1933, y alrededor de 6 millones de personas murieron de hambre (Courtois et al. 1999).33 Las tasas de mortalidad eran elevadas en Ucrania, una región normalmente fértil de la que los planificadores soviéticos habían estado exportando alimentos.34  … millones de personas más no nacieron debido a la hambruna.

El gobierno de Mao implementó el llamado Gran Salto Adelante para China de 1958 a 1962, incluida una política de colectivización masiva de la agricultura que no proporcionó “salarios ni recompensas en efectivo por el esfuerzo” en las granjas.35 La producción per cápita de cereales cayó un 21 por ciento entre 1957 y 1962; para los productos acuáticos, la caída fue del 31 por ciento; y para el algodón, el aceite comestible y la carne, fue alrededor del 55 por ciento (Lin 1992; Nolan 1988).36 Durante la Gran Hambruna China de 1959 a 1961, se estima que murieron 45 millones de personas (Dikӧtter 2010). 

Las políticas agrícolas fallidas no son la única forma en que los civiles murieron a manos de su Estado altamente socialista. Rummel (1994), Courtois y otros (1999), Pipes (2003) y Holmes (2009) documentan muertes de no combatientes en el bloque soviético, Yugoslavia, Cuba, China, Camboya, Vietnam, Laos, Corea del Norte y Etiopía. Estas muertes excluyen las muertes en combate militar, pero incluyen las muertes en purgas, masacres, campos de concentración, migración forzada y tanto intentos de fuga como hambrunas. La tasa de mortalidad por hambrunas fue particularmente alta en Corea del Norte, donde unas 600.000 personas murieron de hambre a finales de la década de 1990 de una población de unos 22 millones (Goodkind, West y Johnson 2011).37 El período comunista de Camboya fue especialmente violento.

El total de muertes de civiles no combatientes en los países altamente socialistas fue una combinación de los efectos de las adquisiciones gubernamentales de industrias importantes y sistemas políticos brutales. Los socialistas estadounidenses modernos están en contra de la brutalidad estatal. Pero es un error ignorar por completo las tragedias socialistas, porque fueron los altos impuestos, las grandes organizaciones estatales y el control centralizado lo que produjo lo contrario de lo prometido y obligó a los consumidores a soportar suministros intolerablemente pequeños de alimentos y otros bienes de consumo. En otras palabras, la baja producción de las granjas estatales y la planificación centralizada fueron el resultado de fallas económicas que no se pueden rectificar con una implementación más pacífica. Venezuela, que se analiza a continuación, es un ejemplo de ello.

Aunque la nacionalización de la agricultura deprimió la producción, la privatización de la misma tierra hizo que volviera a crecer. Johan Norberg explica cómo, cuando los aldeanos chinos comenzaron a privatizar (en secreto) sus tierras, los “agricultores no empezaron la jornada laboral cuando sonó el silbato del pueblo, salieron mucho antes y trabajaron mucho más duro. . . . La producción de cereales en 1979 fue seis veces mayor que el año anterior”.38 

Aunque las políticas socialistas se implementan aparentemente para reducir la pobreza y la desigualdad, fue el final de las políticas socialistas en China lo que trajo estos resultados a escala mundial. Las principales reformas de China comenzaron en 1978, que es aproximadamente el momento en que la tasa de pobreza en China y, por lo tanto, las tasas de pobreza y la desigualdad mundiales, comenzaron un descenso notable (Sala-i-Martin 2006).39 Los cambios de política en India también coincidieron con la reducción de la pobreza en ese país, aunque se debate si las primeras políticas de la India fueron socialistas (Basu 2008). El fin del socialismo en la URSS aumentó la pobreza allí, pero esto no fue suficiente para compensar, con medidas mundiales, el progreso en otras partes del mundo (Pinkovskiy y Sala-i-Martin 2009).

Antes del primer plan quinquenal, los economistas de la URSS habían observado las pérdidas de productividad derivadas de los intentos de colectivizar la agricultura. Conquest (1986, 108) describe cómo “todavía defendían la agricultura a pequeña escala en 1929, pero pronto tuvieron que repudiar esa posición”. El liderazgo político luego prohibió los tipos de análisis económicos que pudieran mostrar los costos de oportunidad de las granjas estatales (Conquest 1986).

Aunque los testigos presenciaron en tiempo real los problemas económicos con las grandes organizaciones estatales, algunos economistas distinguidos fuera de los países socialistas descartaron evidencia que pudiera sugerir que el socialismo era un fracaso en la URSS o China. Por ejemplo, Paul Samuelson (1976), el primer estadounidense en ganar el Premio Nobel de Economía, expresó su sorpresa de que las granjas colectivas soviéticas no fueran más productivas que las asignaciones de tierras privadas. Tan recientemente como en 1989, Samuelson y William Nordhaus (1989, 837) todavía escribían que “la economía soviética es una prueba de que, contrariamente a lo que muchos escépticos habían creído anteriormente, una economía socialista dirigida puede funcionar e incluso prosperar”. John Gurley (1969), uno de los 11 economistas durante la historia de American Economic Review que se ha desempeñado como editor gerente, escribió que “el hecho económico fundamental sobre China es que durante veinte años ha alimentado, vestido y albergado a todos, los ha mantenido saludables y ha educado a la mayoría. Millones no han pasado hambre”40 Tan recientemente como en 1984, John Kenneth Galbraith afirmó que “el sistema ruso tiene éxito porque, en contraste con las economías industriales occidentales, utiliza plenamente su mano de obra”.41

El infame periodista Walter Duranty estimó en privado que 7 millones de personas murieron a causa de la hambruna soviética, pero en cambio publicó descripciones pasadas previamente por la censura de los soviéticos en el New York Times durante esos años.42 Mientras tanto, los propios gobiernos altamente socialistas finalmente reconocieron el valor de las empresas privadas. Como medio para aumentar la producción nacional, Cuba, China, la URSS y otros países socialistas finalmente permitieron que las empresas privadas, tanto dentro como fuera del sector agrícola, coexistieran con empresas estatales.43 Mercados versus socialismo, Informe económico del presidente de los EE. UU. Junto con el Informe Anual del Consejo de Asesores Económicos,

En términos globales, cuál fue el desempeño de los países capitalistas y de los países socialistas? 

La mayor parte del crecimiento económico mundial ha sido aportado por los países de economía de mercado, llamados capitalistas. Esto ha sido corroborado con datos. Por ejemplo, en un estudio realizado por Matei Dăian comparando el desempeño de los países de Europa Occidental con los de Europa Oriental y el Asia Central que estuvieron bajo el dominio comunista, llega a la siguiente conclusión:

«Existe una clara diferencia económica entre la Europa occidental más desarrollada económicamente y sus contrapartes más pobres en Europa del Este y Asia central. Pero, ¿qué causó esta divergencia económica? ¿Qué papel tan importante jugó el comunismo? Si el comunismo es responsable, ¿a través de qué mecanismos económicos logró obstaculizar el crecimiento? … Este documento encuentra no solo que el comunismo tuvo un enorme impacto negativo en el crecimiento, sino que a pesar de que el comunismo se había ido completamente de Europa en 1991; Todavía afecta el crecimiento de los antiguos países comunistas.» The Veil of Communism: An Analysis of Lifespan, GDP per Capita, Human Capital, and Agricultural Productivity in Eastern Europe 

PIB Percapita Western and Eastern European countries 1820-2000

Otra comparación es entre Estados Unidos y la URSS. Claramente se observa el menor desempeño de la economía soviética, medido por el crecimiento del Producto Interno Bruto.

PIB Percapita US vs URSS 1885-1990

El gráfico es de la investigación de Remco Kouwenhoven. A Comparison of Soviet and US Industrial Performance: 1928-90.  Contiene gran cantidad de datos comparativos. Uno de ellos muestra que la productividad del trabajo en la industria soviética en 1986 era el 25% de la de los Estados Unidos. 

Las economías socialistas no pudieron eliminar la pobreza.  En la antigua URSS, «alrededor del 40% de toda la población en 1967 sería considerada pobre según los estándares soviéticos de 1974«,  según un estudio mencionado en Nintil. En el resto de países socialistas de Europa Oriental, el nivel de pobreza era mayor, con la excepción de Alemania Oriental.

Tampoco se eliminó la desigualdad de ingresos, solo reduciéndola a un nivel similar al de algunos países nórdicos.  Sin embargo, la desigualdad es encubierta por los privilegios no monetarios de que disfrutaba la nueva clase. 

Esta otra gráfica muestra el comportamiento del PIB per capita 

La renta per cápita, que en 1916 —en plena Primera Guerra Mundial— se había ubicado en 1.235 dólares internacionales, se hundió hasta los 526 en 1921, esto es, un colapso del 58% (un 62,8% frente al nivel de 1913). Para que nos hagamos una idea de lo que supone esta magnitud: una renta de 526 dólares per cápita era inferior a la renta per cápita de la URSS en el año 1600 o a la renta que hoy muestran la República Centroafricana o Zimbabue. Este hundimiento del PIB per cápita se materializó, como es obvio, tanto en la producción agraria como en la industrial: con respecto a 1913, la producción agraria se hundió un 40%, mientras que la producción industrial lo hizo un 69% (además, semejante colapso no se vio compensado por unas mayores importaciones, pues estas se hundieron un 85%). Bajo cualquiera de las diversas estimaciones efectuadas, el desplome fue gigantesco:

El propio Lenin tuvo que admitir a finales de 1921 que el comunismo de guerra había sido un calamitoso (y criminal) error para luego justificar la adopción de la Nueva Política Económica (la cual, en palabras del propio Lenin, era un tipo de “capitalismo de Estado”, similar al que 70 años después quiso implantar Gorbachov con la Perestroika, mucho más descentralizado, y orientado al mercado, que el aplicado ulteriormente por Stalin):

En parte debido que nos vimos desbordados por los problemas bélicos y en parte debido a la posición desesperada en la que se encontraba la República cuando terminó la guerra imperialista, cometimos el error de adoptar directamente el modo de producción y de distribución comunista. Pensamos que con la venta forzosa de los excedentes agrarios bastaría para abastecer a las fábricas y, así, alcanzar el modo de producción y distribución comunista.

No es que tuviéramos un plan tan claramente delineado como este, pero actuamos aproximadamente bajo estas directrices. Eso es desgraciadamente así. Digo desgraciadamente porque, tras experimentarlo brevemente, nos convencimos de que [el comunismo de guerra] era una equivocación y de que iba en contra de lo que previamente habíamos escrito acerca de la transición desde el capitalismo al socialismo.

De hecho, la URSS no recuperaría el nivel de renta per cápita perdido específicamente a causa de la revolución (contabilizando tanto la pérdida de crecimiento real como potencial) hasta 1935, es decir, 18 años (y millones de muertes) después de que se iniciara la propia revolución. Lo hizo, además, bajo el puño de hierro del estalinismo: un modelo de desarrollo que, sobre el papel, aparentemente cosechó un crecimiento bastante acelerado, pero que lo hizo sobre unas bases insostenibles y a costa de la represión política, económica y social de su propia población.

Sin embargo, si uno observa la evolución de la renta per cápita después de la Segunda Guerra Mundial, el grado de expansión alcanzado sí parece mucho más espectacular: la URSS pasó de exhibir unarenta per cápita de 1.913 dólares internacionales en 1946 a 5.667 dólares internacionales en 1971, esto es, consiguió un crecimiento anual promedio del 4,3%. Es verdad que el ritmo de expansión posterior fue mucho más mediocre (entre 1971 y 1989, el país solo consiguió un incremento promedio de la renta per cápita del 1,2%, y si tomáramos 1991 como fecha final de la URSS, apenas del 0,6% anual), pero el cuarto de siglo que transcurre entre 1946 y 1971 sí parece muy notable

La planificación centralizada impuesta por el autócrata georgiano se orientaba a incrementar la producción de bienes de inversión a costa de bienes de consumo. El propio Stalin lo reconoció en su libro de 1951 ‘Los problemas económicos del socialismo en la URSS‘:

Si siguiéramos las sugerencias de nuestros camaradas, deberíamos dejar de priorizar la producción de medios de producción para pasar a priorizar la producción de artículos de consumo. Pero ¿cuáles serían las consecuencias de dejar de priorizar la producción de medios de producción? Pues que destruiríamos la posibilidad de que nuestra economía nacional continuara expandiéndose, dado que nuestra economía no puede crecer sin priorizar la fabricación de medios de producción.

Las palabras de Stalin no eran mera retórica, sino una exacta descripción del proceso que se llevó a cabo. Mientras que antes de la revolución socialista, e incluso durante los años de la Nueva Política Económica leninista, entre el 60-70% de toda la producción industrial se orientaba al consumo, a partir del estalinismo ese porcentaje llegó a descender incluso por debajo del 30%.

…Por consiguiente, cuando estudiamos la evolución de la renta per cápita en la URSS, no hemos de perder de vista que un elevado (y creciente) porcentaje de la misma estaba materializado en bienes de inversión que no contribuían a mejorar directamente la calidad de vida de sus ciudadanos: entre 1928 y 1955 (periodo estrictamente del estalinismo), la renta per cápita aumentó un 140%, pero el consumo per cápita apenas creció un 30%. De ahí que los estándares de vida fueran, por lo general, sustancialmente más bajos que aquellos que corresponderían a países con una renta per cápita análoga.

Un caso extremo, y dramático, de este ahorro draconiano impuesto por el estalinismo para financiar la industrialización del país fue el Holodomor: esto es, la gran hambruna ucraniana que acabó con la vida de más de cuatro millones de personas. Para financiar la sobreproducción de bienes de inversión, Stalin decidió forzar la colectivización del agro soviético —en contra de lo establecido por la Nueva Política Industrial leninista—. La expropiación y colectivización de la tierra de los agricultores le permitía al Estado soviético requisar (venta forzosa a precios fijados por el Estado) cuanta producción agraria deseara para, por un lado, alimentar al ejército y a los trabajadores industriales en la ciudad y, por otro, exportar los alimentos para así importar maquinaria (los detalles del proceso de colectivización agraria estalinista están excelentemente descritos por Paul Gregory en el capítulo 2 de su ‘The Political Economy of Stalinism‘).

… Literalmente, Stalin optó por matar de hambre a una parte de la población soviética para mantener el ritmo de su industrialización. Ahorro forzoso en su más deshumanizadora expresión.

Otro ejemplo, mucho menos dramático pero también ilustrativo de los bajos estándares de vida derivados del ahorro forzoso soviético, es la infrainversión en vivienda. En 1980, la URSS contaba con una renta per cápita comparable a la de España a comienzos de los setenta: sin embargo, el 20% de las familias urbanas compartía apartamento con otras familias (en 1960, el porcentaje ascendía al 60%) y un 5% de ellas —normalmente solteros— vivía en dormitorios dentro de las fábricas. En otras palabras, la sobreinversión en bienes de capital para impulsar el crecimiento a efectos estadístico del PIB se nutría, en parte, de una infrainversión estructural en vivienda (y es que la vivienda, por sí sola, no contribuía a impulsar el crecimiento del PIB, por lo que fabricarla no constituía una prioridad estatal por mucho que mejorara la calidad de vida de sus ciudadanos).

Por supuesto, los dirigentes soviéticos trataron de abandonar el (agotado) modelo de crecimiento estalinista basado en la acumulación persistente de nuevo capital y en la movilización de la fuerza de trabajo: quisieron mejorar la eficiencia (la productividad) de los factores productivos existentes… pero no pudieron. Cuando se trata de impulsar el progreso técnico y un aprovechamiento más eficiente de los factores productivos existentes, el socialismo fracasa. A la postre, la planificación central es muy mala economizadora de recursos escasos: la falta de precios de mercado que indiquen a los planificadores cómo maximizar la creación de valor para el consumidor minimizando los costes de oportunidad, y la presencia de incentivos disfuncionales en los gestores de las empresas públicas (cumplir con los objetivos nacionales de producción maximizando, y no minimizando, la demanda de factores productivos) conducen a un despilfarro masivo de recursos. El socialismo no puede calcular y, justamente por ello, no economiza, sino que despilfarra.

Por ello, cuando el crecimiento expansivo basado en la acumulación —ineficiente pero masiva— de factores productivos comenzó a agotarse, el crecimiento intensivo basado en el mejor aprovechamiento de los factores existentes no fue capaz de tomar el relevo: y ante semejante bloqueo, a los jerarcas soviéticos solo se les ocurrió huir hacia adelante, esto es, ahondar en el modelo de crecimiento extensivo mediante el incremento adicional del peso de la inversión en el PIB (a partir de 1975, superó durante todos los ejercicios el 30% del PIB) y continuar alargando la vida del equipo productivo (la vida media de los bienes de equipo pasó de 8,3 años en 1970 a 10,3 en 1989), todo lo cual terminó minando todavía más la escasa eficiencia que de por sí exhibía la economía soviética. De ahí que la productividad total de los factores (variable que mide la parte del crecimiento económico no explicable por la mera acumulación de nuevos factores productivos: cambio tecnológico, economías de escala, reestructuración hacia sectores de alto valor añadido, complementariedades entre sectores, mejoras organizativas dentro de las empresas, etc.) se frenara en seco durante los ochenta. Un modelo de crecimiento extensivo agotado y un modelo de crecimiento intensivo imposible de alcanzar.

Atrapado en la parálisis —alto ahorro forzoso entre la ciudadanía para no conseguir casi ninguna mejoría en la calidad de vida debido al agotamiento de un modelo de crecimiento que era incapaz de ganar eficiencia—, Gorbachov trató de reformar el sistema de planificación central mediante unaliberalización económica similar a la Nueva Política Económica leninista o a la ejecutada por China en 1978 de la mano de Deng Xiaoping. Un socialismo que diera algún tipo de participación al mercado para que este pudiera impulsar el crecimiento mediante ganancias de eficiencia que solo el mercado puede lograr. Pero una vez la URSS abrió un poquito la mano en la esfera política (Glasnot) y en la esfera económica (Perestroika), el sistema autocrático se vino abajo. Juan Ramón Rallo. ¿Fue la Revolución rusa un éxito económico?

Rachel Bartlett, al contestar en Quora la pregunta ¿Por qué los estadounidenses son tan reacios al socialismo? nos da una muestra de lo que piensan las personas que vivieron bajo el régimen comunista:

Viví bajo el comunismo. No tengo interés en volver a pasar por esto. He tenido profesores universitarios de Manhattan que me han dado una conferencia sobre cómo el socialismo no es lo mismo que el comunismo, y sobre cómo esto no era “comunismo real”, como si no me hubieran obligado a perder cientos de horas de mi juventud estudiando marxismo-leninismo . Como si no hubiera vivido en una cultura política decrépita compuesta por dieciséis millones de expertos en marxismo-leninismo.

Dieciséis millones de expertos en socialismo que no pudieron lograr que este horror cerebral funcionara en cuarenta años. ¿Cuántas horas-hombre de intentar lo mismo necesita la humanidad para comprender que los humanos no pueden existir en un sistema inhumano?

No importa cómo lo llames, socialismo, comunismo, socialismo democrático, el hecho es que no obtienes analgésicos en la odontología infantil. No tienes voz en qué carrera puedes seguir. No puedes elegir dónde vives o trabajas. Tendrá atención médica gratuita a cambio de existir en una prisión al aire libre. Why are Americans so averse to socialism?

Sobre la vida que llevaban los ciudadanos detrás de la “Cortina de Hierro” como se le denominaba a los países socialistas europeos, hay muchos escritos. Para muestra, pueden consultarse De viaje por los países socialistas: 90 días en la cortina de hierro de Gabriel García Márquez y    “Satélites en órbita y zapatos de plástico” (una memoria soviética)

Ver también: ¿Fue la Revolución rusa un éxito económico?  Parte 1 y Parte 2

El fracaso de los sistemas socialistas destrozó las bases teóricas de la izquierda latinoamericana, causando un duro golpe a las creencias y las propuestas de los intelectuales y movimientos pro socialistas. Ante estos hechos, a la izquierda no le quedó más que buscar otras excusas y alternativas para persistir en la utopía socialista como se evidencia con las palabras de un analista de izquierda que no se da por vencido;

La crisis de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín han sido losas difíciles de soslayar a la hora de pensar el socialismo y la democracia. Dichos acontecimientos generaron una sensación de desánimo tras quitar el velo que ocultaba en los países del Este prácticas contrarias a los principios más elementales de la doctrina democrática, socialista y comunista. Los regímenes políticos liderados por los partidos comunistas dejaron una estela de corrupción e inmoralidad nada favorable a la defensa de los ideales igualitarios contenidos en el pensamiento marxista. No debe extrañar que algunos intelectuales desertaran, atacaran y abdicaran del marxismo (proceso en marcha desde los años setenta). Tampoco que otros se reconvirtieran al orden establecido y desde allí iniciaran un nuevo viaje. Pero ha habido quienes, sin claudicar, asumieron la idea de fracaso y derrota como un principio desde el cual analizar la realidad emergente tras la desintegración del bloque comunista y del nuevo proceso de internacionalización.

,,, La concepción de orfandad teórica y de proyecto político ganó espacio y comenzó a ser postulada por un conjunto importante de científicos-sociales y políticos de izquierda durante la década de los años noventa del siglo xx, proyectándose hasta hoy en día. La noción de triunfo del capitalismo y la ideología de la globalización han sido factores coadyuvantes en desatar una imagen de desastre total, provocando una desbandada en el pensamiento crítico. Los primeros en verse afectados han sido los partidos comunistas. Algunos cambiando de nombre, otros inmolándose o pidiendo su disolución. Y a continuación les han seguido teóricos y militantes de izquierdas sin filiación procomunista.

… hoy vivimos un proceso de involución política en el que se pretende hacer desaparecer cualquier opción alternativa que tienda a revertir el derrotero. Pero ello es totalmente diferente a que no existan alternativas. … Romper con este sentimiento de culpa es una tarea prioritaria para abrir las puertas a una concepción transformadora que huya del pragmatismo y la idea de fracaso o derrota. El Foro de Porto Alegre es parte del camino. Marcos Roitman Rosenmann. La idea de derrota en la izquierda latinoamericana

Hoy, las principales amenazas para la economía de mercado no provienen de Rusia o de China, ya que en ambos países también hay economías de mercado con sus respectivas diferencias. Las amenazas son para la democracia.

En Rusia, la economía de mercado es distorsionada por el predominio de una oligarquía ligada al poder político que controla las principales empresas del país, similar a lo que ocurre en varios países latinoamericanos, africanos y asiáticos. Xavier Sala i Martin dedica un capítulo de su libro  Economía liberal para no economistas y no liberales (2001) a la corrupción y las distorsiones de la economía rusa que hicieron surgir una nueva clase de multimillonarios que se hicieron dueños de las principales empresas del país prácticamente sin invertir un centavo, gracias a sus conexiones con el gobierno.

El surgimiento de estas oligarquías en Rusia se produjo inmediatamente después del abandono del sistema socialista. “Los recursos del petróleo y del gas se distribuyeron entre los amigotes del Gobierno”, comenta Jeffrey Sachs, el economista estadounidense que ayudó a realizar la privatización en Rusia. Este tema es abordado con varios ejemplos por Xavier Sala i Martín:

En marzo de 1985, Mijaíl Gorbachov se convirtió en el secretario general de la Unión Soviética. A esas alturas, estaba claro que la economía de planificación central impuesta por el Partido Comunista de la Unión Soviética no funcionaba y Gorbachov estaba decidido a introducir un paquete de importantes reformas económicas llamadas glasnost (que, aparentemente, significa «apertura» en ruso). Con la glasnost se pretendía introducir la economía de mercado, la privatización de algunos sectores de la economía y favorecer la competencia entre empresas y consumidores en la URSS. Ese proceso de reformas culminó con la desintegración del imperio soviético. A pesar de que las reformas económicas continuaron en la Rusia de Boris Yeltsin, las cosas no parecían mejorar sino más bien al contrario. Cuando Yeltsin dimitió el 31 de diciembre de 1999, la mayor parte de la población rusa era mucho más pobre que en 1985, la inflación se encontraba alrededor del 100%, mientras que los crímenes, los robos, los asesinatos, la corrupción y la falta de orden público eran parte de la vida cotidiana. Ante este evidente desastre, los intelectuales sentimentalmente ligados al socialismo tardaron poco en poner las reformas rusas como ejemplo del mal funcionamiento de la economía de mercado.

Y la verdad es que uno no puede dejar de coincidir con ellos en que la supuesta transición rusa es un buen ejemplo. Pero no un ejemplo del mal funcionamiento de la economía de mercado, sino de lo pernicioso que puede llegar a ser el gobierno cuando hace mal las cosas y se mete donde no le llaman. …En lugar de liberalizar la economía, los diferentes gobiernos rusos permitieron que un grupo de influyentes oligarcas y de antiguos líderes comunistas con vinculaciones políticas importantes robaran la riqueza del país. Personajes como Boris Berezovski, Mijaíl Khodorkosvsky, Román Abramovich, Mi-jaíl Fridman o Vladimir Potanin tuvieron la inestimable colaboración de políticos como los primeros ministros Victor Chemomir-din o Yegor Gaidar, como el presidente del banco central Viktor Geraschtsenko o el propio entorno familiar del presidente Borís Yeltsin para convertirse en algunos de los hombres más ricos del mundo.

… con 30 rublos … se podía comprar una tonelada de petróleo. Repito: ¡Una tonelada! Esta aberración era fruto de la liberalización parcial del mercado petrolífero introducida por Gorbachov que, en 1998, permitió que los entonces dirigentes de las empresas petrolíferas —dirigentes que, dicho sea de paso, habían conseguido esas posiciones a través del poder político dentro del Partido Comunista—, formaran unas cooperativas que podían comprar petróleo a las empresas públicas rusas propiedad del Estado y distribuir combustible entre la población. La cuestión era que el precio al que el gobierno vendía el petróleo a las cooperativas era una centésima parte del precio del mercado internacional. Los dirigentes empezaron a comprar petróleo a 30 y a venderlo en el extranjero a 3.000. Era como si el gobierno estuviera regalando el petróleo que, por cierto, era propiedad de todos los ciudadanos, a unos cuantos ex miembros de la Nomenklatura. Las fortunas que se llegaron a amasar gracias a la incompetencia y a la corrupción de la administración rusa con la venta de petróleo rondaban los 24.000 millones de dólares, el 30% del PIB ruso.

Algo similar ocurrió con los subsidios alimentarios. … El problema es que no se fomentó la competencia empresarial que debía producir alimentos al menor precio posible. En realidad, no sólo no se fomentó la competencia sino que se permitió que esas importaciones fueran monopolizadas por una compañía llamada Roskhleboprodukt. Esa importadora había surgido directamente del antiguo ministerio estalinista de suministro de cereales y había sido creada por el ex ministro de Agricultura, Gennady Kulik. La Roskhleboprodukt compraba alimentos en el extranjero por valor de 100 rublos, 99 de los cuales eran subvencionados por el gobierno mediante el subsidio. Los alimentos eran vendidos a los pobres ciudadanos rusos a 150 rublos. Es decir, ¡Kulik aportaba 1 rublo de su bolsillo y cobraba 150 por cada tonelada de comida!

… A modo de corolario cabe decir que en 1998 el señor Kulik, que para entonces ya no era un político comunista sino un oligarca rico, regresó al Ministerio de Agricultura para administrar las ayudas alimentarias internacionales procedentes de Occidente. La principal empresa que administraba esas ayudas era… ¿lo adivinan ustedes?: ¡Roskhleboprodukt!

Quizá el episodio más curioso de lo que algunos se empeñan en denominar la liberalización económica rusa es el de los créditos y subsidios que daba el Banco Central. En la época soviética, los tipos de interés estaban fijados arbitrariamente al 3%, independientemente de cuál fuera la situación económica o la tasa de inflación. No se sabe exactamente por qué, pero el hecho es que las reformas económicas no llegaron al Banco Central hasta la segunda mitad de los años noventa. Durante la primera mitad de la década, la inflación era del 2.500%. A pesar de ello, el gobernador Viktor Gewschtsenko seguía dando créditos al 3%. Imagínense ustedes el negocio: piden un crédito de un millón de rublos. Puesto que el tipo de interés es del 3%, al cabo de un año devuelven un millón treinta mil rublos. Con el millón se compran una casa. Teniendo en cuenta que la inflación es del 2.500% (es decir, como los precios aumentan cada año un 2.500%), la casa que a principios de año valía un millón, a finales de año vale 251 millones. Así, al terminar el año ustedes se venden la casa por 251 millones, devuelven el millón treinta mil que deben al banco y se quedan 249,97 millones de rublos, que más o menos es el precio de la casa al final del año. ¡En realidad, esta operación es como si el Banco Central les hubiera regalado la casa! Y, ¿cómo no?, la factura termina pagándola el inocente contribuyente.

Todos aquellos que sabían que el Banco Central hacía ese tipo de regalos se fueron de inmediato a pedirle dinero. Ahora bien, ¡el señor Geraschtsenko no se lo daba a cualquiera! ¡Qué va! Se lo daba a una minoría selecta de amigos. De hecho, sus amigos eran tan selectos y poderosos que, a pesar del daño que su persona suponía para el banco y el público, fue ratificado en su cargo en septiembre de 1998. Entre sus amigos figuraba un tal Vladimir Potanin, que empleó el dinero con finalidades mucho más diabólicas y lucrativas que la mera compra de una casa. El señor Potanin, que en 1995 era propietario de un banco, aceptó el dinero que tan generosamente le había regalado el Banco Central y concedió un crédito al gobierno de Boris Yeltsin. En esa época, el Estado todavía seguía siendo propietario de una parte importante de las empresas petrolíferas. Para protegerse de la probabilidad de que el gobierno ruso hiciera una suspensión de pagos (probabilidad bastante elevada dada la experiencia histórica, todo hay que decirlo), Potanin exigió que Yeltsin dejara las acciones de las petrolíferas como garantía. De este modo, si no devolvía los créditos, las acciones serían subastadas a precio de mercado. Tal como era de esperar, al cabo de unos años la administración no pudo pagar la deuda. Ante la situación, Potanin subastó las acciones y, curiosamente, la subasta no fue licitada por ninguna persona que no estuviera vinculada al ámbito financiero (por cierto, este fenómeno también es bastante común en las subastas que se llevan a cabo en territorio español). El resultado fue que Potanin logró convertirse en el propietario de algunas de las empresas petrolíferas más grandes del mundo sin pagar prácticamente nada a cambio y con el dinero que el gobernador del Banco Central le había regalado tan generosamente. Una vez más, un negocio redondo en el que unos despabilados roban el dinero a los contribuyentes gracias a la incompetencia del gobierno.

Desgraciadamente para Rusia, Potanin no fue un caso excepcional. Personajes como Berezovski, Khdorkosvsky o Abramovich amasaron fortunas inimaginables, que les permitieron además conseguir un poder político ilimitado. Fue así como consiguieron desposeer al país de una parte importante de su riqueza. Y mientras ellos compraban fincas en la Costa del Sol española, la población se empobrecía miserablemente.

La experiencia rusa nos demuestra que, a pesar de lo que muchos dicen, el proceso de transición a una economía de mercado no ha sido tal: no se introdujo ninguna libertad de precios (la mayoría de los robos no se hubiesen cometido si el gobierno no hubiera controlado artificialmente el precio del petróleo, de los alimentos o de los tipos de interés), no se garantizaron los derechos de propiedad (de hecho, los propios políticos participaron en los distintos fraudes y evasiones fiscales) y no se garantizó la competencia y la libertad de empresa (tanto los oligarcas como los políticos impidieron que hubiera competencia en la compra de alimentos y de petróleo, en la concesión de créditos o en las subastas de propiedades requisadas por falta de pago). En resumen, no se satisfizo prácticamente ninguna de las condiciones que requiere una economía de mercado y, como consecuencia, los nefastos resultados económicos no deben sorprender a nadie.

Más que un ejemplo de fracaso de mercado, ese aberrante episodio de la historia de Europa se debe poner como ejemplo del daño que pueden llegar a hacer los gobiernos descontrolados, incompetentes y corruptos. Lo más lamentable es que, a menudo, los ciudadanos indefensos poco pueden hacer para protegerse de ese tipo de abusos. Cuando el gobierno controla la economía, las leyes, los jueces y la policía, la libertad individual se ve amenazada y, repito, poco pueden hacer los individuos. Ésa es una de las razones por la que se debe limitar el poder del Estado. Xavier Sala i Martin. Economía liberal para no economistas y no liberales (2001)

Sin embargo, recientemente en agosto de 2018, una lista de personalidades rusas sujetas a sanciones por el Congreso de Estados Unidos, incluía a 96 oligarcas con estrechos lazos con el Kremlin, mostrando que la economía rusa sigue estando en manos de una oligarquía ligada al poder político.

El socialismo en China

En el occidente del mundo, la izquierda y los pro-socialistas ponen a China como un modelo a seguir, ya que es hoy el gran sobreviviente del derrumbe del sistema socialista. No se puede presentar como modelo a Cuba ni mucho menos a Corea del Norte, pequeños países donde el pueblo vive una vida miserable. Pero sí se puede hablar de los logros espectaculares del gigante chino, sacando de la pobreza a más de 800 millones de habitantes, con tasas de crecimiento de dos dígitos, gracias –según acomodan a sus intereses- a la sabia dirección del Partido Comunista de China (PCC), al establecer un sistema de economía mixta con planificación central de la economía.

Es justo conceder el calificativo de sabios a los dirigentes del PCC, si los contrastamos con la  obstinación de los dirigentes cubanos o norcoreanos en mantener un sistema económico fracasado- pues supieron reconocer que la economía socialista era un desastre y en un país con más de 1,000 millones de habitantes, la pobreza lo haría estallar tarde o temprano, arrasando con la élite comunista. Su sabiduría consistió en deshacerse del modelo económico socialista.

Entre los grandes proyectos socialistas de Mao estuvieron el Gran Salto Adelante (1958-1962), que provocó una hambruna por la que murieron al menos 10 millones de personas (hasta 45 millones, según otras fuentes); o la Revolución Cultural (1966-1976), la campaña de Mao contra los partidarios del “capitalismo”, que dejó entre centenares de miles y varios millones de fallecidos, según sea la fuente, y paralizó la economía.

Cuando murió Mao, el “Gran Timonel”, el culto a su personalidad desapareció. De modo que para preservar la  existencia del partido, Deng Xiaoping, muy pragmático, pensó que era el momento de dejar que los chinos se enriquecieran, abandonando así el componente económico del marxismo, más no el político. Bajo la idea de un “socialismo con características chinas”, a partir de 1979, Deng impulsó una serie de reformas económicas, centradas en la agricultura, la liberalización del sector privado, la modernización de la industria y la apertura de China al comercio exterior.

El PCCh decidió abrir el país a la inversión extranjera y permitir el funcionamiento de la empresa privada, privatizando la mayoría de las empresas estatales. Los capitales extranjeros fluyeron en una corriente interminable para aprovechar los pírricos salarios y los incentivos ofrecidos por el gobierno chino. Cienes de empresas se trasladaron a China desde Europa, Estados Unidos, Japón y otras economías desarrolladas, estableciéndose en zonas geográficas designadas por el gobierno, que se convirtieron en polos de desarrollo económico. Otras trasladaron ahí parte de sus operaciones. China se convirtió así en la “fábrica del mundo”

En China, la economía de mercado y empresas privadas es mayoritaria, aunque persiste un sector de empresas estatales. El gobierno chino ha sido más beligerante en combatir la corrupción en el sector empresarial, aunque varios de los gigantes empresariales chinos tienen vínculos cercanos con el gobierno.

Otro aspecto de la globalización es la vigorosa entrada en el sistema capitalista mundial de una serie de grandes países y regiones que anteriormente habían sido sospechosas o hostiles a este sistema económico. La República Popular China sigue siendo un país comunista en el que su esfera política está totalmente dominada por el Partido Comunista Chino. Pero su economía sólo puede caracterizarse como capitalista, ya que las empresas privadas están en auge, los especuladores inmobiliarios y los desarrolladores controlan el mercado de la propiedad en las principales ciudades, y las corporaciones transnacionales de los Estados Unidos, Japón y Europa han acudido a China. Los países de Europa del Este y Rusia, el antiguo bloque soviético, que rápidamente pasó de socialista a capitalista después de 1989, han implementado planes integrales para privatizar lo que era propiedad estatal. Muchos de estos países son ahora miembros de la Unión Europea y de la Organización Mundial del Comercio. En los últimos 10 años, la India ha abierto sus fronteras al comercio exterior y a la inversión en un grado que no se ha visto desde que se independizó en 1947. La entrada de estos países en la economía mundial ha significado nuevos mercados para los productores de todo el mundo y nuevas fuentes de competencia por bienes y servicios de bajos salarios. El efecto general de la entrada de estos países en el sistema capitalista mundial es la adición de 1.600 millones de trabajadores a la fuerza laboral global, lo que el economista Richard Freeman ha llamado “la gran duplicación“. Robert L. Heilbroner and William Milberg. The making of economic society 13th ed. 2012.

Sin embargo, Rusia y China constituyen amenazas para la supervivencia de la democracia, ya que en ambos países persisten regímenes no democráticos, autoritario el de Rusia y totalitario el de China.

Los regímenes autoritarios pueden evolucionar hacia la democracia: así ocurrió con el Chile de Pinochet, con Taiwan bajo Tchang Kai-chek, con Corea del Sur, mientras que los regímenes totalitarios (nazi, soviético, baathista…) nunca evolucionan. Las tiranías totalitarias sólo desaparecen bajo la presión de fuerzas exteriores, sean militares o económicas.

… Mientras que la exigencia democrática fue imperativa para Taiwan o Corea del Sur, no existió ni existe para el Partido Comunista chino. … existe actualmente una real alianza de hecho, en nombre de la estabilidad internacional, que saca provecho de la mano de obra china, entre el PCC y los dirigentes políticos o empresariales occidentales. Es muy improbable, entonces, que se produzca en Pekín la feliz y espontánea metamorfosis de la crisálida comunista hacia el pluralismo. Guy Sorman. China: El Imperio de las Mentiras. 2012.

Superficialmente, puede resultar paradójico que siendo Rusia un país con un sistema político democrático y economía de mercado, promueve una política agresiva hacia fuera de sus fronteras para socavar la democracia en los países capitalistas. Esto solo se explica porque la democracia es una fachada para una dictadura que ya lleva veinte años en el poder y la economía de mercado que se practica es realmente un capitalismo de compinches. Como se mencionó anteriormente “El Kremlin busca sembrar discordia en regímenes liberales porque es en estos donde se permite la libertad de opinión.” a través de la propaganda noticiosa y la difusión de información falsa en las redes sociales.

En cambio, en China, donde gobierna un partido comunista y no existe democracia del todo, con un sistema de economía mixta, no se observa el mismo patrón de acción para tratar de implantar su modelo político al resto de países, o por lo menos, no lo hacen abiertamente. La estrategia china ha consistido en la penetración económica, principalmente en los países subdesarrollados, invirtiendo en sectores productores de materias primas, obteniendo principalmente concesiones de explotación de recursos naturales que van de la mano con préstamos a los gobiernos. El siguiente artículo hace un recuento de las inversiones chinas en Latinoamérica en los últimos años y de los préstamos que ascienden a 141 billones de dólares, que es más que los préstamos del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la  Corporación Andina de Fomento (CAF) combinados.

Varias publicaciones informan que China ha estado fortaleciendo su capacidad militar, aunque su prioridad es fortalecer primeramente su capacidad económica. La lección aprendida de Rusia es que estos lo hicieron al revés y no funcionó. Las actividades encubiertas de China se concentran principalmente en el robo de información tecnológica y comercial.

Otro asunto es que en ambos casos, pero en diferentes grados, tanto en Rusia como en China, los respectivos gobiernos ejercen la vigilancia, el control y el esfuerzo por moldear la mente de sus ciudadanos mediante restricciones a la información y la propaganda oficial, En este asunto los chinos han sido más beligerantes.

Tanto Rusia como China, se alinean con gobiernos autoritarios y dictatoriales en todo el mundo para hacer contrapeso a los países democráticos, tanto en temas económicos como sociales, especialmente en el tema de derechos humanos. Rusia conserva la lealtad de antiguas repúblicas soviéticas, hoy independientes como Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. Rusia ha prestado apoyo militar a muchas dictaduras como Corea del Norte, Cuba, Egipto, Siria, Turquía, Irán, Nicaragua y Venezuela. Por su parte, China ha jugado el papel de socio comercial e inversor importante en varios de ellos.  Sus puestos con poder de veto en el Consejo Permanente de la Organización de Naciones Unidas los han usado para bloquear las iniciativas de democratización en el mundo.

El informe de los asesores económicos del presidente de los EEUU contiene el siguiente análisis de las políticas económicas socialistas puestas en marcha en Venezuela, que causaron uno de los mayores desastres económicos y sociales de la historia latinoamericana.

El caso de Venezuela hoy: un país industrializado con políticas socialistas

Venezuela no es una economía agrícola, pero al perseguir políticas socialistas, nacionalizó partes importantes de su economía, implementó efectivamente altas tasas impositivas marginales y controló centralmente los precios de los bienes de consumo y otros bienes. Al igual que con los otros países altamente socialistas, sus empresas estatales han demostrado ser improductivas. Millones de personas ya han huido del país.

Las economías de los países altamente socialistas descritos anteriormente son agrícolas y de mano de obra intensiva. Un país rico en petróleo como Venezuela que administró bien sus activos petroleros y pagó regalías en efectivo a sus ciudadanos independientemente de cuánto ganaran podría, en principio, proporcionar ingresos a sus ciudadanos con tasas impositivas marginales cero. 44 La economía también podría estar desregulada y sin empresas estatales (con activos petroleros alquilados a empresas privadas para operar) y, por lo tanto, no ser socialista en ningún aspecto de la definición introducida en la sección “Economía del socialismo” anterior. Sin embargo, este no es el camino tomado por Venezuela en los últimos 20 años, cuando estatizó la mayoría de los activos petroleros y muchas otras empresas, implementó efectivamente altas tasas impositivas marginales y controló centralmente los precios de los bienes de consumo y otros bienes.

En 1999, “Hugo Chávez convenció al pueblo de Venezuela de que las codiciosas compañías petroleras los estaban robando, aumentó drásticamente los impuestos y regalías en proyectos nuevos y existentes. . . . La entidad petrolera estatal ya no poseía los conocimientos necesarios para desarrollar sus recursos y la producción comenzó a disminuir” (Oil Sands Magazine 2016). Los ingresos del petróleo se gastaron en programas sociales generosos en lugar de invertir en la capacidad de producción de petróleo del país o recortar impuestos (Economist 2017; Monaldi 2018).45 Como se muestra en la figura 8-4, la producción de petróleo de Venezuela ha estado disminuyendo, mientras que la producción en Canadá, que tiene recursos petrolíferos similares a los de Venezuela, ha aumentado.46

Venezuela estatizó varios otros negocios, desde teléfonos celulares hasta medicamentos. Según Transparencia Internacional (2017, 52), “de 2001 a 2017, el estado venezolano pasó de ser dueño de 74 empresas públicas a 526, cuatro veces más que Brasil (130) y diez veces más que Argentina”, y para 2016 el empleo en empresas estatales alcanzó el 6 por ciento de toda la fuerza laboral.

Las ganancias y los gastos están fuertemente gravados en Venezuela. La tasa máxima de ingresos personales es del 34 por ciento, más el 11 por ciento para la nómina. La tasa del impuesto al valor agregado es del 16 por ciento. La inflación es un impuesto que se paga implícitamente mientras un trabajador o consumidor tiene moneda; incluso en épocas normales, la inflación era del 2 por ciento mensual. Las restricciones a la importación son relevantes porque, en una economía que funcione bien y basada en los recursos naturales, se importarían muchos bienes de consumo. Las transacciones de divisas, y las transacciones financieras internacionales en general, están estrictamente controladas, lo que significa que un importador pagaría un impuesto al obtener la moneda extranjera necesaria para comprar bienes extranjeros. A partir de 2012, la tasa arancelaria de importación era del 12.1 por ciento para los productos no agrícolas. Las importaciones también corren riesgo de robo por parte de la patrulla fronteriza. Si consideramos que las tasas de cambio de divisas y de robo de importaciones, son cada una del 10 por ciento, esto coloca la tasa impositiva general sobre las ganancias con el propósito de obtener bienes de consumo en más del 60 por ciento (esto aplica una participación de las importaciones del 48 por ciento al consumo).

La economía venezolana no se beneficia de las señales de precios de la forma en que lo hacen las economías menos reguladas. La alta inflación, que se espera que alcance 1 millón por ciento anual en 2018, hace que sea difícil discernir los precios relativos (Fischer, Hall y Taylor 1981). Incluso sin inflación, muchos precios no están determinados por el mercado. En Venezuela, la Ley de Costos y Precios Justos de 2011 otorga a la Superintendencia de Costos y Precios Justos (conocida como SUNDECOP) “amplia autoridad para regular los precios de casi todos los bienes y servicios vendidos al público”, decidiendo si los precios son ‘justos’ e identificar negocios que obtienen “ganancias excesivas a través de la especulación” (USTR 2013). “Los productos básicos como la harina y la aspirina tenían precios fijos y eran tan baratos que las empresas no tenían ningún incentivo para fabricarlos” (Kurmanaev 2018).

La emigración ha demostrado ser una forma importante en la que las políticas venezolanas han reducido la oferta de bienes y servicios. Trabajadores talentosos han emigrado de la industria petrolera y de las prácticas médicas (Dube 2017). En general, alrededor de 2 millones de personas han emigrado del país en los últimos años (Alhadeff 2018). Mercados versus socialismo, Informe económico del presidente de los EE. UU. Junto con el Informe Anual del Consejo de Asesores Económicos

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